El tesoro de la Eucaristía

El tesoro de la Eucaristía

Pbro. Dr. Jorge A. Gandur

24 Julio 2011
"El Reino de los cielos es como un tesoro escondido" (Mt 13, 44-46).

El Reino de los cielos se parece a un hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo, y luego de encontrarlo, va, vende lo que tiene, y compra, lleno de alegría, el campo.

La figura de este hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo es un símbolo del alma que despierta a la fe y que descubre los inmensos tesoros que hay en su Iglesia; de entre todos, el principal: la Eucaristía y la gracia.

Hasta ese entonces, el alma no sabía de ese tesoro. Tal vez asistía a misa, pero distraído, sin prestar atención, y lo hacía de vez en cuando; tal vez consideraba a su Iglesia como una más entre todas. Pero llega un día en el que despierta a la fe, es decir, encuentra el tesoro. Y es ahí cuando descubre aquello que estaba oculto a los ojos del cuerpo y a la luz de la razón natural: la gracia de Jesucristo en los sacramentos, la Fuente de Vida eterna en Cristo Eucaristía, el perdón divino en la confesión sacramental, el nacimiento a la vida de hijos de Dios por el bautismo, la consagración a Dios por el matrimonio o el sacerdocio ministerial.

En ese momento, descubre que su Iglesia encierra en sí misma un enorme tesoro, compuesto de muchas piedras preciosas, de monedas y objetos de oro y, de entre todas las cosas valiosas, destaca la Eucaristía como lo más valioso de ese tesoro enormemente valioso.

Reflexionemos

El Evangelio destaca la alegría del hombre de la parábola, al descubrir el tesoro y al vender lo que tiene para quedarse con él. El alma con fe debería tener no esa alegría, sino una alegría sobrenatural, desbordante, gozosa, aún en medio de las tribulaciones, porque lo que encuentra en la Iglesia no es un tesoro material en un campo de tierra, sino algo más grande que los cielos sempiternos: Cristo Eucaristía.

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