Por Nora Jabif
29 Mayo 2011
Los jóvenes no quieren pagar los errores ajenos
Dos españolas que residen temporariamente en Tucumán dan testimonio de lo que está pasando en su país natal, sumido en una profunda crisis que impacta sobre todo entre los jóvenes (casi la mitad está sin empleo), luego de décadas de crecimiento. "La gente está peleando por sus derechos de manera muy digna", afirma María Díaz Ezquerro.
EN ASAMBLEAS. En Madrid, como en otras ciudades españolas, la gente sesiona en comisiones temáticas. REUTERS
"Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es algo precioso. Cuando algo nos indigna, como a mí me indignó el nazismo, nos volvemos militantes, fuertes y comprometidos", ha escrito hace unos meses Stéphane Hessel en "Indignaos", el panfleto que le ha dado parte del nombre y el espíritu al 15 M -Indignados, el movimiento que estalló el 15 de mayo en España.
Los jóvenes españoles que han invadido la Puerta del Sol y demás espacios públicos han tomado al pie de la letra el mandato de Hessel (93 años, ex miembro de la resistencia francesa y uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre), y le han echado fuego a la indignación, hasta convertirla en una herramienta política. Ayer, a los españoles se sumaron alrededor de 300 jóvenes portugueses, que en Lisboa marcharon cantando consignas en contra del FMI. Según la agencia AFP, los manifestantes desfilaron bajo un fuerte aguacero hasta la plaza del Rossio, en el centro de la capital portuguesa, donde un pequeño "campamento" fue instalado desde fines de la semana pasada, reuniendo cada día "una asamblea popular" de varias decenas de jóvenes, ocho días antes de las elecciones legislativas anticipadas. Tras Grecia e Irlanda el año pasado, Portugal se convirtió a comienzos de abril en el tercer país de la eurozona en solicitar una ayuda financiera de la Unión y del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En Tucumán, lejos de su España natal, María Díaz Ezquerro (24) acerca pistas para entender qué está pasando. "Lo que más me indigna de todo esto, que a mí ya me clama al cielo, es que querían que la gente saliese de la plaza porque la necesitaban limpia para el partido de fútbol de la Champion (ayer, entre el Barcelona y el Manchester). Han dicho que ayer (por el jueves) en Barcelona ha habido una batalla campal. Mentira: la gente estaba pacíficamente sentada", enfatiza la estudiante de Psicología, que está concluyendo sus estudios en Tucumán (pasantía en la Fundación León), con una beca de la cooperación internacional. En la Fundación León, María se ha conocido con Esther Martínez (27) una ingeniera química de Zaragoza que le pone nombre y apellido al movimiento de los indignados.
"La gente está peleando por su derechos de una manera muy digna. Con esta política bipartidista, los políticos sólo se esfuerzan por ponerse las zancadillas unos a otros. Con el poco dinero que se dedica a educación, a investigación, a sanidad, se destinan los fondos a gastos militares y a gastos de políticos en dietas y en representación", subraya Esther. "Hay falta de empleo, la generación mejor preparada en España está siendo vapuleada, con contratos de práctica (trabajo basura); hasta los 35 años no cotizas a la seguridad social, tu vida laboral se va achicando, la jubilación se está alargando; en noviembre he estado cobrando el sueldo mínimo por dar formación a parados. De mi promoción, muchos compañeros están trabajando afuera, como yo estuve en Holanda", continúa la zaragozeña. Datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) terminan de armar el cuadro: con un 43,5% de jóvenes sin trabajo, España encabeza el ránking de la UE en ese punto (la media de la región alcanza el 20,4%). Esther es el modelo de "joven hipercalificado" que no encuentra empleo en un país que ha estallado por mala gestión política y económica y porque todo el mundo pedía un crédito que ahora no puede pagar. "Todo esto cayó por su propio peso; los bancos cerraron y la gente se ha quedado sin casas, sin empleos", grafica María, que asegura que el M15 trasciende la mera cuestión generacional.
Sin embargo, los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), reunidos en París el martes pasado para celebrar sus 50 años, anunciaron la necesidad de una agenda que deba incluir "nuevas fuentes de crecimiento, respetuosas con el medio ambiente, reforzar la paridad hombre-mujer y poner el eje en el fomento al empleo. Y han reconocido que los mayores perdedores de esta crisis han sido los "jóvenes".
