21 Mayo 2011
EXTRAÑA TUCUMÁN. Torres no toca en su provincia desde hace 10 años. LA GACETA / ENRIQUE GALINDEZ
"El hecho de que el charango suene con una orquesta sinfónica o de cámara o en el Colón llama la atención, comienza a ser considerado. En bandas de rock no es difícil verlo. No es difícil verlo en distintas calles del mundo. Nosotros grabamos un disco de música electrónica con charango". Lo dice, con amplio conocimiento de causa, Jaime Torres, quien usó la música como excusa para hablar en el ciclo Café Cultura Nación, en el marco del Mayo de las Letras. Al final de la charla encendió al público con siete temas que tocó junto a Federico Siciliano en guitarra y acordeón a piano, y con la colaboración espontánea de Adrián Sosa. Él aportó su bombo para entonar una cueca que Torres tocaba con Mercedes Sosa.
Con su característico tono tranquilo Torres habló con LA GACETA no sólo del charango como instrumento en sí sino como metáfora de lo mucho que cuesta en Argentina reconocer y valorar las propias raíces culturales.
"Después de la llegada de los españoles este pequeño instrumento siempre estuvo presente en la vida rural. Es un hecho social y se ha ido develando por sí mismo, muy lentamente, a fuerza del trabajo de los músicos y de la gente. Ahora hay muchísimos chicos aprendiendo a tocar; también sikus, quenas o erkes, que hoy están popularizados porque se hizo un trabajo, pero hubo un largo desconocimiento. Y esto pasa en toda América del Sur", afirma.
"Gustavo Santaolalla ganó un Oscar con música de charango -advierte Torres- y tengo la satisfacción de que aprendió escuchando mis discos". El músico se remonta al momento en que el instrumento se volvió popular: "nosotros comenzamos, con Ariel Ramírez, la conjunción piano-charango. Reclamo (yo soy nacido en Tucumán) ¡que hace 10 años que no venimos a tocar!" Torres, que está escribiendo un libro sobre el instrumento, quiere que Tucumán escuche su suite para charango y orquesta.
"Tengo el privilegio de tener muchos amigos artistas -reconoce-. Vivo en un barrio (y trato ser un buen vecino) cerca de la cancha de Boca. En ese estadio hace seis años tocamos la Misa Criolla, que grabó Mercedes en un concierto memorable con Pavarotti. Fue una noche inolvidable. Yo, que siempre grité los goles -deja entrever su preferencia futbolera-, hasta recibí el aplauso de ?La 12?cuando entré a tocar... ¡que más se puede pedir!"
Con su característico tono tranquilo Torres habló con LA GACETA no sólo del charango como instrumento en sí sino como metáfora de lo mucho que cuesta en Argentina reconocer y valorar las propias raíces culturales.
"Después de la llegada de los españoles este pequeño instrumento siempre estuvo presente en la vida rural. Es un hecho social y se ha ido develando por sí mismo, muy lentamente, a fuerza del trabajo de los músicos y de la gente. Ahora hay muchísimos chicos aprendiendo a tocar; también sikus, quenas o erkes, que hoy están popularizados porque se hizo un trabajo, pero hubo un largo desconocimiento. Y esto pasa en toda América del Sur", afirma.
"Gustavo Santaolalla ganó un Oscar con música de charango -advierte Torres- y tengo la satisfacción de que aprendió escuchando mis discos". El músico se remonta al momento en que el instrumento se volvió popular: "nosotros comenzamos, con Ariel Ramírez, la conjunción piano-charango. Reclamo (yo soy nacido en Tucumán) ¡que hace 10 años que no venimos a tocar!" Torres, que está escribiendo un libro sobre el instrumento, quiere que Tucumán escuche su suite para charango y orquesta.
"Tengo el privilegio de tener muchos amigos artistas -reconoce-. Vivo en un barrio (y trato ser un buen vecino) cerca de la cancha de Boca. En ese estadio hace seis años tocamos la Misa Criolla, que grabó Mercedes en un concierto memorable con Pavarotti. Fue una noche inolvidable. Yo, que siempre grité los goles -deja entrever su preferencia futbolera-, hasta recibí el aplauso de ?La 12?cuando entré a tocar... ¡que más se puede pedir!"
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