Por Mirta Isabel Lazzaroni
25 Agosto 2011
Todos se quejan de la violencia imperante en la sociedad, en todo el mundo. Sin embargo, no resulta fácil ponerle un freno. Esto se debe, en parte, a que hay creencias que, en vez de disminuirla, la alimentan. Por ejemplo: "la violencia no vuelve sobre quien la ejerce", lo cual es falso ya que, aniquilado el enemigo, se generan otros a partir de la desintegración del primer emisor de violencia. Otra es "nadie se arriesgará a la destrucción recíproca", pero la creación del enemigo y su aniquilación es el paradigma con el cual funciona el sistema de violencia. También se cree que "la violencia se acaba con el castigo equivalente a la agresión sufrida". Lo cierto es que cada nuevo acto de violencia agrega un eslabón en una cadena sin fin. La venganza no conduce a nada; sólo tiene sentido la reconciliación: tratar a los demás como uno quiere ser tratado. Aunque muy pocos se atreven a decir "la violencia se acaba con más violencia", los hechos demuestran que muchos lo creen. No obstante, la violencia no se elimina a sí misma, su realimentación lleva a la autodestrucción, al caos destructivo. Einstein decía: "la paz no puede ser mantenida por la fuerza. Sólo puede ser alcanzada por el entendimiento (la comprensión). Hay quienes piensan que "la violencia desatada lejos no nos afectará", lo cual es falso porque en un sistema cerrado -como el actual- todas las partes están afectadas por el todo. Y si abordamos la violencia económica hay que tener cuidado porque también es falsa la creencia de que "la crisis será superada, como tantas otras", a causa de esta cuestión de estar inmersos en un sistema cerrado.