Por Abrehu Carlos
26 Junio 2011
La política fabrica situaciones que dañan la democracia. No puede desconocerse, en efecto, que el proceso electoral que culminará el 28 de agosto en Tucumán, estará signado por la desigualdad de recursos entre el oficialismo y la oposición. Los adversarios de José Alperovich, con su dispersión y espíritu de sálvese quien pueda, colaboraron para agravar el cuadro. Los bolsones, los planes sociales y la dudosa imparcialidad con que se perfila la Junta Electoral Provincial, son pilares de ese contexto.
La vía libre concedida a legisladores y funcionarios para que se presenten como candidatos en los comicios provinciales, sin pedir licencia en la administración pública, es una situación de desigualdad patente. El elenco estable del partido gobernante podrá disponer de la plata del fisco para costear sus giras y hacer política en cada acto de inauguración de obras públicas. Los contribuyentes pagan impuestos para sostener el Estado y no para financiar campañas proselitistas.
En las listas de aspirantes a bancas legislativas del Frente de la Victoria proliferan los ministros candidatos, como Osvaldo Jaldo, Beatriz Mirkin y Silvia Rojkés de Temkin, además del senador nacional Sergio Mansilla.
Estoy en campaña desde el día en que asumí, reconoció Temkin, que conduce la política educativa de la provincia. Los intendentes cuentan con ventajas similares a lo largo y a lo ancho de la provincia. Idem, los comisionados comunales y los concejales. En el caso de la capital, los spots televisivos de Domingo Amaya dibujan la imagen del administrador que gobierna y recluta votos.
Diferencias
La única disidencia en el mundo del oficialismo, fue planteada por el armado que construyó el ministro político Edmundo Jiménez, con dirigentes nuevos en el nivel de las intendencias.
Tras el recio cruce con Mansilla, es probable que Jiménez evite definiciones mordaces durante un buen tiempo. Desensillar hasta que aclare, reza el dicho. En Aguilares, el feudo de Mansilla, criticó el bolsoneo con fines políticos, sin rozar al gobernador ni a la senadora Beatriz Rojkés. No nos dejemos someter por una dádiva porque nosotros no somos ovejas ni esclavos, había manifestado el ministro político. No ponen la cara como nosotros cada dos años en elecciones, pero sí sacan provecho de los que lo hacemos, le retrucó el senador que ayer fue a Olivos, a escuchar a Cristina Fernández. Alperovich intercedió y aplacó los ánimos.
El ministro dejó abierta la puerta de la diferenciación interna, sin salir de la ortodoxia del alperovichismo. La lucha por la sucesión es una materia dinámica en el peronismo, que empieza a plantearse con mucha antelación. El 2015 está lejos, pero cercano en las cavilaciones de los principales jerarcas del partido gobernante. Calculan, no sin razón, que Alperovich reelecto por tercera vez, terminará políticamente agotado. La sociedad no le toleraría un cuarto mandato, razonan en privado.
Entre bambalinas
En el Frente de la Victoria (FPV) se asimiló laboriosamente la constitución de la lista de candidatos a diputados nacionales. Con estilo verticalista se diseñó la nómina, que fue avalada luego en Buenos Aires. La dirigencia alperovichista fue espectadora de la negociación política entre Alperovich y la Casa Rosada. Alfredo Carlos Dato no suscitó reacciones, porque había consenso en que debía repetir el mandato por su identificación con las políticas de la Casa Rosada. Está protegido hasta de los efectos de un tsunami electoral, exageraban.
Los primos del matrimonio Alperovich, Beatriz Mirkin y Benjamín Bromberg, se ubicaron en el segundo y tercer puesto. De Mirkin, algunos reparan en su anterior participación en el extinto Frente de Izquierda Popular de Jorge Abelardo Ramos, pero dejan a un costado su pertenencia al gobierno justicialista de Ramón Bautista Ortega. Bromberg desarrolló toda su vida política en Buenos Aires, en donde se graduó de profesor de Historia.
