01 Agosto 2011
Cuando me dijeron que habían visto un punto anaranjado, miré a todos lados y hacia el norte vi un punto amarillo y negro. Empecé a correr, crucé un canal de hielo y le gritaba "¡Alejandro! ¡Alejandro!". Cuando llegué a donde estaba su cuerpo y lo vi, sentí mucho dolor. Estaba solo y lloré. Fue muy duro, porque si bien estaba comunicado por radio, no queríamos transmitir el dolor por temor a que los familiares estuvieran escuchando abajo. Se me vinieron un montón de cosas a la cabeza. Me senté a unos cinco metros, y pensé que podría haber sido cualquiera de nosotros. Pensé en su familia, en cómo le iba a afectar. El día anterior había estado hablando con su madre. Después empecé a reconstruir cómo pudo haber caído, y cuando recorrí la zona y empecé a encontrar otras cosas de él, me puse peor.