05 Febrero 2012
"Mientras piense que puedo leer, puedo ser feliz"
Uno de los más prestigiosos escritores y cineastas franceses, en la primera entrevista concedida a un medio argentino, ofrece detalles sobre sus grandes novelas y películas. También marca las diferencias entre el solitario oficio del escritor y el trabajo en equipo del cineasta. Aunque le otorga a los libros un lugar central en su vida, dice que quemaría su biblioteca para conservar la sonrisa de su hija o la de su esposa. Por Fabián Soberón Para LA GACETA - Tucumán
FOTOS DE: VANGUARDIA.COM.MX, GOLEM.ES, LEXPRESS.FR, REVISTAENIE.CLARIN.COM, GUARDIAN.CO.UK, REVISTANOUMENO.COM.AR, ELORTIBA.ORG, LOSANDES.COM.AR
- En sus novelas se percibe un trabajo cuidadoso con el lenguaje. Se podría decir que la poesía sobrevuela la prosa. Tanto en Almas grises como en La nieta del señor Linh, hay poesía, hay sutileza en el uso del lenguaje. ¿Ese trabajo surge como una voluntad decidida? ¿O se impone como una música que suena sola y que lo arrebata?
- Para mí, es imposible separar la historia del lenguaje. Para cada libro, la lengua es diferente porque ella nace de la historia y, sobre todo, nace de los personajes, particularmente del personaje principal. Lo imagino, imagino sus gestos, sus movimientos, su carácter, y la lengua viene como si fuera a ponerle un segundo atuendo.
- En Almas grises hay una pluralidad de personajes: Destinat, Mierck, Matziev, Josphine, el cura Lurant, Belle de jour, los dos jóvenes soldados, Clemence, etc. La trama se organiza -o parece que se organiza- a partir de las historias diversas y paralelas de los personajes. ¿Cómo ha construido la novela? ¿A partir de las historias individuales o considerando un mapa general, una estructura previa?
- Como para cada uno de mis libros, la historia se construye progresivamente y el lector la descubre, como yo mismo la he descubierto. Comienzo a escribir por la primera palabra, la primera frase. No sé nada de mi historia, no sé nada de los personajes. Yo avanzo poco a poco y las cosas se organizan, los personajes aparecen y otros desaparecen. No preveo absolutamente nada, y es esto lo que me apasiona: descubrir este mundo que jamás había imaginado así. Soy un poco como un explorador que arriba a un nuevo continente. ¡Pero yo no masacro a las poblaciones locales!
- Me ha interesado especialmente el personaje de Matziev, alguien que encarna cierta forma del mal y que, al mismo tiempo, puede defender a un judío en la causa Dreyfus. Un personaje de Ricardo Piglia dice que, a veces, hay que escribir en contra de las ideas de uno mismo. ¿Está de acuerdo con la afirmación de Piglia? ¿Cómo piensa a sus personajes?
- Lo que yo quería sobre todo con este personaje y en esta novela, era mostrar que nada es simple en la vida de los hombres, cuando esta se ve confrontada a grandes sacudones y fracasos de la Historia. Matziev según las épocas de su vida, ha estado, quizás, al costado de la justicia (con Dreyfus) y de algún modo al costado del horror. Esta complejidad es humana, ¡ay!, y es muy difícil portarse bien durante toda una vida, como también es muy difícil juzgar a los hombres. Es necesario desconfiar siempre de la simplificación.
- Si comparamos Almas grises y La nieta del señor Linh, notamos que son dos novelas distintas. En La nieta del señor Linh la historia es crucial, el orden del tiempo del relato está más estructurado. ¿Podría contar cómo escribió esa novela? ¿Por qué decidió cambiar de narrador? ¿Cómo eligió los personajes?
