El valor de la palabra
No está el auto en el que secuestraron a Marita Verón. Tampoco aparecieron sus ropas. No se encontró ni un pelo que haya pertenecido a la joven en algún prostíbulo o en alguna casa. Sólo hay palabras.

Algunas no son menores. Las mujeres que dijeron haber trabajado con Marita al mismo tiempo en prostíbulos de La Rioja dieron datos concretos de la explotación sexual, y reconocieron a la joven en fotografías.

Desde el día que Marita desapareció, el 3 de abril de 2002, las 18 hipótesis de la causa se construyeron de la misma manera: con testimonios. Muchos de ellos anónimos; otros que fueron prestados en una comisaría pero que luego no se sostuvieron en tribunales. En estos 10 años también se habló de hechos y personas que no se investigaron. Policías, políticos y jueces formaron parte de acusaciones mediáticas (y otras no tanto, como el condenado juez Moreno de La Rioja). También se habló de los Ale, dueños en ese entonces de la remisería más importante de la provincia.

Lo cierto es que mas allá de la repercusión social del caso, estos 10 años se volverán a discutir. Los defensores cuestionarán a los testigos que perjudiquen a los imputados y levantarán aquellos que aporten pistas que quedaron en el olvido. Los fiscales y los querellantes sostendrán que la hipótesis que conduce a La Rioja es la que más fuerza tiene, y abrazarán los testimonios de las chicas que trabajaron allí.

A los jueces les quedará una difícil misión: escuchar y valorar las palabras. De a quién le crean dependerá la sentencia.

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