27 Marzo 2011
Él se llama como un escritor, a ella la conocen por tres nombres, y los dos están presos por el crimen
Los acusados fueron arrestados luego de que la Policía cruzó datos y determinó que estarían relacionados con la desaparición de Aiziczon. Los detenidos se habrían conocido hace algunos meses y se cree que la víctima ya había estado con la mujer. Las versiones.
ACUSADO. Jorge Luis Borges, el hombre detenido ayer a la madrugada, es sacado de la sede de Investigaciones. LA GACETA / FRANCO VERA
¿Cuántos Roberto Arlt conoce usted?, y Adolfo Bioy Casares? ¿Cuántos Lucio V. Mansilla? o ¿Rodolfo Walsh? y ¿cuántos Jorge Luis Borges? Deben ser muy pocos los que se llamen así. En Tucumán hay dos Jorge Luis Borges. Uno es un buen arquero que pasó por General Belgrano de Rosario de la Frontera, que hizo la inferiores en Boca y que se identificó con Sportivo Guzmán. El otro fue detenido ayer a la madrugada por homicidio.
Pablo Alberto Aiziczon tenía 40 años, era profesor de tenis en el club Unidad Sionista y estaba en pareja con Virginia Marcolongo. Ambos compartían un departamento en el centro, pero él iba mucho a la casa de su madre, en calle Lobo de la Vega al 200, en Yerba Buena. El lunes pasado fue su último día de su vida. A la mañana terminó de cerrar algunas de las cuentas del buen negocio que había hecho atendiendo la cantina del anfiteatro Monumental el jueves 17 de marzo cuando actuó Joaquín Sabina. Al mediodía se juntó con su hermano Fernando y se fueron a tomar un café. Cerca de las 13 se despidieron. Un par de horas después debían encontrarse en el club donde ambos enseñaban tenis.
Pablo subió a su Suzuki Swift y fue a la casa de su madre Susana. Comieron juntos y él se cambió rápidamente. "Después vuelvo", le dijo al rechazar dos bocaditos de banana que ella le había preparado. Tanto Susana como Fernando sabían que tenía que dirigirse al club. La primera señal en el cambio de rutina fue el mensaje de texto que le mandó a su hermano. "Llego un poco tarde", le dijo. Ya le había comentado que tenía problemas mecánicos con el auto. También por SMS arregló con su alumno que la clase comenzaría a las 15.10. Pero Aiziczon no fue ni a buscar un mecánico ni a enseñar voleas y golpes con top spin. Aparentemente estaba contracturado.
Lidia Vanesa Martínez tiene 40 años, dos hijos y está separada de su marido desde hace tres años. La Policía dice que trataba de ganarse la vida como podía. Había puesto un kiosco en la esquina de su casa, en el pasaje Ignacio Bass al 4.400, en el ahora aparentemente tranquilo barrio Ciudad Parque (el mismo en el que hace poco más de un año mataron a Silvia Castillo de Roselló durante un asalto). Pero el negocio no prosperaba. Entonces dejaba que sus hijos lo atendieran y ella comenzó a trabajar en una farmacia de la zona, contaron los vecinos. No hubo caso. Al mismo tiempo que el dinero escaseaba, las boletas para pagar se amontonaban. Probó suerte en el centro y entró a trabajar en un drugstore de calle Junín al 100. Pero las cuentas seguían en rojo. Y entonces, según quienes la investigaron y sus propios vecinos, comenzó a cambiarse el nombre. Así, un día era Karina (así la conocían en el barrio), otro era Vanesa (así la llamaban en sus lugares de trabajo), y después, se llamaba Claudia (así dijo Fernando Aiziczon que se identificó cuando él la llamó). Y decidió publicar su número de teléfono en el diario. "Masajista" decía el aviso, según explicó la Policía. Y también creyó que era momento para tratar de reestablecer su vida sentimental.
