Dénles ustedes de comer

Dénles ustedes de comer

Pbro. Dr. Jorge Gandur.

31 Julio 2011
El Evangelio narra el milagro de la multiplicación de panes y peces que hizo Cristo para alimentar a la muchedumbre hambrienta. Ciertamente a Dios no le resulta indiferente que el hombre coma o pase hambre, porque lo ama en la totalidad de su ser que Él creó; por eso Jesús nos enseña a pedir "el pan nuestro de cada día dánosle hoy". En vano nos llamaríamos cristianos si no fuésemos sensibles y responsables ante las necesidades ajenas. También los discípulos de Jesús se preocupan del hambre de aquella gente, pero nada hacen para saciarla: "despide a la multitud para que vaya..." Recuerdan a tantos que hoy denuncian hambre, injusticia y opresión, y no encuentran el modo de vivir personalmente la justicia y la misericordia. Una cosa es predicar, y otra dar trigo.

Las lecturas de hoy aluden a un hambre y sed de naturaleza espiritual. La primera es una invitación a los exilados judíos a pactar una nueva alianza de salvación con Dios, bajo la figura de comida y bebida: "oíd, sedientos todos, acudid por agua... Venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde". Es trasunto del Sal. 41,3: "tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo". Es preciso convertirse a Dios, acudir a Él, fuente de aguas vivas, por medio del amor y la oración constante; así no desfalleceremos. El sal.resp. dice: "Tú les das comida a su tiempo; abres Tú la mano, y sacias de favores a todo viviente". Desde antiguo se utiliza este salmo como oración eucarística

Veamos cómo actúa Jesús en esta ocasión. Al ver el gentío le dio lástima, y "les hablaba del Reino de Dios y curaba a todos los necesitados" (Lc 9,11). Sacia el hambre espiritual, y luego el físico, ya que "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4).

Es enorme la responsabilidad de la Iglesia, misionera por naturaleza, de dar el alimento del Evangelio que tanto necesitan los hombres hambrientos: pueblos antiguos y generaciones nuevas, grupos desarraigados y cristianos por tradición. Cristo nos invita: "dénles ustedes de comer". Sin eludir responsabilidades en lo material, cada uno de nosotros, con fe y trabajo, podrá hacer a la Iglesia siempre fecunda, madre nutricia, instrumento de salvación.

Las lecturas de hoy aluden a un hambre y sed de naturaleza espiritual. La primera es una invitación a los exilados judíos a pactar una nueva alianza de salvación con Dios, bajo la figura de comida y bebida: "oíd, sedientos todos, acudid por agua... Venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde". Es trasunto del Sal. 41,3: "tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo". Es preciso convertirse a Dios, acudir a Él, fuente de aguas vivas, por medio del amor y la oración constante; así no desfalleceremos. El sal.resp. dice: "Tú les das comida a su tiempo; abres Tú la mano, y sacias de favores a todo viviente". Desde antiguo se utiliza este salmo como oración eucarística

Veamos cómo actúa Jesús en esta ocasión. Al ver el gentío le dio lástima, y "les hablaba del Reino de Dios y curaba a todos los necesitados" (Lc 9,11). Sacia el hambre espiritual, y luego el físico, ya que "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4).

Es enorme la responsabilidad de la Iglesia, misionera por naturaleza, de dar el alimento del Evangelio que tanto necesitan los hombres hambrientos: pueblos antiguos y generaciones nuevas, grupos desarraigados y cristianos por tradición. Cristo nos invita: "dénles ustedes de comer". Sin eludir responsabilidades en lo material, cada uno de nosotros, con fe y trabajo, podrá hacer a la Iglesia siempre fecunda, madre nutricia, instrumento de salvación.

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