Se sabe, también, que formó parte del Frente de Estudiantes Nacionales (FEN) que lideró el sociólogo Roberto Grabois en los últimos años de la década del 60. Esa línea se integró a Guardia de Hierro, agrupación que tuvo un papel descollante en el peronismo de los años 70, y en la que militó junto con Grabois y con el sociólogo Hugo Haime, el encuestador predilecto del gobernador.
En esa época defendió la legitimidad del gobierno electo en septiembre de 1973 (Juan Perón-María Estela Martínez de Perón). Posteriormente se lo vinculó con la renovación peronista que surgió tras la derrota de Italo Luder, en los primeros años de la restauración democrática.
Castigo a la disidencia
Bromberg desplazó a Vargas Aignasse, que quedó totalmente afuera de la nómina. No figura ni de suplente. Nadie pidió por vos ni de aquí, ni de Tucumán. Dicen que eso es lo que el diputado escuchó de una alta fuente de la Casa Rosada. No pasó el filtro. En la lista que llevó Alperovich no estaba escrito el apellido Vargas Aignasse. Juan Manuel Abal Medina -secretario de Comunicaciones- le precisó detalle, según aseguraban en el entorno del diputado desplazado.
¿Por qué lo trataron de esa manera? El propio diputado admite que no se le perdonó haber enfrentado al todopoderoso Julio Grondona con la frustrada ley de federalización del fútbol. El proyecto quedó trunco: sus propios compañeros de bancada le retiraron la firma a la adhesión al proyecto. Grondona le dio la llave que necesitaba el gobierno kirchnerista para arrebatarle la televisación del fútbol al Grupo Clarín, a quien el kirchnerismo consideraba su archienemigo mediático en la Argentina.
No permiten el disenso, confesó desilusionado. Quienes compartieron con él años de labor parlamentaria, reconocen que supo ser una de las principales espadas mediáticas del oficialismo en asuntos delicados, como el caso Skanska. Le daban un asunto para que lo estudie y lo resolvía con eficiencia, explicaban. La batalla contra Grondona fue quijotesca en verdad. Este no iba a permitir que los clubes del interior adquirieran un protagonismo molesto.
Golpes tucumanos
Al gobernador tampoco le agradaron los cuestionamientos que había hecho Vargas Aignasse contra la inclusión de los ex bussistas Javier Moroff y Miguel Brito en las listas del oficialismo.
La represalia fue contundente.
La vía libre concedida a legisladores y funcionarios para que se presenten como candidatos en los comicios provinciales, sin pedir licencia en la administración pública, es una situación de desigualdad patente. El elenco estable del partido gobernante podrá disponer de la plata del fisco para costear sus giras y hacer política en cada acto de inauguración de obras públicas. Los contribuyentes pagan impuestos para sostener el Estado y no para financiar campañas proselitistas.
En las listas de aspirantes a bancas legislativas del Frente de la Victoria proliferan los ministros candidatos, como Osvaldo Jaldo, Beatriz Mirkin y Silvia Rojkés de Temkin, además del senador nacional Sergio Mansilla.
Estoy en campaña desde el día en que asumí, reconoció Temkin, que conduce la política educativa de la provincia. Los intendentes cuentan con ventajas similares a lo largo y a lo ancho de la provincia. Idem, los comisionados comunales y los concejales. En el caso de la capital, los spots televisivos de Domingo Amaya dibujan la imagen del administrador que gobierna y recluta votos.
Diferencias
La única disidencia en el mundo del oficialismo, fue planteada por el armado que construyó el ministro político Edmundo Jiménez, con dirigentes nuevos en el nivel de las intendencias.
Tras el recio cruce con Mansilla, es probable que Jiménez evite definiciones mordaces durante un buen tiempo. Desensillar hasta que aclare, reza el dicho. En Aguilares, el feudo de Mansilla, criticó el bolsoneo con fines políticos, sin rozar al gobernador ni a la senadora Beatriz Rojkés. No nos dejemos someter por una dádiva porque nosotros no somos ovejas ni esclavos, había manifestado el ministro político. No ponen la cara como nosotros cada dos años en elecciones, pero sí sacan provecho de los que lo hacemos, le retrucó el senador que ayer fue a Olivos, a escuchar a Cristina Fernández. Alperovich intercedió y aplacó los ánimos.