Jorge Luis Borges tiene 38 años y un pasado con tintes de rompecabezas. También casado y separado, con hijos, siempre quiso ser policía. Eso por lo menos se deduce cuando uno abre su Facebook y se lo ve vestido de negro, con una gorrita azul que dice Policía de Tucumán junto a su flamante Honda Bross. Pero nunca pudo ingresar a la fuerza de seguridad. Probó suerte en distintos comercios donde se ofreció para hacer vigilancia privada. Según los policías, es fácil perderle el rastro. Eso a pesar del nombre que tiene. Pero haciendo un repaso muy fino se le conocen al menos tres direcciones, pero no vive en ninguna de ellas. No tiene tarjetas de crédito ni nada a su nombre. Le sería muy fácil desaparecer. De tanto golpear puertas, por fin consiguió trabajo en un drugstore del centro.
Así el destino cruzó a Jorge Luis Borges con la mujer de los tres nombres. Y se fueron a vivir juntos al apacible barrio Ciudad Parque.
El recorrido
Pablo Aiziczon no tomó hacia la avenida Aconquija para ir a su trabajo. No. Salió por Lobo de la Vega hacia al norte y cuando llegó a la avenida Presidente Perón giró hacia el este. Cruzó el Camino del Perú y cuando llegó a la altura del 4.200 de Belgrano dobló otra vez hacia el sur. Llegó al pasaje Ignacio Bass y por la calle de tierra subió dos cuadras otra vez hacia el oeste. La mujer de los tres nombres estaba sola.
Un informe de la empresa de telefonía celular confirmará quién llamó a quién. Si él a ella, o ella a él. Todavía no está claro si fue su primer encuentro o si ya se conocían de antes, aunque esta última es la posibilidad más concreta. Los policías aseguran que no es fácil llegar a la casa de Martínez, que hay que conocer la zona y que lo más probable es que la relación ya hubiera llevado algunos meses. Incluso se sospecha que ella es uno de los "contactos" que él tenía en una página de Facebook paralela
Faltaban minutos para las 15 y la masajista y el profesor de tenis estaban juntos, dijeron los investigadores. Y apareció Jorge Luis Borges.
La reconstrucción de las vidas de los involucrados en el caso corrió por cuenta de la Policía, que luego le contó los detalles a LA GACETA. Y fueron también los investigadores los que sostuvieron una hipótesis acerca de cómo se produjo el crimen.
Borges golpeó a Aiziczon en la nuca. Es posible que lo hubiera hecho con la misma raqueta del profesor. Después cuando el hombre quiso escapar recibió dos disparos: uno en la mano, y el otro en la espalda. Este último fue mortal.
Los policías tampoco dudan de lo que pasó después. Según ellos, mientras Borges se encargaba del cuerpo, la mujer de los tres nombres, pero de apellido Martínez, comenzó a limpiar la casa.
A Aiziczon lo envolvieron en una mediasombra verde y negra, lo colocaron en el asiento trasero de su propio auto y luego el conductor hizo el camino inverso del que había hecho la víctima. La Policía está segura de que el auto fue estacionado en un pasaje del barrio Horco Molle esa misma tarde, no mucho después de las 17, aunque nadie vio ese movimiento.
Una explosión
Los peritos determinaron que el asesino, antes de escapar, roció la colcha y el auto con el combustible que había llevado en un bidón. Y después le tiró un fósforo encendido. Ayer los investigadores descubrieron algo que les permitió afianzar su hipótesis: Borges presentaba quemaduras en el rostro y en las manos. Al tirar el fósforo, se produjo una explosión que lo alcanzó. Después el hombre cerró la puerta del vehículo y huyó. Pero las llamas, al estar el auto cerrado, se apagaron al quedarse sin oxígeno y eso evitó que el auto se incendiara por completo.
Ese lunes, la mujer de los tres nombres y el policía frustrado abandonaron la casa, llevándose a los hijos de ella. Lo confirmaron los vecinos. "Hacía días que no los veíamos", le dijo ayer a la madrugada Diego Domínguez a LA GACETA. No se sabe dónde estuvieron hasta que ayer decidieron regresar y comenzar una mudanza. Los estaban esperando. Lidia Vanesa Martínez fue detenida en la casa. Jorge Luis Borges tuvo que bajar con las manos en alto del taxi en el que había cargado un ropero.
