04 Mayo 2011
En junio de 2008 Fabián Saucedo (31 años) fue al médico porque había bajado de peso y tenía la panza muy hinchada (se le había inflamado el bazo). No había tenido fiebre ni otro síntoma. El médico lo revisó y después de charlar un rato le dijo: "estoy seguro de que lo suyo es leucemia mieloide crónica, una patología seria". La enfermedad fue confirmada mediante análisis clínicos: el diagnóstico no dejó lugar a dudas. Saucedo quedó desconcertado.
"Sabía poco y nada de mi enfermedad -admitió durante una charla con LA GACETA-. Desconocía cómo se trataba o hasta dónde podía llegar, y cuál sería mi futuro. Creo que el momento más crítico que viví fue cuando llegué a la consulta, me analizaron y me dijeron lo que tenía. A todo esto yo había escuchado que mi enfermedad podía ser terminal..."
Fabián debió dejar de trabajar durante 45 días (es encargado de un edificio en altura) porque debía ir con frecuencia al médico para someterse a chequeos. "Fue el único momento en que vi alterada mi rutina", recuerda. No obstante estaba tranquilo, porque el especialista le había dicho que la enfermedad era grave, pero que con tratamiento iba a salir adelante sin problemas. Hasta le había asegurado que en poco tiempo se sentiría bien. "Nunca me tomé a mal la situación que me tocó vivir y hoy llevo una vida totalmente normal", cuenta.
En acción
Después del shock que le provocó el diagnóstico, Fabián se interesó en buscar más información e investigar sobre su enfermedad. Indagó sobre los tratamientos y por recomendación de su médico aceptó participar del protocolo de investigación de un nuevo estudio clínico. Con ese fin entró en contacto con profesionales de la Academia Nacional de Medicina en Buenos Aires, -entre ellos con el hematólogo Miguel Tezanos Pinto- y luego viajó a la Capital Federal
"Estoy muy agradecido. Me trataron de 10 en todo momento y la nueva droga que recibo me hace muy bien. Antes de la semana de haber iniciado el tratamiento ya estaba mucho mejor", destacó Saucedo.
"Ahora me hago estudios cada tres meses: me analizan la sangre para contabilizar los niveles de glóbulos blancos. Felizmente ya pasó la etapa de los controles con punciones, ecocardiogramas y otros estudios agresivos -advirtió-. Me pone contento ayudar a la ciencia y que el medicamento que recibo sea tan bueno como parece. Me gustaría que los científicos avancen en la investigación de la leucemia mieloide crónica. Los estudios clínicos de los que formo parte sirven para aumentar el conocimiento de la enfermedad. Ojalá que algún día se pueda encontrar una cura definitiva".
"Sabía poco y nada de mi enfermedad -admitió durante una charla con LA GACETA-. Desconocía cómo se trataba o hasta dónde podía llegar, y cuál sería mi futuro. Creo que el momento más crítico que viví fue cuando llegué a la consulta, me analizaron y me dijeron lo que tenía. A todo esto yo había escuchado que mi enfermedad podía ser terminal..."
Fabián debió dejar de trabajar durante 45 días (es encargado de un edificio en altura) porque debía ir con frecuencia al médico para someterse a chequeos. "Fue el único momento en que vi alterada mi rutina", recuerda. No obstante estaba tranquilo, porque el especialista le había dicho que la enfermedad era grave, pero que con tratamiento iba a salir adelante sin problemas. Hasta le había asegurado que en poco tiempo se sentiría bien. "Nunca me tomé a mal la situación que me tocó vivir y hoy llevo una vida totalmente normal", cuenta.
En acción
Después del shock que le provocó el diagnóstico, Fabián se interesó en buscar más información e investigar sobre su enfermedad. Indagó sobre los tratamientos y por recomendación de su médico aceptó participar del protocolo de investigación de un nuevo estudio clínico. Con ese fin entró en contacto con profesionales de la Academia Nacional de Medicina en Buenos Aires, -entre ellos con el hematólogo Miguel Tezanos Pinto- y luego viajó a la Capital Federal
"Estoy muy agradecido. Me trataron de 10 en todo momento y la nueva droga que recibo me hace muy bien. Antes de la semana de haber iniciado el tratamiento ya estaba mucho mejor", destacó Saucedo.
"Ahora me hago estudios cada tres meses: me analizan la sangre para contabilizar los niveles de glóbulos blancos. Felizmente ya pasó la etapa de los controles con punciones, ecocardiogramas y otros estudios agresivos -advirtió-. Me pone contento ayudar a la ciencia y que el medicamento que recibo sea tan bueno como parece. Me gustaría que los científicos avancen en la investigación de la leucemia mieloide crónica. Los estudios clínicos de los que formo parte sirven para aumentar el conocimiento de la enfermedad. Ojalá que algún día se pueda encontrar una cura definitiva".
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