- La nieta del señor Linh ha sido escrita después de Almas grises, y antes de El informe de Brodeck, novela sobre la Historia también y que se integra con las otros dos en una trilogía, y es un eje importante: es la única de las tres que está escrita en tercera persona, y es la única de las tres que adopta una lengua lo más sencilla posible y con un gran despojamiento: pocas palabras, un texto breve, una suerte de cuento humano y filosófico. El gran cambio en relación a Almas grises es que la geografía está desdibujada: uno no sabe dónde transcurre la historia, el lugar jamás es precisado. Por otro lado, cuando me pidieron adaptarla al cine, pensé en ciudades como Montevideo o Buenos Aires, para enredar las pistas, pero renuncié al proyecto por el momento pues no encontré el actor para representar al Señor Bark.
- En sus novelas la guerra aparece como mar de fondo, como telón y personaje de las narraciones. ¿Por qué ha elegido la guerra como personaje ausente o semipresente, como tiempo y como escenario?
- La guerra es parte de la historia de mi región, el Este de Francia: yo fui educado cerca de campos de batallas. Yo jugaba en los antiguos agujeros de los cañones, en las trincheras. Encuentro todavía hoy cañones, bombas, pedazos de cascos de la guerra del 14-18 cuando paseo por los bosques. A toda mi familia la marcaron las guerras del siglo XX. En mi casa se hablaba mucho. Evocábamos a nuestros muertos. A mí me impresionaba mucho, y luego, cuando crecí, la guerra ha sido siempre un objeto de miedo y de reflexión. La humanidad está siempre en guerra. Eso no se detiene jamás. Como si la guerra, el mal, fuese parte de nuestra naturaleza más profunda.
- Usted ha dicho que Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Céline, es la gran novela del siglo XX. ¿Podría ampliar esa afirmación?
- Para mí, es la novela más importante, francesa, claro, del siglo XX. Y es la novela que más me ha marcado en mi vida, a la vez en sus temas y en su lengua.
- Si yo le digo que en su novela Almas grises hay algo de la música negra y bella, algo de ese espíritu amargo de la novela de Céline, ¿Qué me dice? ¿Se ofende?
- No. Al contrario, me halaga que usted relacione esa novela con Céline. Pero la diferencia es que Céline es un genio y yo sólo un autor que hace, espero, las novelas correctas. Almas grises es una novela influenciada por un gran libro, Un rey sin diversiones, de Jean Giono, otro gran referente.
- En su película Hace mucho que te quiero, el conflicto que dirige la acción de Juliette es un asunto difícil, denso, problemático. ¿Por qué eligió el asesinato de un hijo para armar el guión?
- Yo trabajé durante 12 años en prisión, rodeado de mujeres y de hombres detenidos. Es una experiencia humana que me ha marcado muchísimo: hice un libro pequeño, Le bruit des trousseaux, que creo que aún no está traducido al español, y quería ir más lejos: el filme testimonia la dificultad de afrontar la mirada de los otros cuando uno sale de prisión, la dificultad de reencontrar sus gestos, las palabras, los comportamientos de la vida afuera. El filme presenta un ser quebrado por el sufrimiento, pero también por el universo de la cárcel.
Sin palabras
- En la película, el personaje del abuelo no habla, por una enfermedad. Juliette habla poco, pasa mucho tiempo en silencio. ¿Cómo es para un escritor trabajar la negación o la escasez de palabras?
- Es esto justamente lo que me interesa del cine y es una de las razones por las cuales hago los films: en un filme, usted puede expresar gracias al talento de los actores muchas cosas sin recurrir a la palabra, mientras que un escritor no tiene más herramientas que las palabras, para transmitir sus ideas y sus emociones. Este filme en particular es un filme sobre el silencio, sobre el encierro, sobre la dificultad de decir las cosas.
- Creo que en sus novelas los narradores tienen el don del lenguaje, tienen un genio verbal, como decía Borges de Quevedo. Son habladores, algo barrocos, sobre todo en Almas grises y en El informe de Brodeck. Me ha llamado la atención, en este sentido, el contraste entre la profusión verbal de los narradores de las novelas y la sobriedad y la "serenidad" del punto de vista, de la "instancia narrativa" (tomo aquí el concepto de Jacques Aumont), que ha elegido para su película Hace mucho que te quiero. ¿Podría comentar algo sobre esta diferencia?