El ministro dejó abierta la puerta de la diferenciación interna, sin salir de la ortodoxia del alperovichismo. La lucha por la sucesión es una materia dinámica en el peronismo, que empieza a plantearse con mucha antelación. El 2015 está lejos, pero cercano en las cavilaciones de los principales jerarcas del partido gobernante. Calculan, no sin razón, que Alperovich reelecto por tercera vez, terminará políticamente agotado. La sociedad no le toleraría un cuarto mandato, razonan en privado.
Entre bambalinas
En el Frente de la Victoria (FPV) se asimiló laboriosamente la constitución de la lista de candidatos a diputados nacionales. Con estilo verticalista se diseñó la nómina, que fue avalada luego en Buenos Aires. La dirigencia alperovichista fue espectadora de la negociación política entre Alperovich y la Casa Rosada. Alfredo Carlos Dato no suscitó reacciones, porque había consenso en que debía repetir el mandato por su identificación con las políticas de la Casa Rosada. Está protegido hasta de los efectos de un tsunami electoral, exageraban.
Los primos del matrimonio Alperovich, Beatriz Mirkin y Benjamín Bromberg, se ubicaron en el segundo y tercer puesto. De Mirkin, algunos reparan en su anterior participación en el extinto Frente de Izquierda Popular de Jorge Abelardo Ramos, pero dejan a un costado su pertenencia al gobierno justicialista de Ramón Bautista Ortega. Bromberg desarrolló toda su vida política en Buenos Aires, en donde se graduó de profesor de Historia.
Se sabe, también, que formó parte del Frente de Estudiantes Nacionales (FEN) que lideró el sociólogo Roberto Grabois en los últimos años de la década del 60. Esa línea se integró a Guardia de Hierro, agrupación que tuvo un papel descollante en el peronismo de los años 70, y en la que militó junto con Grabois y con el sociólogo Hugo Haime, el encuestador predilecto del gobernador.
En esa época defendió la legitimidad del gobierno electo en septiembre de 1973 (Juan Perón-María Estela Martínez de Perón). Posteriormente se lo vinculó con la renovación peronista que surgió tras la derrota de Italo Luder, en los primeros años de la restauración democrática.
Castigo a la disidencia
Bromberg desplazó a Vargas Aignasse, que quedó totalmente afuera de la nómina. No figura ni de suplente. Nadie pidió por vos ni de aquí, ni de Tucumán. Dicen que eso es lo que el diputado escuchó de una alta fuente de la Casa Rosada. No pasó el filtro. En la lista que llevó Alperovich no estaba escrito el apellido Vargas Aignasse. Juan Manuel Abal Medina -secretario de Comunicaciones- le precisó detalle, según aseguraban en el entorno del diputado desplazado.
¿Por qué lo trataron de esa manera? El propio diputado admite que no se le perdonó haber enfrentado al todopoderoso Julio Grondona con la frustrada ley de federalización del fútbol. El proyecto quedó trunco: sus propios compañeros de bancada le retiraron la firma a la adhesión al proyecto. Grondona le dio la llave que necesitaba el gobierno kirchnerista para arrebatarle la televisación del fútbol al Grupo Clarín, a quien el kirchnerismo consideraba su archienemigo mediático en la Argentina.
No permiten el disenso, confesó desilusionado. Quienes compartieron con él años de labor parlamentaria, reconocen que supo ser una de las principales espadas mediáticas del oficialismo en asuntos delicados, como el caso Skanska. Le daban un asunto para que lo estudie y lo resolvía con eficiencia, explicaban. La batalla contra Grondona fue quijotesca en verdad. Este no iba a permitir que los clubes del interior adquirieran un protagonismo molesto.
Golpes tucumanos
Al gobernador tampoco le agradaron los cuestionamientos que había hecho Vargas Aignasse contra la inclusión de los ex bussistas Javier Moroff y Miguel Brito en las listas del oficialismo.
La represalia fue contundente.