Un despertar
El sociólogo Dan Adaszko señala que esta explosión de participación de los jóvenes marca un despertar en esa franja, tras décadas de desinterés por la cosa pública.
"Esta generación percibe que un modelo que durante 30 años se generalizó no trajo los resultados que se proponía. En los países árabes, las principales movilizaciones las están haciendo los jóvenes. Hay una especie de descontento, en cada lugar, con los modelos sociales - no sólo políticos- que los preceden", destaca, en diálogo con LA GACETA, Adaszko, que integra el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
"Antes, en Francia fueron los jóvenes marginales en las afueras de París. De todas formas, donde más se reacciona es donde más fuertemente caen los modelos, donde hay un mayor nivel de frustración respecto de los modelos previos".
Una primera caracterización sobre los movimientos sociales de las últimas décadas es la movilización espontánea, sin un cauce institucional que la contenga, que la organice. Sin embargo, destaca Adaszko, tanto en España como en los países árabes, pueden observarse dos etapas. "Primero operan movimientos que se movilizan por un cambio, sin tener necesariamente que saber hacia dónde se dirige ese cambio. Luego, se organizan en grupos más reducidos que sí tienen una agenda política y que están pidiendo la ampliación de derechos, y más oportunidades", apunta el sociólogo de la UCA.
María y Esther le dan la razón. Aseguran que en cada ciudad, en cada acampada, hay asambleas organizadas y diferentes comisiones "de política, economía, medio ambiente, sanidad, derechos sociales cultura y educación". "Todas las acampadas - observa María -han nacido de la gente de a pie, que decide luchar desde abajo para intentar llegar al Parlamento con un referéndum para que se cambie la ley electoral; y para que ello permita romper el bipartidismo del PSOE y el PP".
Los jóvenes españoles que han invadido la Puerta del Sol y demás espacios públicos han tomado al pie de la letra el mandato de Hessel (93 años, ex miembro de la resistencia francesa y uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre), y le han echado fuego a la indignación, hasta convertirla en una herramienta política. Ayer, a los españoles se sumaron alrededor de 300 jóvenes portugueses, que en Lisboa marcharon cantando consignas en contra del FMI. Según la agencia AFP, los manifestantes desfilaron bajo un fuerte aguacero hasta la plaza del Rossio, en el centro de la capital portuguesa, donde un pequeño "campamento" fue instalado desde fines de la semana pasada, reuniendo cada día "una asamblea popular" de varias decenas de jóvenes, ocho días antes de las elecciones legislativas anticipadas. Tras Grecia e Irlanda el año pasado, Portugal se convirtió a comienzos de abril en el tercer país de la eurozona en solicitar una ayuda financiera de la Unión y del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En Tucumán, lejos de su España natal, María Díaz Ezquerro (24) acerca pistas para entender qué está pasando. "Lo que más me indigna de todo esto, que a mí ya me clama al cielo, es que querían que la gente saliese de la plaza porque la necesitaban limpia para el partido de fútbol de la Champion (ayer, entre el Barcelona y el Manchester). Han dicho que ayer (por el jueves) en Barcelona ha habido una batalla campal. Mentira: la gente estaba pacíficamente sentada", enfatiza la estudiante de Psicología, que está concluyendo sus estudios en Tucumán (pasantía en la Fundación León), con una beca de la cooperación internacional. En la Fundación León, María se ha conocido con Esther Martínez (27) una ingeniera química de Zaragoza que le pone nombre y apellido al movimiento de los indignados.
"La gente está peleando por su derechos de una manera muy digna. Con esta política bipartidista, los políticos sólo se esfuerzan por ponerse las zancadillas unos a otros. Con el poco dinero que se dedica a educación, a investigación, a sanidad, se destinan los fondos a gastos militares y a gastos de políticos en dietas y en representación", subraya Esther. "Hay falta de empleo, la generación mejor preparada en España está siendo vapuleada, con contratos de práctica (trabajo basura); hasta los 35 años no cotizas a la seguridad social, tu vida laboral se va achicando, la jubilación se está alargando; en noviembre he estado cobrando el sueldo mínimo por dar formación a parados. De mi promoción, muchos compañeros están trabajando afuera, como yo estuve en Holanda", continúa la zaragozeña. Datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) terminan de armar el cuadro: con un 43,5% de jóvenes sin trabajo, España encabeza el ránking de la UE en ese punto (la media de la región alcanza el 20,4%). Esther es el modelo de "joven hipercalificado" que no encuentra empleo en un país que ha estallado por mala gestión política y económica y porque todo el mundo pedía un crédito que ahora no puede pagar. "Todo esto cayó por su propio peso; los bancos cerraron y la gente se ha quedado sin casas, sin empleos", grafica María, que asegura que el M15 trasciende la mera cuestión generacional.
