"En realidad, todo este debate me parece un disparate"

"En realidad, todo este debate me parece un disparate"

Zecca aludió a los proyectos sobre el aborto. "¿Por qué no podemos salvar las dos vidas, la de la madre y la del hijo? ¿Por qué no tenemos un plan que proteja a la mujer y la acompañe en todo su embarazo?", se pregunta

CATEGÓRICO. El niño que se gesta es otros ser, remarcó el arzobispo. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO CATEGÓRICO. "El niño que se gesta es otros ser", remarcó el arzobispo. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO
03 Noviembre 2011
Se mantuvo informado minuto a minuto sobre todo lo que ocurría en Buenos Aires, respecto del tratamiento en comisión sobre los proyectos de despenalización del aborto. "Tengo muchas dudas sobre la legitimidad de esa sesión en la Comisión de Legislación Penal de Diputados. No me animo a decir que el dictamen es ilegítimo, pero al menos me reservo el derecho de la duda", dijo ayer a LA GACETA el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Horacio Zecca, poco después de presidir la misa por los Fieles Difuntos en el cementerio del Norte.

"Se aprobó el dictamen con apenas siete firmas. Me parece un pronunciamiento bastante endeble para ser un tema tan importante para la sociedad ¿no?", ironizó. "En realidad todo este debate me parece un disparate. ¡Estamos hablando de un derecho fundamental e inalienable como es el derecho a la vida, que está amparado por la Constitución Nacional, por el Pacto de Costa Rica y por todo el derecho internacional. La Iglesia no puede menos que oponerse a ese proyecto que pretende ir en contra del derecho a nacer", remarca con firmeza.

Argumentos falaces

Los argumentos que se utilizan para aprobar la ley del aborto son falaces, según el religioso. "Se habla de una cifra exagerada de muertes por abortos. Sin duda son números inflados. Pero aunque fueran ciertos, ¿por qué tenemos que elegir entre la vida de la madre y la del hijo? ¿Por qué no podemos salvar las dos vidas, la de la madre y la del hijo ya concebido?", se pregunta.

Y sigue: "¿por qué no podemos tener un plan que proteja a la mujer, cuánto más si es adolescente, que la acompañe en todo el embarazo y la ayude a decidir qué hacer con ese niño? ¡Que se ocupe el Estado y nosotros también nos esforcemos para que no se pierda una vida humana!", exhorta. "Este creo que es el camino razonable, no el de elegir entre la vida de la madre y el niño", propone.

Otro argumento que rechaza el arzobispo es el que pregona que la mujer es dueña de su propio cuerpo: "¡estamos de acuerdo! ¿Cómo que no? Pero el niño que se gesta no es su propio cuerpo, es otro ser. Eso lo dice el sentido común, no lo digo yo. ¿Y quién soy para decidir sobre la vida de otro? La vida que la mujer lleva en su seno no es un grano que se lo pueda extirpar, es otra vida. ¡Tampoco lo digo yo, lo dice la Biología! Es más: hay quienes prefieren utilizar el eufemismo y se autoconvencen: 'bueno, total es un conjunto de células, nada más'. ¡Momentito! Ese conjunto de células contiene todo el código genético de un individuo. Después de esto, lo que sigue es la conciencia de cada uno".

"Los diputados tienen que tener conciencia de que no se trata de una cuestión de fe, sino de conciencia y de respeto por la ley natural, máxime si se trata de la vida de un inocente. Alguien me preguntó si tenía problemas en ir a Diputados. ¡Claro que no! Me encantaría que me convoquen, estaría encantado, no me niego al diálogo, pero hay que ser claros: un cristiano no puede votar una ley a favor del aborto; tampoco puede aceptar que le impongan el voto en un tema fundamental como este. Aquí no hay verticalismo ni disposición del partido que valga. Es una cuestión de coherencia", explica.

Desinformación

"Creo que hay mucha desinformación. Es cierto que no se puede justificar la muerte de una mamá pero también es un problema de cultura, familiar, de chicas que se sienten acorraladas por muchas situaciones y todo eso no lo vamos a solucionar con el aborto. Pero además, aquí nadie habla del después, de las huellas psicológicas que deja el aborto. Los problemas de fondo que subrayen no sólo no se solucionan sino que se agravan. Los sacerdotes sabemos muy bien por el fuero de la conciencia lo que sufre una mujer que aborta. ¡Después de 10 años se siguen confesando por el mismo pecado! No hay forma de convencerlas de que Dios ya se ha olvidado, que son ellas las que tienen que perdonarse!", confiesa.

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