- Sí, creo que tiene usted razón. Es también por eso que el cine me apasiona, como la pintura, la fotografía, la música, pues las distintas expresiones del arte me permiten expresarme diferentemente y sobre todo buscar siempre cómo abordar el misterio humano. Estas son muchas entradas para penetrar en el laberinto, para utilizar una imagen de la cual Borges no hubiese renegado. Pero yo realicé otro filme, una comedia, que debería poder verla en Argentina, dentro de algún tiempo, espero, y estoy preparando dos filmes muy diferentes entre sí.
Cine y literatura
- Sé que esta es una pregunta repetida. Pero se la hago pensando en mis alumnos de guión, de cine. ¿Podría explicar o comentar las diferencias que hay, para usted, entre escribir una novela y dirigir una película?
- Usted está solo para escribir una novela: no tiene necesidad de actores, de dinero, de productores, de decorados, etcétera. Usted inventa todo y todo es posible. Nada lo limita, salvo su imaginación. Si usted se quiere tomar 15 años para escribir su novela, usted se los toma. Si usted quiere escribirla 20 veces, usted puede. El cine es un trabajo de equipo (y este aspecto es formidable), un arte muy costoso, y donde usted no puede hacer exactamente lo que desea y, sobre todo, que usted no lo puede rehacer. Pero sobre el plano estricto de la escritura, la diferencia es que en el escenario, la parte escrita de un filme está destinada a morir: la obra es el filme y es la imagen la que debe llevar todo y transmitir todo. Imposible tomar tres páginas para explicar las acciones de un personaje. La voz en off es tal vez una muleta en el cine. Algunas veces, tiene todo el sentido, pero a menudo ella está sólo porque el director de escena y el escenógrafo no supieron transcribir en imágenes aquello que querían decir.
- A Bioy Casares no le gustó ninguna versión cinematográfica de sus libros. ¿Cómo se lleva con la versión de Almas grises que hizo Yves Vangelo?
- Es un trabajo en común con Yves. Yo estaba en contra de esta idea de adaptación. Pero se trataba de un amigo y tenía muchas ganas. Yo encuentro que hizo un hermoso filme con el presupuesto limitado que tenía. Los dos actores principales, Jacques Villeret y Jean-Pierre Marielle, son fabulosos. Pero hay otros que no son tan buenos. El ritmo es quizás un poco lento. Pero me gusta mucho este filme. Yo escribí una voz en off muy extraña, que intervenía de vez en cuando, y que aportaba más misterio, porque uno no sabía quién hablaba y decía cosas extrañas. Pero los productores tuvieron miedo y lo suprimimos.
- ¿Ha leído a autores argentinos? ¿Hay alguno que le interese especialmente?
- Evidentemente a Borges, que leí íntegramente cuando tenía 20 y 25 años, pero estoy fascinado por su amigo Bioy Casares, y notablemente por su libro La invención de Morel, que para mí es monumental sobre nuestra angustia humana, sobre el tiempo, el sueño, el amor, la ilusión, el cine y nuestra insatisfacción. En fin, su costado onírico y surrealista.
- ¿Qué autores franceses contemporáneos le interesan?
- Leo mucha literatura francesa contemporánea que es rica y variada: Patrick Deville, Gilles Artlieb, Régis Jauffret, Philippe Jaccottet, Yasmina Reza, Annie Ermaux, Laurent Mauvignier, Yves Ravey, Patrick Modiano, Jean Claude Pirotte, Véronique Ovaldé, son autores que me interesan, pero hay también muchísimos otros.
- A propósito de las relaciones entre libros y vida, dice el narrador de Almas grises: "Estuve a punto de decirle que para mí era justo al revés, que para mí la vida era el pan nuestro de cada día, y que si hubiera habido libros que hubieran podido consolarme de ella me habría arrojado dentro de cabeza". ¿Suscribiría esta afirmación? ¿O se siente más cerca de lo que cree el cura Lurant?