Sin embargo, los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), reunidos en París el martes pasado para celebrar sus 50 años, anunciaron la necesidad de una agenda que deba incluir "nuevas fuentes de crecimiento, respetuosas con el medio ambiente, reforzar la paridad hombre-mujer y poner el eje en el fomento al empleo. Y han reconocido que los mayores perdedores de esta crisis han sido los "jóvenes".
Un despertar
El sociólogo Dan Adaszko señala que esta explosión de participación de los jóvenes marca un despertar en esa franja, tras décadas de desinterés por la cosa pública.
"Esta generación percibe que un modelo que durante 30 años se generalizó no trajo los resultados que se proponía. En los países árabes, las principales movilizaciones las están haciendo los jóvenes. Hay una especie de descontento, en cada lugar, con los modelos sociales - no sólo políticos- que los preceden", destaca, en diálogo con LA GACETA, Adaszko, que integra el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
"Antes, en Francia fueron los jóvenes marginales en las afueras de París. De todas formas, donde más se reacciona es donde más fuertemente caen los modelos, donde hay un mayor nivel de frustración respecto de los modelos previos".
Una primera caracterización sobre los movimientos sociales de las últimas décadas es la movilización espontánea, sin un cauce institucional que la contenga, que la organice. Sin embargo, destaca Adaszko, tanto en España como en los países árabes, pueden observarse dos etapas. "Primero operan movimientos que se movilizan por un cambio, sin tener necesariamente que saber hacia dónde se dirige ese cambio. Luego, se organizan en grupos más reducidos que sí tienen una agenda política y que están pidiendo la ampliación de derechos, y más oportunidades", apunta el sociólogo de la UCA.
María y Esther le dan la razón. Aseguran que en cada ciudad, en cada acampada, hay asambleas organizadas y diferentes comisiones "de política, economía, medio ambiente, sanidad, derechos sociales cultura y educación". "Todas las acampadas - observa María -han nacido de la gente de a pie, que decide luchar desde abajo para intentar llegar al Parlamento con un referéndum para que se cambie la ley electoral; y para que ello permita romper el bipartidismo del PSOE y el PP".
Los jóvenes españoles que han invadido la Puerta del Sol y demás espacios públicos han tomado al pie de la letra el mandato de Hessel (93 años, ex miembro de la resistencia francesa y uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre), y le han echado fuego a la indignación, hasta convertirla en una herramienta política. Ayer, a los españoles se sumaron alrededor de 300 jóvenes portugueses, que en Lisboa marcharon cantando consignas en contra del FMI. Según la agencia AFP, los manifestantes desfilaron bajo un fuerte aguacero hasta la plaza del Rossio, en el centro de la capital portuguesa, donde un pequeño "campamento" fue instalado desde fines de la semana pasada, reuniendo cada día "una asamblea popular" de varias decenas de jóvenes, ocho días antes de las elecciones legislativas anticipadas. Tras Grecia e Irlanda el año pasado, Portugal se convirtió a comienzos de abril en el tercer país de la eurozona en solicitar una ayuda financiera de la Unión y del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En Tucumán, lejos de su España natal, María Díaz Ezquerro (24) acerca pistas para entender qué está pasando. "Lo que más me indigna de todo esto, que a mí ya me clama al cielo, es que querían que la gente saliese de la plaza porque la necesitaban limpia para el partido de fútbol de la Champion (ayer, entre el Barcelona y el Manchester). Han dicho que ayer (por el jueves) en Barcelona ha habido una batalla campal. Mentira: la gente estaba pacíficamente sentada", enfatiza la estudiante de Psicología, que está concluyendo sus estudios en Tucumán (pasantía en la Fundación León), con una beca de la cooperación internacional. En la Fundación León, María se ha conocido con Esther Martínez (27) una ingeniera química de Zaragoza que le pone nombre y apellido al movimiento de los indignados.
