28 Abril 2011
TOKIO.- El emperador japonés Akihito y la emperatriz Michiko se reunieron y conversaron ayer con sobrevivientes del terremoto y el tsunami de marzo, y ofrecieron alivio y consuelo en un rol que ayudó a la monarquía a mantenerse relevante en la época moderna.
Mientras otros miembros de la realeza de todo el mundo viajaban a Londres para la boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton, la familia imperial japonesa tenía obligaciones más sombrías tras los desastres naturales.
Akihito (77 años) y Michiko (76) viajaron en tren y luego en helicóptero hasta un centro de evacuados de Fukushima, donde se refugiaron quienes huyeron del sismo, del maremoto y del accidente nuclear en la planta nuclear, a 240 km al nordeste de Tokio. Después tenían previsto visitar la ciudad de Sendai, y a comienzos de mayo viajarán a otras áreas devastadas.
El emperador Akihito y su esposa se arrodillaron para hablar con los evacuados en un gimnasio escolar que se convirtió en su hogar temporal. "No he visto a los sobrevivientes sonriendo de ese modo en más de un mes y medio. Así de conmovida estaba la gente. Los mayores lloraban", dijo Jin Sato, alcalde de Minamisanriku, una población devastada por el tsunami.
A este tipo de escena está acostumbrado el público japonés desde que los emperadores visitaron la ciudad de Kobe, sacudida por un terremoto en 1995, pero que contrasta con la imagen distante que la familia imperial tenía antes de la derrota en la II Guerra Mundial, cuando Hirohito, el padre de Akihito, era considerado un dios viviente. (DPA)
Mientras otros miembros de la realeza de todo el mundo viajaban a Londres para la boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton, la familia imperial japonesa tenía obligaciones más sombrías tras los desastres naturales.
Akihito (77 años) y Michiko (76) viajaron en tren y luego en helicóptero hasta un centro de evacuados de Fukushima, donde se refugiaron quienes huyeron del sismo, del maremoto y del accidente nuclear en la planta nuclear, a 240 km al nordeste de Tokio. Después tenían previsto visitar la ciudad de Sendai, y a comienzos de mayo viajarán a otras áreas devastadas.
El emperador Akihito y su esposa se arrodillaron para hablar con los evacuados en un gimnasio escolar que se convirtió en su hogar temporal. "No he visto a los sobrevivientes sonriendo de ese modo en más de un mes y medio. Así de conmovida estaba la gente. Los mayores lloraban", dijo Jin Sato, alcalde de Minamisanriku, una población devastada por el tsunami.
A este tipo de escena está acostumbrado el público japonés desde que los emperadores visitaron la ciudad de Kobe, sacudida por un terremoto en 1995, pero que contrasta con la imagen distante que la familia imperial tenía antes de la derrota en la II Guerra Mundial, cuando Hirohito, el padre de Akihito, era considerado un dios viviente. (DPA)
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