- Yo juego mucho en mis historias a degustar los personajes, las reflexiones sobre el poder y el lugar de los libros que no son aquellos en los que creo. Para mí los libros tienen una importancia capital en mi vida, y mientras que yo piense que puedo leer, pienso que puedo ser feliz. Pero podría quemar inmediatamente la biblioteca para conservar la sonrisa de mi hija o la de mi esposa. Y enseguida, ¡volvería a escribir los libros de esta biblioteca usando la fuerza que sus sonrisas me darían!
- ¿Está escribiendo una nueva novela? ¿Podría adelantar algo?
- Acabo de terminar una que saldrá a la venta en septiembre: Parfums (Perfumes). He escrito también una tercera pieza de teatro, Compromiso, y estoy preparando dos nuevos filmes.
© LA GACETA
* Traducción del francés al castellano de Gisele León.
- Para mí, es imposible separar la historia del lenguaje. Para cada libro, la lengua es diferente porque ella nace de la historia y, sobre todo, nace de los personajes, particularmente del personaje principal. Lo imagino, imagino sus gestos, sus movimientos, su carácter, y la lengua viene como si fuera a ponerle un segundo atuendo.
- En Almas grises hay una pluralidad de personajes: Destinat, Mierck, Matziev, Josphine, el cura Lurant, Belle de jour, los dos jóvenes soldados, Clemence, etc. La trama se organiza -o parece que se organiza- a partir de las historias diversas y paralelas de los personajes. ¿Cómo ha construido la novela? ¿A partir de las historias individuales o considerando un mapa general, una estructura previa?
- Como para cada uno de mis libros, la historia se construye progresivamente y el lector la descubre, como yo mismo la he descubierto. Comienzo a escribir por la primera palabra, la primera frase. No sé nada de mi historia, no sé nada de los personajes. Yo avanzo poco a poco y las cosas se organizan, los personajes aparecen y otros desaparecen. No preveo absolutamente nada, y es esto lo que me apasiona: descubrir este mundo que jamás había imaginado así. Soy un poco como un explorador que arriba a un nuevo continente. ¡Pero yo no masacro a las poblaciones locales!
- Me ha interesado especialmente el personaje de Matziev, alguien que encarna cierta forma del mal y que, al mismo tiempo, puede defender a un judío en la causa Dreyfus. Un personaje de Ricardo Piglia dice que, a veces, hay que escribir en contra de las ideas de uno mismo. ¿Está de acuerdo con la afirmación de Piglia? ¿Cómo piensa a sus personajes?
- Lo que yo quería sobre todo con este personaje y en esta novela, era mostrar que nada es simple en la vida de los hombres, cuando esta se ve confrontada a grandes sacudones y fracasos de la Historia. Matziev según las épocas de su vida, ha estado, quizás, al costado de la justicia (con Dreyfus) y de algún modo al costado del horror. Esta complejidad es humana, ¡ay!, y es muy difícil portarse bien durante toda una vida, como también es muy difícil juzgar a los hombres. Es necesario desconfiar siempre de la simplificación.
- Si comparamos Almas grises y La nieta del señor Linh, notamos que son dos novelas distintas. En La nieta del señor Linh la historia es crucial, el orden del tiempo del relato está más estructurado. ¿Podría contar cómo escribió esa novela? ¿Por qué decidió cambiar de narrador? ¿Cómo eligió los personajes?
- La nieta del señor Linh ha sido escrita después de Almas grises, y antes de El informe de Brodeck, novela sobre la Historia también y que se integra con las otros dos en una trilogía, y es un eje importante: es la única de las tres que está escrita en tercera persona, y es la única de las tres que adopta una lengua lo más sencilla posible y con un gran despojamiento: pocas palabras, un texto breve, una suerte de cuento humano y filosófico. El gran cambio en relación a Almas grises es que la geografía está desdibujada: uno no sabe dónde transcurre la historia, el lugar jamás es precisado. Por otro lado, cuando me pidieron adaptarla al cine, pensé en ciudades como Montevideo o Buenos Aires, para enredar las pistas, pero renuncié al proyecto por el momento pues no encontré el actor para representar al Señor Bark.
- En sus novelas la guerra aparece como mar de fondo, como telón y personaje de las narraciones. ¿Por qué ha elegido la guerra como personaje ausente o semipresente, como tiempo y como escenario?