"La gente está peleando por su derechos de una manera muy digna. Con esta política bipartidista, los políticos sólo se esfuerzan por ponerse las zancadillas unos a otros. Con el poco dinero que se dedica a educación, a investigación, a sanidad, se destinan los fondos a gastos militares y a gastos de políticos en dietas y en representación", subraya Esther. "Hay falta de empleo, la generación mejor preparada en España está siendo vapuleada, con contratos de práctica (trabajo basura); hasta los 35 años no cotizas a la seguridad social, tu vida laboral se va achicando, la jubilación se está alargando; en noviembre he estado cobrando el sueldo mínimo por dar formación a parados. De mi promoción, muchos compañeros están trabajando afuera, como yo estuve en Holanda", continúa la zaragozeña. Datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) terminan de armar el cuadro: con un 43,5% de jóvenes sin trabajo, España encabeza el ránking de la UE en ese punto (la media de la región alcanza el 20,4%). Esther es el modelo de "joven hipercalificado" que no encuentra empleo en un país que ha estallado por mala gestión política y económica y porque todo el mundo pedía un crédito que ahora no puede pagar. "Todo esto cayó por su propio peso; los bancos cerraron y la gente se ha quedado sin casas, sin empleos", grafica María, que asegura que el M15 trasciende la mera cuestión generacional.
Sin embargo, los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), reunidos en París el martes pasado para celebrar sus 50 años, anunciaron la necesidad de una agenda que deba incluir "nuevas fuentes de crecimiento, respetuosas con el medio ambiente, reforzar la paridad hombre-mujer y poner el eje en el fomento al empleo. Y han reconocido que los mayores perdedores de esta crisis han sido los "jóvenes".
Un despertar
El sociólogo Dan Adaszko señala que esta explosión de participación de los jóvenes marca un despertar en esa franja, tras décadas de desinterés por la cosa pública.
"Esta generación percibe que un modelo que durante 30 años se generalizó no trajo los resultados que se proponía. En los países árabes, las principales movilizaciones las están haciendo los jóvenes. Hay una especie de descontento, en cada lugar, con los modelos sociales - no sólo políticos- que los preceden", destaca, en diálogo con LA GACETA, Adaszko, que integra el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
"Antes, en Francia fueron los jóvenes marginales en las afueras de París. De todas formas, donde más se reacciona es donde más fuertemente caen los modelos, donde hay un mayor nivel de frustración respecto de los modelos previos".
Una primera caracterización sobre los movimientos sociales de las últimas décadas es la movilización espontánea, sin un cauce institucional que la contenga, que la organice. Sin embargo, destaca Adaszko, tanto en España como en los países árabes, pueden observarse dos etapas. "Primero operan movimientos que se movilizan por un cambio, sin tener necesariamente que saber hacia dónde se dirige ese cambio. Luego, se organizan en grupos más reducidos que sí tienen una agenda política y que están pidiendo la ampliación de derechos, y más oportunidades", apunta el sociólogo de la UCA.
María y Esther le dan la razón. Aseguran que en cada ciudad, en cada acampada, hay asambleas organizadas y diferentes comisiones "de política, economía, medio ambiente, sanidad, derechos sociales cultura y educación". "Todas las acampadas - observa María -han nacido de la gente de a pie, que decide luchar desde abajo para intentar llegar al Parlamento con un referéndum para que se cambie la ley electoral; y para que ello permita romper el bipartidismo del PSOE y el PP".
