15 Enero 2012
El debate de la reelección sin tope no tiene receso
En 2011, la diputada Diana Conti habló de una "Cristina Eterna". El gobernador Alperovich, cuando coqueteó con una reforma, desechó de cuajo la reelección indefinida. Aunque no hay proyectos al respecto, de la periodicidad de los mandatos siempre se habla. En estos días, para el caso, volvió a hacerlo Ernesto Laclau. Lo que dicen los políticos tucumanos
El que comienza es un año no electoral en la Argentina y en Tucumán. Y acaso ese hecho, de por sí despolitizante, torna propicia una discusión netamente política: la reelección y sus límites.
No hay, ni en la Nación ni en la Provincia, proyectos con estado parlamentario para reformar constituciones y modificar el régimen vigente: un mandato, una reelección consecutiva y una pausa de cuanto menos un período de cuatro años para disputar, otra vez, el Ejecutivo federal o el local. Esa situación plantea un escenario en el cual puede reflexionarse acerca de si deben mantenerse los topes a la continuidad en el poder, o no, sin caer en posturas maniqueas, y sin que se hagan lecturas maniqueas de esas posturas.
Eso sí: pocos debates tienen una vigencia tan perenne como la de la reelección y sus formas, figuren o no en las agendas parlamentarias. Durante el verano pasado, la diputada Diana Conti había manifestado: "los sectores ultra K a los que pertenezco avizoramos el deseo de una reforma constitucional porque quisiéramos una Cristina eterna". Pero fue desautorizada por la propia Presidenta, que por entonces ni siquiera había dicho si buscaría su reelección.
Y en Tucumán, tras la re-reelección, el gobernador José Alperovich coqueteó durante septiembre con la idea de una nueva reforma, que después él mismo clausuró, aunque en todo momento aclaró que quería "una oportunidad más" pero no reelección indefinida, porque manifestó que él no está de acuerdo con ese mecanismo.
La proclama
El que ha vuelto a poner la discusión sobre el tapete es el politólogo argentino Ernesto Laclau, radicado en Inglaterra, uno de los pensadores más influyentes (junto con su esposa, Chantal Mouffe) en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y uno de los filósofos más cuestionados por los opositores K. En una entrevista con Hugo Alconada Mon, publicada el domingo pasado por el matutino porteño La Nación, el autor de La razón populista ratificó su postura en favor de una eventual re-reelección de la Presidenta. "¿Por qué tiene que haber un límite? El juez (de la Corte Suprema, Raúl) Zaffaroni, por ejemplo, habla de un régimen parlamentario en el cual haya un presidente ceremonial y un primer ministro sin límites a su reelección, como en Europa".
En la nota, agregó: "Cuando hablo de la posibilidad de la reelección indefinida, no pienso sólo en la Argentina. Pienso en los sistemas democráticos en América latina, que son muy distintos de los europeos, donde el parlamentarismo es una respuesta al hecho de que la fuerza social de cambio se ha opuesto históricamente al autoritarismo de la realeza. En América latina, en cambio, tenemos sistemas presidencialistas fuertes y los procesos de voluntad de cambio se cristalizan alrededor de ciertas figuras, por lo que sustituirlas crea un desequilibrio político".
Los argumentos
Esa postura de Laclau no es nueva. En el ensayo La reelección presidencial indefinida en América Latina, publicado en mayo pasado por la Revista de Instituciones, Ideas y Mercado, el investigador principal del Conicet Mario D. Serrafero, doctor en Derecho y en Sociología y Ciencia Política, da cuenta de la respuesta del autor de Misticismo, retorica y política a la consulta sobre los presidencialismos y la parlamentarización.
