24 Julio 2011
EN FAMILIA. Con los atributos del mando (bastón y banda), José Alperovich saluda exultante a sus partidarios, tras la jura de su segundo mandato en octubre de 2007.
Malhablado. Billetera sonriente. Bon vivant. Principal financista. Pragmático. Puntilloso con los números. Estadista. Verborrágico. Intolerante. Radical de cepa. Obsesivo al límite. Controlador. Desconfiado. Rico. Productor de soja. Trabajador. Seductor. Empresario. Genuflexo del gobierno nacional. Ajedrecista. Audaz estratega. Comerciante. Despótico. Antirrepublicano. Con estos 24 conceptos, Nicolás Balinotti y José Sbrocco definen a la figura principal de este libro.
El zar tucumano no es sólo una investigación que da vueltas sobre José Alperovich. Nos invita a una lectura que se desenvuelve en tres niveles:
1) La historia del actual gobernador desde que "era un gordo, negro y transpirado" hasta este político rico, desconfiado que maneja todo con plata.
2) El segundo nivel de lectura aparece cuando describen lo que está pasando en Tucumán y que posiblemente no vemos porque nos distraemos con los movimientos del gobernador y, por lo tanto, perdemos de vista la coyuntura de las instituciones. Así, muestran el estrangulamiento a la prensa, la fiscalización de la Justicia, el control y el manejo de la Legislatura. Los dineros en bolsas de residuos o en bolsas de casas de comercio.
3) En último término, los autores dejan traslucir un tercer nivel. Allí desnudan las peripecias que han tenido que hacer para conseguir que algunos personajes hablen y para que otros den la cara.
Estos tres niveles no están expuestos unos separados de los otros. Se van imbricando en el desarrollo del relato. Eso hace que cualquier tipo de lector se quede atrapado, entusiasmado.
Cuando me senté frente al libro pensé que me iba a ser muy aburrido o difícil conectarme con el texto. Los que estamos en contacto permanente con la vida política de los tucumanos nos queda la sensación de que más o menos sabemos lo que está pasando, pero El zar tucumano alterna esos tres niveles como para que nunca nos distraigamos.
Mágicamente, el libro se comunica sin problemas.
Pueden abordarlo aquellos que siguen a diario la vida de esta provincia y conocen los detalles de la historia. Para ellos está reservado el capítulo dos y la descripción de la fortuna que amasa el mandatario provincial. En el primer caso es verdaderamente interesante ver cómo Alperovich se va haciendo político y cómo a su alrededor todo se va entrelazando, de tal manera, que nunca deja de ser trascendental y decisoria su voluntad de ser un hombre público.
Me quedo con el capítulo del libro que se titula "Su vida política". Con picardía, con esfuerzo y con valentía los autores desnudan un Alperovich que, aún para sorpresa de los que creemos conocerlo, resulta ser una persona que vive, toma mate, duerme y sueña con el poder.
El otro lector, el que busca el personaje, la novela, la descripción lineal de lo que le ha ocurrido a Tucumán, tal vez se desilusione. Sin embargo, para él, Balinotti y Sbrocco le dejan reservadas las anécdotas más curiosas y sorprendentes. Es, tal vez, en estas anécdotas inocentes donde los autores cobran fuerza y sus textos se engrandecen y brillan.
Una anécdota simple, pero fuerte, es el relato de cuando Alperovich trató de armar un encuentro con intendentes y sólo van cuatro de los 18 invitados. El todavía precandidato a gobernador está caído y apesadumbrado? Mansilla le miente a LA GACETA que faltaron cuatro en vez de decirle que cuatro eran los que se estaban mirando la cara. Al otro día, el padre de Alperovich le pregunta como están las cosas y Alperovich le contesta:
-Miranda me va a traicionar.
-Entonces, ¿qué nos queda?, le pregunta el padre.
-No, papá, hace falta poner mucha guita.
-Eso no es problema. Vos decime si vas salir elegido o no.
