Por Carlos Páez de la Torre H
08 Diciembre 2011
DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO. Excelente imagen directa del prócer, tomada por el famoso fotógrafo Sarony, en Nueva York. LA GACETA / ARCHIVO
Las cartas de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) a Tucumán, dirigidas a su dilecto amigo José Posse (1816-1906), contienen detalles de prácticamente todos los actos de su vida, con las reflexiones consiguientes.
Por ejemplo, en 1877 le ofrecieron ser gobernador de San Juan, función que ya había desempeñado en 1862-63. En carta a Posse del 18 de diciembre, le explicaba que esa oferta "me hace el efecto de un remiendo de calzones de jerga de sirviente, con un pedazo de casulla vieja". Esto aunque "me escriben todos los más tiernos ditirambos, para que acepte aquella prenda", decía.
"Me veo en apuros para fundar la negativa, pues no basta decir que estoy viejo y sordo. De una parte se mezclan buenos deseos trascendentales con respecto a mí, y de otra la imitación y la buena voluntad de disponer del bien ajeno en nuestro propio beneficio", reflexionaba.
"Todo sería soportable si pudiera, sin exponerme a quedar sin medios de subsistencia para en adelante. No puedo vender ni arrendar mi casa, y sería ridículo intentar vivir en San Juan y aquí a un tiempo". Por eso, "he contestado redondamente que no puedo aceptar, y se habrá disipado con eso una bola de jabón, que habría divertido un rato a los niños".
Por lo demás, contaba a Posse, la sordera "ha mejorado sensiblemente pero no del todo ni de una manera estable, teniendo altas y bajas".
Estaba "triste y desencantado, abandonándome a la pereza de espíritu y al humor reconcentrado, que a nada útil conduce, creando el aislamiento".
Por ejemplo, en 1877 le ofrecieron ser gobernador de San Juan, función que ya había desempeñado en 1862-63. En carta a Posse del 18 de diciembre, le explicaba que esa oferta "me hace el efecto de un remiendo de calzones de jerga de sirviente, con un pedazo de casulla vieja". Esto aunque "me escriben todos los más tiernos ditirambos, para que acepte aquella prenda", decía.
"Me veo en apuros para fundar la negativa, pues no basta decir que estoy viejo y sordo. De una parte se mezclan buenos deseos trascendentales con respecto a mí, y de otra la imitación y la buena voluntad de disponer del bien ajeno en nuestro propio beneficio", reflexionaba.
"Todo sería soportable si pudiera, sin exponerme a quedar sin medios de subsistencia para en adelante. No puedo vender ni arrendar mi casa, y sería ridículo intentar vivir en San Juan y aquí a un tiempo". Por eso, "he contestado redondamente que no puedo aceptar, y se habrá disipado con eso una bola de jabón, que habría divertido un rato a los niños".
Por lo demás, contaba a Posse, la sordera "ha mejorado sensiblemente pero no del todo ni de una manera estable, teniendo altas y bajas".
Estaba "triste y desencantado, abandonándome a la pereza de espíritu y al humor reconcentrado, que a nada útil conduce, creando el aislamiento".