"Hay una tradición por la cual el antipersonalismo y el antipopulismo son las formas a través de las cuales la derecha se va consolidando. El problema fundamental es que, cuando se da una ruptura, se precisa una cristalización simbólica, ideológica, que no está dada por las meras fuerzas que participan. (?). En América latina creo que vamos a tener regímenes presidencialistas fuertes como una posibilidad de cambio, porque cualquier régimen que sea una democracia diluida en una pluralidad de fracciones es incapaz de, como dirían los ingleses, delivering the goods (N. de la R.: entregar la mercadería, cumplir los compromisos). Todo régimen político democrático está en un punto intermedio entre el institucionalismo puro, que sería la parlamentarización del poder, y el populismo puro, que sería la concentración del poder en manos de un líder. Siempre ese espacio intermedio va a tener que jugar en las dos puntas. Pero en América latina, más que en Europa, el momento presidencialista, el momento populista, va a ser más fuerte que el otro".
Los hechos
La prédica de Laclau encuentra, en Latinoamérica y en la Argentina, un minoritario correlato en los hechos. En el continente, sólo Venezuela y Nicaragua (a las que debe sumarse el especialísimo caso de Cuba) tienen reelecciones indefinidas para la Presidencia. En cuanto a nuestro país, ese régimen está vigente en cinco provincias, todas ellas consideradas "distritos chicos": San Luis, Catamarca, La Rioja, Formosa y Santa Cruz, el distrito que -reforma constitucional mediante- Néstor Kirchner gobernó durante doce años.
Sorpresivamente, en el plano discursivo, la reelección indefinida tiene todavía menos adhesiones. LA GACETA consultó a cuatro referentes del oficialismo y otros tantos de la oposición, y el rechazo a un sistema que no limite la continuidad del titular del Poder Ejecutivo obtuvo la mayoría.
La respuesta
El escritor, periodista y político cubano Carlos Montaner identifica dos argumentos como los más esgrimidos por los partidarios de la reelección indefinida. Uno, de orden moral, plantea que si la sociedad, libremente, así lo desea, ¿por qué una disposición legal va a impedir la continuidad de un gobernante? El segundo, de orden práctico, se remite a la continuidad de la obra de gobierno: durante un mandato, o dos, no hay tiempo para los cambios que necesita el Estado. Ambos planteos, sostiene Montaner, son falacias.
"La democracia o regla de la mayoría es sólo un método para tomar decisiones colectivas. Por ejemplo, para elegir gobernantes (...). Pero el voto no es la esencia de las repúblicas presidencialistas. La razón de ser de los gobiernos republicanos es la protección de las libertades y los derechos individuales. Las repúblicas surgen para impedir la aparición de tiranías. La mayoría no puede imponernos al mismo mandatario por tiempo indefinido sin violar la esencia del pensamiento republicano. No se trata de que sea buen o mal gobernante: para ser un buen gobernante hay que saber entregar el mando pacíficamente y ser reemplazado por otro ciudadano elegido para encabezar el servicio público", esgrime, sobre la primera cuestión.
El argumento de orden práctico es todavía más débil, según Montaner. "Es imposible acabar la obra de gobierno, como si se tratara de edificar una casa, porque la naturaleza de los problemas cambia constantemente. Un presidente no es otra cosa que el capitán provisional de un buque condenado a navegar eternamente. Jamás ha existido sobre la tierra un gobernante que haya cumplido con todos los objetivos que se ha propuesto. Para que eso suceda tendría que haberse producido una parálisis social e histórica exactamente en el punto en el que formuló sus planes de gobierno. De ahí que la tarea más importante para cualquier estadista realmente responsable y preocupado por el destino nacional sea fortalecer las instituciones para que la transmisión de la autoridad funcione de una manera natural, admitiendo, que el andamiaje republicano no ha sido concebido para cultivar el caudillismo de los hombres excepcionales, sino la sosegada alternancia en el uso del poder", define.
La postura
Una voz más, desde la Argentina, se suma al debate latinoamericano y sienta posición.