Los jóvenes españoles que han invadido la Puerta del Sol y demás espacios públicos han tomado al pie de la letra el mandato de Hessel (93 años, ex miembro de la resistencia francesa y uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre), y le han echado fuego a la indignación, hasta convertirla en una herramienta política. Ayer, a los españoles se sumaron alrededor de 300 jóvenes portugueses, que en Lisboa marcharon cantando consignas en contra del FMI. Según la agencia AFP, los manifestantes desfilaron bajo un fuerte aguacero hasta la plaza del Rossio, en el centro de la capital portuguesa, donde un pequeño "campamento" fue instalado desde fines de la semana pasada, reuniendo cada día "una asamblea popular" de varias decenas de jóvenes, ocho días antes de las elecciones legislativas anticipadas. Tras Grecia e Irlanda el año pasado, Portugal se convirtió a comienzos de abril en el tercer país de la eurozona en solicitar una ayuda financiera de la Unión y del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En Tucumán, lejos de su España natal, María Díaz Ezquerro (24) acerca pistas para entender qué está pasando. "Lo que más me indigna de todo esto, que a mí ya me clama al cielo, es que querían que la gente saliese de la plaza porque la necesitaban limpia para el partido de fútbol de la Champion (ayer, entre el Barcelona y el Manchester). Han dicho que ayer (por el jueves) en Barcelona ha habido una batalla campal. Mentira: la gente estaba pacíficamente sentada", enfatiza la estudiante de Psicología, que está concluyendo sus estudios en Tucumán (pasantía en la Fundación León), con una beca de la cooperación internacional. En la Fundación León, María se ha conocido con Esther Martínez (27) una ingeniera química de Zaragoza que le pone nombre y apellido al movimiento de los indignados.
"La gente está peleando por su derechos de una manera muy digna. Con esta política bipartidista, los políticos sólo se esfuerzan por ponerse las zancadillas unos a otros. Con el poco dinero que se dedica a educación, a investigación, a sanidad, se destinan los fondos a gastos militares y a gastos de políticos en dietas y en representación", subraya Esther. "Hay falta de empleo, la generación mejor preparada en España está siendo vapuleada, con contratos de práctica (trabajo basura); hasta los 35 años no cotizas a la seguridad social, tu vida laboral se va achicando, la jubilación se está alargando; en noviembre he estado cobrando el sueldo mínimo por dar formación a parados. De mi promoción, muchos compañeros están trabajando afuera, como yo estuve en Holanda", continúa la zaragozeña. Datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) terminan de armar el cuadro: con un 43,5% de jóvenes sin trabajo, España encabeza el ránking de la UE en ese punto (la media de la región alcanza el 20,4%). Esther es el modelo de "joven hipercalificado" que no encuentra empleo en un país que ha estallado por mala gestión política y económica y porque todo el mundo pedía un crédito que ahora no puede pagar. "Todo esto cayó por su propio peso; los bancos cerraron y la gente se ha quedado sin casas, sin empleos", grafica María, que asegura que el M15 trasciende la mera cuestión generacional.
Sin embargo, los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), reunidos en París el martes pasado para celebrar sus 50 años, anunciaron la necesidad de una agenda que deba incluir "nuevas fuentes de crecimiento, respetuosas con el medio ambiente, reforzar la paridad hombre-mujer y poner el eje en el fomento al empleo. Y han reconocido que los mayores perdedores de esta crisis han sido los "jóvenes".
Un despertar
El sociólogo Dan Adaszko señala que esta explosión de participación de los jóvenes marca un despertar en esa franja, tras décadas de desinterés por la cosa pública.
"Esta generación percibe que un modelo que durante 30 años se generalizó no trajo los resultados que se proponía. En los países árabes, las principales movilizaciones las están haciendo los jóvenes. Hay una especie de descontento, en cada lugar, con los modelos sociales - no sólo políticos- que los preceden", destaca, en diálogo con LA GACETA, Adaszko, que integra el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
"Antes, en Francia fueron los jóvenes marginales en las afueras de París. De todas formas, donde más se reacciona es donde más fuertemente caen los modelos, donde hay un mayor nivel de frustración respecto de los modelos previos".
Una primera caracterización sobre los movimientos sociales de las últimas décadas es la movilización espontánea, sin un cauce institucional que la contenga, que la organice. Sin embargo, destaca Adaszko, tanto en España como en los países árabes, pueden observarse dos etapas. "Primero operan movimientos que se movilizan por un cambio, sin tener necesariamente que saber hacia dónde se dirige ese cambio. Luego, se organizan en grupos más reducidos que sí tienen una agenda política y que están pidiendo la ampliación de derechos, y más oportunidades", apunta el sociólogo de la UCA.
María y Esther le dan la razón. Aseguran que en cada ciudad, en cada acampada, hay asambleas organizadas y diferentes comisiones "de política, economía, medio ambiente, sanidad, derechos sociales cultura y educación". "Todas las acampadas - observa María -han nacido de la gente de a pie, que decide luchar desde abajo para intentar llegar al Parlamento con un referéndum para que se cambie la ley electoral; y para que ello permita romper el bipartidismo del PSOE y el PP".