09 Febrero 2012
Trimarco miró, de reojo, la audiencia por TV
La madre de Marita vivió un día agitado. Comenzó la jornada a las 5, luego encabezó una marcha pacífica a tribunales Cuando se inició la audiencia, la mujer se fue a la fundación, donde recibía cada vez más llamados telefónicos e innumerables visitas. Video.
ACOMPAÑADA. La hermana Berta Povalej, siempre al lado de Susana. LA GACETA / FOTOS DE EZEQUIEL LAZARTE - FRANCO VERA - NA
Los teléfonos comenzaron a sonar a las 5. El primer llamado lo atendió Micaela. "Mi abuela está descansando", contestó la adolescente aún con la voz entrecortada por el sueño. Desde ese instante, los llamados de los medios de comunicación a Susana Trimarco no cesaron, y se extendieron hasta pasado el mediodía. Y con paciencia, la mujer respondió a cada uno de ellos.
Trimarco no tuvo tiempo para desayunar. Tampoco pudo elegir qué vestiría. Tomó el primer traje que encontró en el ropero, y a las 7 salió rumbo al hotel Embajador, en Las Heras al 200, donde concentrarían para ir a tribunales. La madre de María de los Ángeles "Marita" Verón explicó más tarde por qué no rechazó ningún llamado. "A los medios les debo la vida. Si no hubieran tomado mi caso, seguramente no estaría hoy aquí", comentó.
Pasaron casi 10 años desde el 3 de abril de 2002, cuando Marita desapareció. Para muchos, el inicio del juicio oral podría significar una bisagra para la lucha de Trimarco, pero ella insiste que es sólo un paso más para encontrar a su hija. Claro que también quiere que los 13 acusados sean condenados.
La marcha
Siempre del brazo de la religiosa Berta Povalej, directora del colegio La Merced donde estudió Marita, Trimarco desplegó el cartel que encabezaría la marcha hacia el pasaje Vélez Sarsfield, en la puerta del Palacio de Justicia, y comenzó a caminar. "Buscamos a Marita, encontremos justicia", rezaba el mensaje escrito en la tela de rafia.
Comerciantes y peatones se detenían para ver a la columna que recorrió rápidamente las cinco cuadras. Frente a los tribunales nacionales se detuvieron un segundo y exclamaron un grito de justicia. En el medio, algún transeúnte lanzaba a viva voz un "¡fuerza Susana!".
En el umbral de la puerta de tribunales Trimarco dedicó unas palabras de agradecimiento a los que marcharon. Cuando ingresaba para acompañar a Micaela, que había hecho un planteo para que la dejen presenciar la audiencia a pesar de ser menor de 14 años, un guardia le indicó que no podía entrar con carteles.
Sin protestar, soltó el afiche que mostraba la cara de Marita que tenía en sus manos. "No quiero hacer nada que entorpezca el juicio", expresó.
A trabajar
Siempre al lado de Povalej, Trimarco salió de tribunales. "Voy a trabajar a la fundación, como todas las mañanas", explicó. Pero en la puerta de calle Lamadrid, donde estaban la mayoría de los medios, fue retenida más de media hora.
"Ahí está Marita Verón", dijo uno de los cronistas. Ella sonrió, y luego de las aclaraciones pertinentes sobre el nombre, respondió con paciencia a cada entrevista.
Miriam Medina, madre de Sebastián Bordón, el joven asesinado por policías en Mendoza y que en estos años se hizo amiga de Trimarco, la esperaba en la fundación junto a familiares y los empleados.
La transmisión de la audiencia por internet era lenta, por lo que hubo que bajar un televisor del primer piso. Una improvisada antena casera fabricada con un cable (y luego una portátil), permitieron que pueda escucharse lo que sucedía en la sala.
Pero Trimarco no vio la mayor parte del debate. Primero, porque los teléfonos no dejaban de sonar. Además, recibía visitas constantemente: estuvieron miembros de la Defensoría del Pueblo de Córdoba, la diputada Nacional Victoria Donda y referentes del Frente Amplio Progresista, entre otros.
Los testimonios
Cuando pasaba frente al televisor y escuchaba algún nombre mientras leían la elevación a juicio, se detenía y hacía algún comentario. "Hay que estar atentos a ese testimonio, porque será importante para la causa", decía. Es que en esa etapa del debate no había nada nuevo para Trimarco. Se conoce casi de memoria los más de 40 cuerpos de la causa.
Micaela la acompañó casi toda la mañana, luego que los jueces decidieran vedarle el ingreso a la sala. La defensora de Menores había charlado con ella y le recomendó que no presenciara los debates, y la adolescente estuvo de acuerdo.