"La forma republicana está basada en la división, control y equilibrio de los poderes y tiene como fin último la garantía de las libertades individuales. Los principios que la inspiran son: constitución escrita, separación de poderes, elegibilidad de los funcionarios, periodicidad de los mandatos, responsabilidad de los funcionarios, publicidad de los actos de gobierno y existencia de partidos políticos", sostiene el Gobierno argentino, en "Sistema de Gobierno", en el sitio oficial www.argentina.gob.ar.
No hay, ni en la Nación ni en la Provincia, proyectos con estado parlamentario para reformar constituciones y modificar el régimen vigente: un mandato, una reelección consecutiva y una pausa de cuanto menos un período de cuatro años para disputar, otra vez, el Ejecutivo federal o el local. Esa situación plantea un escenario en el cual puede reflexionarse acerca de si deben mantenerse los topes a la continuidad en el poder, o no, sin caer en posturas maniqueas, y sin que se hagan lecturas maniqueas de esas posturas.
Eso sí: pocos debates tienen una vigencia tan perenne como la de la reelección y sus formas, figuren o no en las agendas parlamentarias. Durante el verano pasado, la diputada Diana Conti había manifestado: "los sectores ultra K a los que pertenezco avizoramos el deseo de una reforma constitucional porque quisiéramos una Cristina eterna". Pero fue desautorizada por la propia Presidenta, que por entonces ni siquiera había dicho si buscaría su reelección.
Y en Tucumán, tras la re-reelección, el gobernador José Alperovich coqueteó durante septiembre con la idea de una nueva reforma, que después él mismo clausuró, aunque en todo momento aclaró que quería "una oportunidad más" pero no reelección indefinida, porque manifestó que él no está de acuerdo con ese mecanismo.
La proclama
El que ha vuelto a poner la discusión sobre el tapete es el politólogo argentino Ernesto Laclau, radicado en Inglaterra, uno de los pensadores más influyentes (junto con su esposa, Chantal Mouffe) en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y uno de los filósofos más cuestionados por los opositores K. En una entrevista con Hugo Alconada Mon, publicada el domingo pasado por el matutino porteño La Nación, el autor de La razón populista ratificó su postura en favor de una eventual re-reelección de la Presidenta. "¿Por qué tiene que haber un límite? El juez (de la Corte Suprema, Raúl) Zaffaroni, por ejemplo, habla de un régimen parlamentario en el cual haya un presidente ceremonial y un primer ministro sin límites a su reelección, como en Europa".
En la nota, agregó: "Cuando hablo de la posibilidad de la reelección indefinida, no pienso sólo en la Argentina. Pienso en los sistemas democráticos en América latina, que son muy distintos de los europeos, donde el parlamentarismo es una respuesta al hecho de que la fuerza social de cambio se ha opuesto históricamente al autoritarismo de la realeza. En América latina, en cambio, tenemos sistemas presidencialistas fuertes y los procesos de voluntad de cambio se cristalizan alrededor de ciertas figuras, por lo que sustituirlas crea un desequilibrio político".
Los argumentos
Esa postura de Laclau no es nueva. En el ensayo La reelección presidencial indefinida en América Latina, publicado en mayo pasado por la Revista de Instituciones, Ideas y Mercado, el investigador principal del Conicet Mario D. Serrafero, doctor en Derecho y en Sociología y Ciencia Política, da cuenta de la respuesta del autor de Misticismo, retorica y política a la consulta sobre los presidencialismos y la parlamentarización.
"Hay una tradición por la cual el antipersonalismo y el antipopulismo son las formas a través de las cuales la derecha se va consolidando. El problema fundamental es que, cuando se da una ruptura, se precisa una cristalización simbólica, ideológica, que no está dada por las meras fuerzas que participan. (?). En América latina creo que vamos a tener regímenes presidencialistas fuertes como una posibilidad de cambio, porque cualquier régimen que sea una democracia diluida en una pluralidad de fracciones es incapaz de, como dirían los ingleses, delivering the goods (N. de la R.: entregar la mercadería, cumplir los compromisos). Todo régimen político democrático está en un punto intermedio entre el institucionalismo puro, que sería la parlamentarización del poder, y el populismo puro, que sería la concentración del poder en manos de un líder. Siempre ese espacio intermedio va a tener que jugar en las dos puntas. Pero en América latina, más que en Europa, el momento presidencialista, el momento populista, va a ser más fuerte que el otro".
