28 Octubre 2011
UNA BENDICIÓN. Los hijos de la pareja se sintieron aliviados porque sus padres se acompañaron hasta al final en el cuarto de la clínica. GENTILEZA FAMILIA YEAGER
"La mano es la herramienta del alma, su mensaje/ y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente". ¿Cuán populares serán los poemas de Miguel Hernández en el estado norteamericano de Iowa? ¿Cuántos estadounidenses habrán reparado en esas líneas de tinta española? Probablemente no muchos, aunque algunas historias, como la de Norma y Gordon, parecen ser la representación de esas estrofas.
La pareja -ella de 90 años y él, de 94- se hizo conocida en los últimos días a nivel mundial. No fue su longevidad ni el hecho de haber cumplido 72 años de matrimonio lo que hizo que los ojos del planeta repararan en ellos, sino su muerte. Una muerte particular, claro: los Yeager, tal su apellido, fallecieron en distintas camas, pero unidos por un puente natural. Sus manos.
Cuenta la anécdota, que ha sido publicada por los diarios y páginas web de cientos de países, que los ancianos sufrieron hace 20 días un accidente automovilístico que los dejó convalecientes. Por los fuertes golpes que recibieron y por su edad, ambos debieron ser hospitalizados, de modo que los médicos siguieran de cerca su evolución.
Hubo, sin embargo, una pócima que le resultó a la pareja mucho más efectiva y mágica que cualquier medicamento: el contacto entre sí. Por eso, en el mismo momento en que fueron ubicados en la habitación de la clínica, Norma y Gordon se tomaron de las manos, cada uno en su propio colchón.
No se soltaron desde entonces. Ni siquiera cuando las cosas empeoraron para ambos y la muerte se declaró inminente. El miércoles, y pese al esfuerzo de los especialistas, la respiración del hombre se detuvo cuando el reloj marcaba las 3.38. Estaba rodeado por su familia y aún sostenido por su esposa.
Las enfermeras, empero, no se animaron a diagnosticar su fallecimiento: al momento de chequear sus signos vitales, descubrieron que el monitor de su corazón seguía registrando un ritmo. Los expertos creen que la explicación está en el contacto con la mujer. "El corazón de ella latía a través del de él porque seguían tomados de la mano", aventuró Dennis, uno de los hijos, en su contacto con la prensa.
Habría otra sorpresa para el equipo médico y para la familia. Norma murió exactamente una hora después, a las 4.38. Para el entorno, más que un pesar, el hecho de que ambos ancianos hayan fallecido con tan poco tiempo de diferencia fue una bendición. "Les encantaba estar juntos -recordó el hijo-. Se han mantenido así desde que se casaron, el 26 de mayo de 1939. Fue un alivio que pudieran acompañarse en la unidad de cuidados intensivos. Él siempre decía ?no puedo irme, tengo que quedarme aquí por ella?. Y mi madre decía lo mismo. Eran chapados a la antigua y creían en el matrimonio hasta el último día". Una inspiradora muestra de que el amor se subleva hasta a los mandatos de la muerte.
La pareja -ella de 90 años y él, de 94- se hizo conocida en los últimos días a nivel mundial. No fue su longevidad ni el hecho de haber cumplido 72 años de matrimonio lo que hizo que los ojos del planeta repararan en ellos, sino su muerte. Una muerte particular, claro: los Yeager, tal su apellido, fallecieron en distintas camas, pero unidos por un puente natural. Sus manos.
Cuenta la anécdota, que ha sido publicada por los diarios y páginas web de cientos de países, que los ancianos sufrieron hace 20 días un accidente automovilístico que los dejó convalecientes. Por los fuertes golpes que recibieron y por su edad, ambos debieron ser hospitalizados, de modo que los médicos siguieran de cerca su evolución.
Hubo, sin embargo, una pócima que le resultó a la pareja mucho más efectiva y mágica que cualquier medicamento: el contacto entre sí. Por eso, en el mismo momento en que fueron ubicados en la habitación de la clínica, Norma y Gordon se tomaron de las manos, cada uno en su propio colchón.
No se soltaron desde entonces. Ni siquiera cuando las cosas empeoraron para ambos y la muerte se declaró inminente. El miércoles, y pese al esfuerzo de los especialistas, la respiración del hombre se detuvo cuando el reloj marcaba las 3.38. Estaba rodeado por su familia y aún sostenido por su esposa.
Las enfermeras, empero, no se animaron a diagnosticar su fallecimiento: al momento de chequear sus signos vitales, descubrieron que el monitor de su corazón seguía registrando un ritmo. Los expertos creen que la explicación está en el contacto con la mujer. "El corazón de ella latía a través del de él porque seguían tomados de la mano", aventuró Dennis, uno de los hijos, en su contacto con la prensa.
Habría otra sorpresa para el equipo médico y para la familia. Norma murió exactamente una hora después, a las 4.38. Para el entorno, más que un pesar, el hecho de que ambos ancianos hayan fallecido con tan poco tiempo de diferencia fue una bendición. "Les encantaba estar juntos -recordó el hijo-. Se han mantenido así desde que se casaron, el 26 de mayo de 1939. Fue un alivio que pudieran acompañarse en la unidad de cuidados intensivos. Él siempre decía ?no puedo irme, tengo que quedarme aquí por ella?. Y mi madre decía lo mismo. Eran chapados a la antigua y creían en el matrimonio hasta el último día". Una inspiradora muestra de que el amor se subleva hasta a los mandatos de la muerte.
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