- La guerra es parte de la historia de mi región, el Este de Francia: yo fui educado cerca de campos de batallas. Yo jugaba en los antiguos agujeros de los cañones, en las trincheras. Encuentro todavía hoy cañones, bombas, pedazos de cascos de la guerra del 14-18 cuando paseo por los bosques. A toda mi familia la marcaron las guerras del siglo XX. En mi casa se hablaba mucho. Evocábamos a nuestros muertos. A mí me impresionaba mucho, y luego, cuando crecí, la guerra ha sido siempre un objeto de miedo y de reflexión. La humanidad está siempre en guerra. Eso no se detiene jamás. Como si la guerra, el mal, fuese parte de nuestra naturaleza más profunda.
- Usted ha dicho que Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Céline, es la gran novela del siglo XX. ¿Podría ampliar esa afirmación?
- Para mí, es la novela más importante, francesa, claro, del siglo XX. Y es la novela que más me ha marcado en mi vida, a la vez en sus temas y en su lengua.
- Si yo le digo que en su novela Almas grises hay algo de la música negra y bella, algo de ese espíritu amargo de la novela de Céline, ¿Qué me dice? ¿Se ofende?
- No. Al contrario, me halaga que usted relacione esa novela con Céline. Pero la diferencia es que Céline es un genio y yo sólo un autor que hace, espero, las novelas correctas. Almas grises es una novela influenciada por un gran libro, Un rey sin diversiones, de Jean Giono, otro gran referente.
- En su película Hace mucho que te quiero, el conflicto que dirige la acción de Juliette es un asunto difícil, denso, problemático. ¿Por qué eligió el asesinato de un hijo para armar el guión?
- Yo trabajé durante 12 años en prisión, rodeado de mujeres y de hombres detenidos. Es una experiencia humana que me ha marcado muchísimo: hice un libro pequeño, Le bruit des trousseaux, que creo que aún no está traducido al español, y quería ir más lejos: el filme testimonia la dificultad de afrontar la mirada de los otros cuando uno sale de prisión, la dificultad de reencontrar sus gestos, las palabras, los comportamientos de la vida afuera. El filme presenta un ser quebrado por el sufrimiento, pero también por el universo de la cárcel.
Sin palabras
- En la película, el personaje del abuelo no habla, por una enfermedad. Juliette habla poco, pasa mucho tiempo en silencio. ¿Cómo es para un escritor trabajar la negación o la escasez de palabras?
- Es esto justamente lo que me interesa del cine y es una de las razones por las cuales hago los films: en un filme, usted puede expresar gracias al talento de los actores muchas cosas sin recurrir a la palabra, mientras que un escritor no tiene más herramientas que las palabras, para transmitir sus ideas y sus emociones. Este filme en particular es un filme sobre el silencio, sobre el encierro, sobre la dificultad de decir las cosas.
- Creo que en sus novelas los narradores tienen el don del lenguaje, tienen un genio verbal, como decía Borges de Quevedo. Son habladores, algo barrocos, sobre todo en Almas grises y en El informe de Brodeck. Me ha llamado la atención, en este sentido, el contraste entre la profusión verbal de los narradores de las novelas y la sobriedad y la "serenidad" del punto de vista, de la "instancia narrativa" (tomo aquí el concepto de Jacques Aumont), que ha elegido para su película Hace mucho que te quiero. ¿Podría comentar algo sobre esta diferencia?
- Sí, creo que tiene usted razón. Es también por eso que el cine me apasiona, como la pintura, la fotografía, la música, pues las distintas expresiones del arte me permiten expresarme diferentemente y sobre todo buscar siempre cómo abordar el misterio humano. Estas son muchas entradas para penetrar en el laberinto, para utilizar una imagen de la cual Borges no hubiese renegado. Pero yo realicé otro filme, una comedia, que debería poder verla en Argentina, dentro de algún tiempo, espero, y estoy preparando dos filmes muy diferentes entre sí.
Cine y literatura
- Sé que esta es una pregunta repetida. Pero se la hago pensando en mis alumnos de guión, de cine. ¿Podría explicar o comentar las diferencias que hay, para usted, entre escribir una novela y dirigir una película?