Pasadas las 14, cuando se sentó a almorzar con los íntimos, apagó el teléfono. Cuando la tensión de la mañana desapareció, Trimarco se emocionó. Esa actitud no la mostrará en público. Dice que no va a permitir que la vean quebrada. Y espera con ansias que llegue el martes, cuando se siente a declarar. "Tengo tanto para decir", dijo.
Trimarco no tuvo tiempo para desayunar. Tampoco pudo elegir qué vestiría. Tomó el primer traje que encontró en el ropero, y a las 7 salió rumbo al hotel Embajador, en Las Heras al 200, donde concentrarían para ir a tribunales. La madre de María de los Ángeles "Marita" Verón explicó más tarde por qué no rechazó ningún llamado. "A los medios les debo la vida. Si no hubieran tomado mi caso, seguramente no estaría hoy aquí", comentó.
Pasaron casi 10 años desde el 3 de abril de 2002, cuando Marita desapareció. Para muchos, el inicio del juicio oral podría significar una bisagra para la lucha de Trimarco, pero ella insiste que es sólo un paso más para encontrar a su hija. Claro que también quiere que los 13 acusados sean condenados.
La marcha
Siempre del brazo de la religiosa Berta Povalej, directora del colegio La Merced donde estudió Marita, Trimarco desplegó el cartel que encabezaría la marcha hacia el pasaje Vélez Sarsfield, en la puerta del Palacio de Justicia, y comenzó a caminar. "Buscamos a Marita, encontremos justicia", rezaba el mensaje escrito en la tela de rafia.
Comerciantes y peatones se detenían para ver a la columna que recorrió rápidamente las cinco cuadras. Frente a los tribunales nacionales se detuvieron un segundo y exclamaron un grito de justicia. En el medio, algún transeúnte lanzaba a viva voz un "¡fuerza Susana!".
En el umbral de la puerta de tribunales Trimarco dedicó unas palabras de agradecimiento a los que marcharon. Cuando ingresaba para acompañar a Micaela, que había hecho un planteo para que la dejen presenciar la audiencia a pesar de ser menor de 14 años, un guardia le indicó que no podía entrar con carteles.
Sin protestar, soltó el afiche que mostraba la cara de Marita que tenía en sus manos. "No quiero hacer nada que entorpezca el juicio", expresó.
A trabajar
Siempre al lado de Povalej, Trimarco salió de tribunales. "Voy a trabajar a la fundación, como todas las mañanas", explicó. Pero en la puerta de calle Lamadrid, donde estaban la mayoría de los medios, fue retenida más de media hora.
"Ahí está Marita Verón", dijo uno de los cronistas. Ella sonrió, y luego de las aclaraciones pertinentes sobre el nombre, respondió con paciencia a cada entrevista.
Miriam Medina, madre de Sebastián Bordón, el joven asesinado por policías en Mendoza y que en estos años se hizo amiga de Trimarco, la esperaba en la fundación junto a familiares y los empleados.
La transmisión de la audiencia por internet era lenta, por lo que hubo que bajar un televisor del primer piso. Una improvisada antena casera fabricada con un cable (y luego una portátil), permitieron que pueda escucharse lo que sucedía en la sala.
Pero Trimarco no vio la mayor parte del debate. Primero, porque los teléfonos no dejaban de sonar. Además, recibía visitas constantemente: estuvieron miembros de la Defensoría del Pueblo de Córdoba, la diputada Nacional Victoria Donda y referentes del Frente Amplio Progresista, entre otros.
Los testimonios
Cuando pasaba frente al televisor y escuchaba algún nombre mientras leían la elevación a juicio, se detenía y hacía algún comentario. "Hay que estar atentos a ese testimonio, porque será importante para la causa", decía. Es que en esa etapa del debate no había nada nuevo para Trimarco. Se conoce casi de memoria los más de 40 cuerpos de la causa.
Micaela la acompañó casi toda la mañana, luego que los jueces decidieran vedarle el ingreso a la sala. La defensora de Menores había charlado con ella y le recomendó que no presenciara los debates, y la adolescente estuvo de acuerdo.
Pasadas las 14, cuando se sentó a almorzar con los íntimos, apagó el teléfono. Cuando la tensión de la mañana desapareció, Trimarco se emocionó. Esa actitud no la mostrará en público. Dice que no va a permitir que la vean quebrada. Y espera con ansias que llegue el martes, cuando se siente a declarar. "Tengo tanto para decir", dijo.
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