Por Juan Manuel Asis
12 Junio 2011
Pertenezco a la clase 60, a la que, según el estudio Conscripción y crimen: evidencia del reclutamiento argentino que dispara esta producción periodística, le cabría un 4% de posibilidades de tener un registro criminal en la argentina. Afortunadamente, yo no lo tengo. ¿Me habilita este hecho a emitir una opinión al respecto? Pertenecer a ese segmento me permite reflexionar sobre la "colimba" y su posible relación con la criminalidad, y sólo desde mi experiencia.
¿Se puede convertir un ex soldado en criminal? Un compañero de armas del ex Arsenal Miguel de Azcuénaga, lamentablemente, apareció en las páginas policiales de LA GACETA. Pero son más los otros casos, aquellos que no tienen registros por conductas inapropiadas. Ahora bien, ¿qué aspecto de la colimba puede influir para que un ex soldado viole las leyes?
Antes hay que decir que el servicio militar obligatorio impone una serie de reglas: de conducta, de disciplina y de reconocimiento de la autoridad (jerarquía de mando). A los 18, o a los 20 años, a un ser humano el entorno ya lo marcó y llega a un trabajo, a un deporte o en este caso a las Fuerza Armadas, con un perfil de conducta que puede adaptarse o no al régimen militar. Lo malo es que al que no se adapta -por las razones que sea- le espera el calabozo; y el que se adapta, a veces, debe soportar las arbitrariedades del autoritarismo.
En este caso no sólo hay que mirar al que ingresa por un año, sino a los que los reciben con su carrera a cuestas, ya que la falta de profesionalismo -o de auténtica vocación- hace que la ausencia de respeto sea moneda indeseable. El verticalismo militar impone que unos ordenen y que otros obedezcan. Si el que manda lo hace con arbitrariedad es probable que esté generando espíritus rebeldes y más proclives a desconocer a la autoridad. Puede o no ser ese un germen de la criminalidad post-servicio. Es mi opinión.
Al margen, me permito deslizar lo siguiente sobre mi paso por el servicio militar en 1981. Lo imborrable: jurar por la bandera en Concepción. Lo malo: tener que hacer "aparecer" los elementos que "desaparecían" de tu armario. Lo gracioso: la orden de "escuéndase atrás", dada por un sargento. Una imagen: el borceguí izquierdo nuevo con un agujero enorme después de un "baile" tremendo en la ruta 9, en Trancas. Una anécdota: una noche, de centinela, le pegué "cariñosamente" con mi caña a un "soldadito" que salió de su carpa en el vivac, contrariando órdenes, a gritar un gol que Boca le había marcado a River.
¿Se puede convertir un ex soldado en criminal? Un compañero de armas del ex Arsenal Miguel de Azcuénaga, lamentablemente, apareció en las páginas policiales de LA GACETA. Pero son más los otros casos, aquellos que no tienen registros por conductas inapropiadas. Ahora bien, ¿qué aspecto de la colimba puede influir para que un ex soldado viole las leyes?
Antes hay que decir que el servicio militar obligatorio impone una serie de reglas: de conducta, de disciplina y de reconocimiento de la autoridad (jerarquía de mando). A los 18, o a los 20 años, a un ser humano el entorno ya lo marcó y llega a un trabajo, a un deporte o en este caso a las Fuerza Armadas, con un perfil de conducta que puede adaptarse o no al régimen militar. Lo malo es que al que no se adapta -por las razones que sea- le espera el calabozo; y el que se adapta, a veces, debe soportar las arbitrariedades del autoritarismo.
En este caso no sólo hay que mirar al que ingresa por un año, sino a los que los reciben con su carrera a cuestas, ya que la falta de profesionalismo -o de auténtica vocación- hace que la ausencia de respeto sea moneda indeseable. El verticalismo militar impone que unos ordenen y que otros obedezcan. Si el que manda lo hace con arbitrariedad es probable que esté generando espíritus rebeldes y más proclives a desconocer a la autoridad. Puede o no ser ese un germen de la criminalidad post-servicio. Es mi opinión.
Al margen, me permito deslizar lo siguiente sobre mi paso por el servicio militar en 1981. Lo imborrable: jurar por la bandera en Concepción. Lo malo: tener que hacer "aparecer" los elementos que "desaparecían" de tu armario. Lo gracioso: la orden de "escuéndase atrás", dada por un sargento. Una imagen: el borceguí izquierdo nuevo con un agujero enorme después de un "baile" tremendo en la ruta 9, en Trancas. Una anécdota: una noche, de centinela, le pegué "cariñosamente" con mi caña a un "soldadito" que salió de su carpa en el vivac, contrariando órdenes, a gritar un gol que Boca le había marcado a River.
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