11 Junio 2011
Es una nueva realidad, aunque difícil de aceptar, que los adolescentes de hoy, tienen su inicio sexual cada vez más precoz. La adolescencia temprana es apenas el primer esbozo de la búsqueda de sí mismo, etapa de plenas confusiones caracterizada por la rebeldía. Las chicas, sólo con 12 años, se aventuran a tener relaciones sexuales, a veces sin pensarlo siquiera. Es una manera de mostrar autonomía frente a sus padres, una forma de buscar afecto o reconocimiento, de sentirse "grandes", y otras veces, fruto de abusos y sometimientos.
Los varones, por otro lado, buscan tener experiencias apremiados por los cambios hormonales y siguiendo los mandatos sociales, debutan entre los 13 y 14 años. Ha ocurrido un cambio significativo en ésta última década: que debutan entre pares. Siendo más recíproco ese intercambio entre dos adolescentes que desean lo mismo, alternativa más saludable que la primera vez en cinco minutos con una trabajadora sexual y con el padre o tío esperando afuera para escuchar como "el nene se hizo hombre".
La falta de información adecuada, y de contención familiar, son los principales agentes causales, sumado esto a la educación sexual deficiente que reciben del entorno. La televisión que muestra la supremacía del cuerpo y las relaciones light, la escuela que no termina de asumir su rol y no se compromete con programas serios sino que hace intentos esporádicos de implementar la Ley de educación sexual integral, el Estado que aporta con campañas de prevención pero resulta insuficiente. Educar en sexualidad, es educar para la afectividad, para lograr relaciones humanas sanas y responsables, es educar para el amor, para la vida, para la salud. Estamos en una generación de padres y madres que pasan mucho tiempo fuera del hogar, por el trabajo claro, pero esto va en detrimento de la comunicación, de la atención y acompañamiento que necesitan los hijos.
Los adolescentes de hoy ingresan a la sexualidad completa, sin saber lo que implica, ni desde la posibilidad de embarazo o contagio, ni desde el contenido emocional y afectivo. Somos responsables y cómplices de esta realidad. Adultos, padres, docentes, Iglesia, medios de comunicación y Gobierno, tenemos herramientas para lograr un cambio. Y si suena utópico: empecemos por casa.
Los varones, por otro lado, buscan tener experiencias apremiados por los cambios hormonales y siguiendo los mandatos sociales, debutan entre los 13 y 14 años. Ha ocurrido un cambio significativo en ésta última década: que debutan entre pares. Siendo más recíproco ese intercambio entre dos adolescentes que desean lo mismo, alternativa más saludable que la primera vez en cinco minutos con una trabajadora sexual y con el padre o tío esperando afuera para escuchar como "el nene se hizo hombre".
La falta de información adecuada, y de contención familiar, son los principales agentes causales, sumado esto a la educación sexual deficiente que reciben del entorno. La televisión que muestra la supremacía del cuerpo y las relaciones light, la escuela que no termina de asumir su rol y no se compromete con programas serios sino que hace intentos esporádicos de implementar la Ley de educación sexual integral, el Estado que aporta con campañas de prevención pero resulta insuficiente. Educar en sexualidad, es educar para la afectividad, para lograr relaciones humanas sanas y responsables, es educar para el amor, para la vida, para la salud. Estamos en una generación de padres y madres que pasan mucho tiempo fuera del hogar, por el trabajo claro, pero esto va en detrimento de la comunicación, de la atención y acompañamiento que necesitan los hijos.
Los adolescentes de hoy ingresan a la sexualidad completa, sin saber lo que implica, ni desde la posibilidad de embarazo o contagio, ni desde el contenido emocional y afectivo. Somos responsables y cómplices de esta realidad. Adultos, padres, docentes, Iglesia, medios de comunicación y Gobierno, tenemos herramientas para lograr un cambio. Y si suena utópico: empecemos por casa.