Aún no se sabe cuándo declararán. Seguramente será hoy. Pero ayer a la madrugada hubo quienes escucharon que la mujer, para protegerse, se olvidó de la complicidad que había sostenido en las últimas 120 horas y acusó: "fue él". "El", tendido en el piso, también balbuceó: "me volví loco". Entre el hombre con el nombre de escritor y la mujer de los tres nombres ninguno de los dos mencionó el nombre del que ya no estaba: Pablo Aiziczon.
Pablo Alberto Aiziczon tenía 40 años, era profesor de tenis en el club Unidad Sionista y estaba en pareja con Virginia Marcolongo. Ambos compartían un departamento en el centro, pero él iba mucho a la casa de su madre, en calle Lobo de la Vega al 200, en Yerba Buena. El lunes pasado fue su último día de su vida. A la mañana terminó de cerrar algunas de las cuentas del buen negocio que había hecho atendiendo la cantina del anfiteatro Monumental el jueves 17 de marzo cuando actuó Joaquín Sabina. Al mediodía se juntó con su hermano Fernando y se fueron a tomar un café. Cerca de las 13 se despidieron. Un par de horas después debían encontrarse en el club donde ambos enseñaban tenis.
Pablo subió a su Suzuki Swift y fue a la casa de su madre Susana. Comieron juntos y él se cambió rápidamente. "Después vuelvo", le dijo al rechazar dos bocaditos de banana que ella le había preparado. Tanto Susana como Fernando sabían que tenía que dirigirse al club. La primera señal en el cambio de rutina fue el mensaje de texto que le mandó a su hermano. "Llego un poco tarde", le dijo. Ya le había comentado que tenía problemas mecánicos con el auto. También por SMS arregló con su alumno que la clase comenzaría a las 15.10. Pero Aiziczon no fue ni a buscar un mecánico ni a enseñar voleas y golpes con top spin. Aparentemente estaba contracturado.
Lidia Vanesa Martínez tiene 40 años, dos hijos y está separada de su marido desde hace tres años. La Policía dice que trataba de ganarse la vida como podía. Había puesto un kiosco en la esquina de su casa, en el pasaje Ignacio Bass al 4.400, en el ahora aparentemente tranquilo barrio Ciudad Parque (el mismo en el que hace poco más de un año mataron a Silvia Castillo de Roselló durante un asalto). Pero el negocio no prosperaba. Entonces dejaba que sus hijos lo atendieran y ella comenzó a trabajar en una farmacia de la zona, contaron los vecinos. No hubo caso. Al mismo tiempo que el dinero escaseaba, las boletas para pagar se amontonaban. Probó suerte en el centro y entró a trabajar en un drugstore de calle Junín al 100. Pero las cuentas seguían en rojo. Y entonces, según quienes la investigaron y sus propios vecinos, comenzó a cambiarse el nombre. Así, un día era Karina (así la conocían en el barrio), otro era Vanesa (así la llamaban en sus lugares de trabajo), y después, se llamaba Claudia (así dijo Fernando Aiziczon que se identificó cuando él la llamó). Y decidió publicar su número de teléfono en el diario. "Masajista" decía el aviso, según explicó la Policía. Y también creyó que era momento para tratar de reestablecer su vida sentimental.
Jorge Luis Borges tiene 38 años y un pasado con tintes de rompecabezas. También casado y separado, con hijos, siempre quiso ser policía. Eso por lo menos se deduce cuando uno abre su Facebook y se lo ve vestido de negro, con una gorrita azul que dice Policía de Tucumán junto a su flamante Honda Bross. Pero nunca pudo ingresar a la fuerza de seguridad. Probó suerte en distintos comercios donde se ofreció para hacer vigilancia privada. Según los policías, es fácil perderle el rastro. Eso a pesar del nombre que tiene. Pero haciendo un repaso muy fino se le conocen al menos tres direcciones, pero no vive en ninguna de ellas. No tiene tarjetas de crédito ni nada a su nombre. Le sería muy fácil desaparecer. De tanto golpear puertas, por fin consiguió trabajo en un drugstore del centro.