Los hechos
La prédica de Laclau encuentra, en Latinoamérica y en la Argentina, un minoritario correlato en los hechos. En el continente, sólo Venezuela y Nicaragua (a las que debe sumarse el especialísimo caso de Cuba) tienen reelecciones indefinidas para la Presidencia. En cuanto a nuestro país, ese régimen está vigente en cinco provincias, todas ellas consideradas "distritos chicos": San Luis, Catamarca, La Rioja, Formosa y Santa Cruz, el distrito que -reforma constitucional mediante- Néstor Kirchner gobernó durante doce años.
Sorpresivamente, en el plano discursivo, la reelección indefinida tiene todavía menos adhesiones. LA GACETA consultó a cuatro referentes del oficialismo y otros tantos de la oposición, y el rechazo a un sistema que no limite la continuidad del titular del Poder Ejecutivo obtuvo la mayoría.
La respuesta
El escritor, periodista y político cubano Carlos Montaner identifica dos argumentos como los más esgrimidos por los partidarios de la reelección indefinida. Uno, de orden moral, plantea que si la sociedad, libremente, así lo desea, ¿por qué una disposición legal va a impedir la continuidad de un gobernante? El segundo, de orden práctico, se remite a la continuidad de la obra de gobierno: durante un mandato, o dos, no hay tiempo para los cambios que necesita el Estado. Ambos planteos, sostiene Montaner, son falacias.
"La democracia o regla de la mayoría es sólo un método para tomar decisiones colectivas. Por ejemplo, para elegir gobernantes (...). Pero el voto no es la esencia de las repúblicas presidencialistas. La razón de ser de los gobiernos republicanos es la protección de las libertades y los derechos individuales. Las repúblicas surgen para impedir la aparición de tiranías. La mayoría no puede imponernos al mismo mandatario por tiempo indefinido sin violar la esencia del pensamiento republicano. No se trata de que sea buen o mal gobernante: para ser un buen gobernante hay que saber entregar el mando pacíficamente y ser reemplazado por otro ciudadano elegido para encabezar el servicio público", esgrime, sobre la primera cuestión.
El argumento de orden práctico es todavía más débil, según Montaner. "Es imposible acabar la obra de gobierno, como si se tratara de edificar una casa, porque la naturaleza de los problemas cambia constantemente. Un presidente no es otra cosa que el capitán provisional de un buque condenado a navegar eternamente. Jamás ha existido sobre la tierra un gobernante que haya cumplido con todos los objetivos que se ha propuesto. Para que eso suceda tendría que haberse producido una parálisis social e histórica exactamente en el punto en el que formuló sus planes de gobierno. De ahí que la tarea más importante para cualquier estadista realmente responsable y preocupado por el destino nacional sea fortalecer las instituciones para que la transmisión de la autoridad funcione de una manera natural, admitiendo, que el andamiaje republicano no ha sido concebido para cultivar el caudillismo de los hombres excepcionales, sino la sosegada alternancia en el uso del poder", define.
La postura
Una voz más, desde la Argentina, se suma al debate latinoamericano y sienta posición.
"La forma republicana está basada en la división, control y equilibrio de los poderes y tiene como fin último la garantía de las libertades individuales. Los principios que la inspiran son: constitución escrita, separación de poderes, elegibilidad de los funcionarios, periodicidad de los mandatos, responsabilidad de los funcionarios, publicidad de los actos de gobierno y existencia de partidos políticos", sostiene el Gobierno argentino, en "Sistema de Gobierno", en el sitio oficial www.argentina.gob.ar.
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