Por Soledad Nucci
03 Febrero 2012
Bienvenido. Bienvenido al oficio más apasionante del mundo. Te estábamos esperando. Ansiábamos que las palabras salieran de tus dedos. Y rápidas, con huérfana desesperación, fueran en busca de otros ojos. Tus historias se colaron en nuestras páginas y pantallas. Desnudaste al político incumplido, al inspector tramposo, al ladrón malvado, al vecino desagradable, al piropeador atrevido, a la maestra ociosa y a muchos más.
Te has convertido, lector, en partícipe del proceso informativo. Debemos confesar que, al principio, tuvimos miedo. Esto de hacer periodismo entre todos a veces nos confunde. Nos preguntamos si eras de fiar. Si valía la pena dedicarse a escribir cuando cualquiera cuelga en internet lo que está pasando al instante. Cuando cada dueño de un móvil cuenta en qué plaza hay que reunirse para protestar. Cuando todo funcionario y cada famoso tienen un instrumento con el que dan a conocer sus pensamientos. Cuando sabemos, sin asomo de dudas, que los diarios de papel, tal y como los conocemos, morirán en un par de décadas. Cuando las redes sociales se erigen como generadoras absolutas de información.
La respuesta a esos temores la hallamos en vos. La ciudadanía seguirá necesitando de hombres y mujeres con tripas, talento, olfato y voluntad para contar historias. Para develar los secretos que el poder pretende esconder. Para chequear y verificar datos. Para convertir a la escritura en un deleite. Esos son los periodistas que pervivirán. Gracias por devolvernos el entusiasmo.
Te has convertido, lector, en partícipe del proceso informativo. Debemos confesar que, al principio, tuvimos miedo. Esto de hacer periodismo entre todos a veces nos confunde. Nos preguntamos si eras de fiar. Si valía la pena dedicarse a escribir cuando cualquiera cuelga en internet lo que está pasando al instante. Cuando cada dueño de un móvil cuenta en qué plaza hay que reunirse para protestar. Cuando todo funcionario y cada famoso tienen un instrumento con el que dan a conocer sus pensamientos. Cuando sabemos, sin asomo de dudas, que los diarios de papel, tal y como los conocemos, morirán en un par de décadas. Cuando las redes sociales se erigen como generadoras absolutas de información.
La respuesta a esos temores la hallamos en vos. La ciudadanía seguirá necesitando de hombres y mujeres con tripas, talento, olfato y voluntad para contar historias. Para develar los secretos que el poder pretende esconder. Para chequear y verificar datos. Para convertir a la escritura en un deleite. Esos son los periodistas que pervivirán. Gracias por devolvernos el entusiasmo.