Así el destino cruzó a Jorge Luis Borges con la mujer de los tres nombres. Y se fueron a vivir juntos al apacible barrio Ciudad Parque.
El recorrido
Pablo Aiziczon no tomó hacia la avenida Aconquija para ir a su trabajo. No. Salió por Lobo de la Vega hacia al norte y cuando llegó a la avenida Presidente Perón giró hacia el este. Cruzó el Camino del Perú y cuando llegó a la altura del 4.200 de Belgrano dobló otra vez hacia el sur. Llegó al pasaje Ignacio Bass y por la calle de tierra subió dos cuadras otra vez hacia el oeste. La mujer de los tres nombres estaba sola.
Un informe de la empresa de telefonía celular confirmará quién llamó a quién. Si él a ella, o ella a él. Todavía no está claro si fue su primer encuentro o si ya se conocían de antes, aunque esta última es la posibilidad más concreta. Los policías aseguran que no es fácil llegar a la casa de Martínez, que hay que conocer la zona y que lo más probable es que la relación ya hubiera llevado algunos meses. Incluso se sospecha que ella es uno de los "contactos" que él tenía en una página de Facebook paralela
Faltaban minutos para las 15 y la masajista y el profesor de tenis estaban juntos, dijeron los investigadores. Y apareció Jorge Luis Borges.
La reconstrucción de las vidas de los involucrados en el caso corrió por cuenta de la Policía, que luego le contó los detalles a LA GACETA. Y fueron también los investigadores los que sostuvieron una hipótesis acerca de cómo se produjo el crimen.
Borges golpeó a Aiziczon en la nuca. Es posible que lo hubiera hecho con la misma raqueta del profesor. Después cuando el hombre quiso escapar recibió dos disparos: uno en la mano, y el otro en la espalda. Este último fue mortal.
Los policías tampoco dudan de lo que pasó después. Según ellos, mientras Borges se encargaba del cuerpo, la mujer de los tres nombres, pero de apellido Martínez, comenzó a limpiar la casa.
A Aiziczon lo envolvieron en una mediasombra verde y negra, lo colocaron en el asiento trasero de su propio auto y luego el conductor hizo el camino inverso del que había hecho la víctima. La Policía está segura de que el auto fue estacionado en un pasaje del barrio Horco Molle esa misma tarde, no mucho después de las 17, aunque nadie vio ese movimiento.
Una explosión
Los peritos determinaron que el asesino, antes de escapar, roció la colcha y el auto con el combustible que había llevado en un bidón. Y después le tiró un fósforo encendido. Ayer los investigadores descubrieron algo que les permitió afianzar su hipótesis: Borges presentaba quemaduras en el rostro y en las manos. Al tirar el fósforo, se produjo una explosión que lo alcanzó. Después el hombre cerró la puerta del vehículo y huyó. Pero las llamas, al estar el auto cerrado, se apagaron al quedarse sin oxígeno y eso evitó que el auto se incendiara por completo.
Ese lunes, la mujer de los tres nombres y el policía frustrado abandonaron la casa, llevándose a los hijos de ella. Lo confirmaron los vecinos. "Hacía días que no los veíamos", le dijo ayer a la madrugada Diego Domínguez a LA GACETA. No se sabe dónde estuvieron hasta que ayer decidieron regresar y comenzar una mudanza. Los estaban esperando. Lidia Vanesa Martínez fue detenida en la casa. Jorge Luis Borges tuvo que bajar con las manos en alto del taxi en el que había cargado un ropero.
Aún no se sabe cuándo declararán. Seguramente será hoy. Pero ayer a la madrugada hubo quienes escucharon que la mujer, para protegerse, se olvidó de la complicidad que había sostenido en las últimas 120 horas y acusó: "fue él". "El", tendido en el piso, también balbuceó: "me volví loco". Entre el hombre con el nombre de escritor y la mujer de los tres nombres ninguno de los dos mencionó el nombre del que ya no estaba: Pablo Aiziczon.
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