Corrupción y política
Hace muy poco me encontré viendo por televisión un programa de entrevistas de Jesús Quinteros en la que este gallego genial le preguntaba a un rockero: "¿cuánto le debe la música a la droga?". Ya se imaginarán los balbuceos que salieron del interlocutor. En el acto se me dibujó en mi cabeza la siguiente incógnita: ¿cuánto le debe la corrupción a la política?
Leyendo El zar tucumano volvió a aparecer la pregunta. En el libro hay un capítulo en el que se desarrolla cómo vino funcionando el sistema de adjudicación de obras públicas. La aplicación de cotejos de precios y de licitaciones. Los sobreprecios y las negociaciones, no de los costos, sino de las comisiones que se debían pagar. Da escalofríos ver no sólo el comportamiento de hombres del poder sino la actitud de los empresarios de la construcción. Es imperdible el reportaje que se hace al titular de Viviendas de la Provincia, Gustavo Durán. Es preocupante el desembarco de algún funcionario nacional y son alarmantes las bolsas de residuos llenas de dinero.
Una persona, una vez, me preguntó: pero Alperovich, ¿es corrupto o no? El libro acerca una respuesta. No implica al gobernador en nada. Sí advierte cómo sus familiares y sus empresas se vieron favorecidos. En definitiva, describe un sistema que, así como la droga le deja crear a la música, este le permite hacer a la política.
En periodismo decimos que cuando se hace una denuncia en una investigación no se puede tirar perdigones para todos lados. O los disparos son certeros o no se hacen. Hay tres hechos descriptos en el libro que conducen a una meta inequívoca: 1) cuando Beatriz Rojkés reúne a sus hijos para decirles que el papá se va a meter en política y, por lo tanto, se va a hablar mal de él; 2) los episodios que describen sucesos que golpearon duro la imagen de Alperovich y que la Justicia no profundizó, y 3) las comisiones que se denuncian en el manejo de las obras públicas.
Explicaciones
Para los lectores que no terminan de entender cómo se ordena la política tucumana en la que se entrelazan el bussismo y el kirchnerismo, los autores les dan explicaciones sobre cómo funciona y de cómo empezó cuando Bussi lo llamaba "Pepe".
Les dan explicaciones sobre su relación familiar y de los negocios de su entorno.
Les dan explicaciones sobre la intervención del ministro de Gobierno en la Justicia penal.
Les dan explicaciones sobre el pragmatismo de Alperovich.
Federico Van Mameren
El zar tucumano no es sólo una investigación que da vueltas sobre José Alperovich. Nos invita a una lectura que se desenvuelve en tres niveles:
1) La historia del actual gobernador desde que "era un gordo, negro y transpirado" hasta este político rico, desconfiado que maneja todo con plata.
2) El segundo nivel de lectura aparece cuando describen lo que está pasando en Tucumán y que posiblemente no vemos porque nos distraemos con los movimientos del gobernador y, por lo tanto, perdemos de vista la coyuntura de las instituciones. Así, muestran el estrangulamiento a la prensa, la fiscalización de la Justicia, el control y el manejo de la Legislatura. Los dineros en bolsas de residuos o en bolsas de casas de comercio.
3) En último término, los autores dejan traslucir un tercer nivel. Allí desnudan las peripecias que han tenido que hacer para conseguir que algunos personajes hablen y para que otros den la cara.
Estos tres niveles no están expuestos unos separados de los otros. Se van imbricando en el desarrollo del relato. Eso hace que cualquier tipo de lector se quede atrapado, entusiasmado.
Cuando me senté frente al libro pensé que me iba a ser muy aburrido o difícil conectarme con el texto. Los que estamos en contacto permanente con la vida política de los tucumanos nos queda la sensación de que más o menos sabemos lo que está pasando, pero El zar tucumano alterna esos tres niveles como para que nunca nos distraigamos.
Mágicamente, el libro se comunica sin problemas.