- Usted está solo para escribir una novela: no tiene necesidad de actores, de dinero, de productores, de decorados, etcétera. Usted inventa todo y todo es posible. Nada lo limita, salvo su imaginación. Si usted se quiere tomar 15 años para escribir su novela, usted se los toma. Si usted quiere escribirla 20 veces, usted puede. El cine es un trabajo de equipo (y este aspecto es formidable), un arte muy costoso, y donde usted no puede hacer exactamente lo que desea y, sobre todo, que usted no lo puede rehacer. Pero sobre el plano estricto de la escritura, la diferencia es que en el escenario, la parte escrita de un filme está destinada a morir: la obra es el filme y es la imagen la que debe llevar todo y transmitir todo. Imposible tomar tres páginas para explicar las acciones de un personaje. La voz en off es tal vez una muleta en el cine. Algunas veces, tiene todo el sentido, pero a menudo ella está sólo porque el director de escena y el escenógrafo no supieron transcribir en imágenes aquello que querían decir.
- A Bioy Casares no le gustó ninguna versión cinematográfica de sus libros. ¿Cómo se lleva con la versión de Almas grises que hizo Yves Vangelo?
- Es un trabajo en común con Yves. Yo estaba en contra de esta idea de adaptación. Pero se trataba de un amigo y tenía muchas ganas. Yo encuentro que hizo un hermoso filme con el presupuesto limitado que tenía. Los dos actores principales, Jacques Villeret y Jean-Pierre Marielle, son fabulosos. Pero hay otros que no son tan buenos. El ritmo es quizás un poco lento. Pero me gusta mucho este filme. Yo escribí una voz en off muy extraña, que intervenía de vez en cuando, y que aportaba más misterio, porque uno no sabía quién hablaba y decía cosas extrañas. Pero los productores tuvieron miedo y lo suprimimos.
- ¿Ha leído a autores argentinos? ¿Hay alguno que le interese especialmente?
- Evidentemente a Borges, que leí íntegramente cuando tenía 20 y 25 años, pero estoy fascinado por su amigo Bioy Casares, y notablemente por su libro La invención de Morel, que para mí es monumental sobre nuestra angustia humana, sobre el tiempo, el sueño, el amor, la ilusión, el cine y nuestra insatisfacción. En fin, su costado onírico y surrealista.
- ¿Qué autores franceses contemporáneos le interesan?
- Leo mucha literatura francesa contemporánea que es rica y variada: Patrick Deville, Gilles Artlieb, Régis Jauffret, Philippe Jaccottet, Yasmina Reza, Annie Ermaux, Laurent Mauvignier, Yves Ravey, Patrick Modiano, Jean Claude Pirotte, Véronique Ovaldé, son autores que me interesan, pero hay también muchísimos otros.
- A propósito de las relaciones entre libros y vida, dice el narrador de Almas grises: "Estuve a punto de decirle que para mí era justo al revés, que para mí la vida era el pan nuestro de cada día, y que si hubiera habido libros que hubieran podido consolarme de ella me habría arrojado dentro de cabeza". ¿Suscribiría esta afirmación? ¿O se siente más cerca de lo que cree el cura Lurant?
- Yo juego mucho en mis historias a degustar los personajes, las reflexiones sobre el poder y el lugar de los libros que no son aquellos en los que creo. Para mí los libros tienen una importancia capital en mi vida, y mientras que yo piense que puedo leer, pienso que puedo ser feliz. Pero podría quemar inmediatamente la biblioteca para conservar la sonrisa de mi hija o la de mi esposa. Y enseguida, ¡volvería a escribir los libros de esta biblioteca usando la fuerza que sus sonrisas me darían!
- ¿Está escribiendo una nueva novela? ¿Podría adelantar algo?
- Acabo de terminar una que saldrá a la venta en septiembre: Parfums (Perfumes). He escrito también una tercera pieza de teatro, Compromiso, y estoy preparando dos nuevos filmes.
© LA GACETA
* Traducción del francés al castellano de Gisele León.
Lo más popular