Pueden abordarlo aquellos que siguen a diario la vida de esta provincia y conocen los detalles de la historia. Para ellos está reservado el capítulo dos y la descripción de la fortuna que amasa el mandatario provincial. En el primer caso es verdaderamente interesante ver cómo Alperovich se va haciendo político y cómo a su alrededor todo se va entrelazando, de tal manera, que nunca deja de ser trascendental y decisoria su voluntad de ser un hombre público.
Me quedo con el capítulo del libro que se titula "Su vida política". Con picardía, con esfuerzo y con valentía los autores desnudan un Alperovich que, aún para sorpresa de los que creemos conocerlo, resulta ser una persona que vive, toma mate, duerme y sueña con el poder.
El otro lector, el que busca el personaje, la novela, la descripción lineal de lo que le ha ocurrido a Tucumán, tal vez se desilusione. Sin embargo, para él, Balinotti y Sbrocco le dejan reservadas las anécdotas más curiosas y sorprendentes. Es, tal vez, en estas anécdotas inocentes donde los autores cobran fuerza y sus textos se engrandecen y brillan.
Una anécdota simple, pero fuerte, es el relato de cuando Alperovich trató de armar un encuentro con intendentes y sólo van cuatro de los 18 invitados. El todavía precandidato a gobernador está caído y apesadumbrado? Mansilla le miente a LA GACETA que faltaron cuatro en vez de decirle que cuatro eran los que se estaban mirando la cara. Al otro día, el padre de Alperovich le pregunta como están las cosas y Alperovich le contesta:
-Miranda me va a traicionar.
-Entonces, ¿qué nos queda?, le pregunta el padre.
-No, papá, hace falta poner mucha guita.
-Eso no es problema. Vos decime si vas salir elegido o no.
Corrupción y política
Hace muy poco me encontré viendo por televisión un programa de entrevistas de Jesús Quinteros en la que este gallego genial le preguntaba a un rockero: "¿cuánto le debe la música a la droga?". Ya se imaginarán los balbuceos que salieron del interlocutor. En el acto se me dibujó en mi cabeza la siguiente incógnita: ¿cuánto le debe la corrupción a la política?
Leyendo El zar tucumano volvió a aparecer la pregunta. En el libro hay un capítulo en el que se desarrolla cómo vino funcionando el sistema de adjudicación de obras públicas. La aplicación de cotejos de precios y de licitaciones. Los sobreprecios y las negociaciones, no de los costos, sino de las comisiones que se debían pagar. Da escalofríos ver no sólo el comportamiento de hombres del poder sino la actitud de los empresarios de la construcción. Es imperdible el reportaje que se hace al titular de Viviendas de la Provincia, Gustavo Durán. Es preocupante el desembarco de algún funcionario nacional y son alarmantes las bolsas de residuos llenas de dinero.
Una persona, una vez, me preguntó: pero Alperovich, ¿es corrupto o no? El libro acerca una respuesta. No implica al gobernador en nada. Sí advierte cómo sus familiares y sus empresas se vieron favorecidos. En definitiva, describe un sistema que, así como la droga le deja crear a la música, este le permite hacer a la política.
En periodismo decimos que cuando se hace una denuncia en una investigación no se puede tirar perdigones para todos lados. O los disparos son certeros o no se hacen. Hay tres hechos descriptos en el libro que conducen a una meta inequívoca: 1) cuando Beatriz Rojkés reúne a sus hijos para decirles que el papá se va a meter en política y, por lo tanto, se va a hablar mal de él; 2) los episodios que describen sucesos que golpearon duro la imagen de Alperovich y que la Justicia no profundizó, y 3) las comisiones que se denuncian en el manejo de las obras públicas.
Explicaciones
Para los lectores que no terminan de entender cómo se ordena la política tucumana en la que se entrelazan el bussismo y el kirchnerismo, los autores les dan explicaciones sobre cómo funciona y de cómo empezó cuando Bussi lo llamaba "Pepe".
Les dan explicaciones sobre su relación familiar y de los negocios de su entorno.
Les dan explicaciones sobre la intervención del ministro de Gobierno en la Justicia penal.
Les dan explicaciones sobre el pragmatismo de Alperovich.
Federico Van Mameren