20 Marzo 2011
ALERTA MÁXIMA. Explosiones y control de la radioactividad en Japón. REUTERS
Juan Carlos Villalonga, director de Campaña de Greenpeace Argentina, comenta que su ONG se opone a la energía nuclear por las contingencias materializadas en el caso japonés. "Los técnicos nunca pudieron neutralizar los inmensos riesgos que acarrean las plantas. Los peligros existen en todo el circuito de la energía nuclear y no sólo en un accidente extraordinario. Es decir, durante la producción, gestión y el cuidado de por vida de los residuos radiactivos", advierte el activista ambiental.
Un reactor nuclear en actividad es una maquinaria de alta complejidad en un equilibrio muy delicado, según Villalonga. Desde la Ciudad de Buenos Aires, el ambientalista de Greenpeace precisa que, en consecuencia, este requiere de una ingeniería de gran sofisticación, con sistemas de control y alarma que funcionen a la perfección. "Por todo ello, la energía nuclear es una inversión carísima y sólo existe o puede existir si el Estado se hace cargo del pasivo. Es decir, si colabora en los gastos de la minería de uranio, la fabricación del combustible y la disposición de los residuos radiactivos. Es un absoluto disparate económico", especifica Villalonga, que expresa que Argentina lleva adelante un programa nuclear diseñado durante la última dictadura militar. Y añade: "el Estado destina una fortuna al sector. Ocurre que el desarrollo nuclear da estatus internacional, es una concepción del poder surgida en la Segunda Guerra Mundial que aquí nunca se ha cuestionado".
El directivo de Greenpeace asegura que los residuos nucleares no sólo son susceptibles de contaminar el medioambiente: "también hay que protegerlos de robos o desvíos para usos militares y terroristas. Esa basura, por ejemplo, contiene el plutonio que se usa para construir bombas sucias, es decir, artefactos con gran capacidad de destrucción".
Villalonga se queja de que el gasto en energía nuclear impida desarrollar las energías renovables: "el potencial en eólica es tres veces superior al consumo. Argentina podría dar un salto extraordinario; de hecho, Uruguay lo va a hacer con vientos más débiles que los de Buenos Aires. Es un desaprovechamiento imperdonable".
Un reactor nuclear en actividad es una maquinaria de alta complejidad en un equilibrio muy delicado, según Villalonga. Desde la Ciudad de Buenos Aires, el ambientalista de Greenpeace precisa que, en consecuencia, este requiere de una ingeniería de gran sofisticación, con sistemas de control y alarma que funcionen a la perfección. "Por todo ello, la energía nuclear es una inversión carísima y sólo existe o puede existir si el Estado se hace cargo del pasivo. Es decir, si colabora en los gastos de la minería de uranio, la fabricación del combustible y la disposición de los residuos radiactivos. Es un absoluto disparate económico", especifica Villalonga, que expresa que Argentina lleva adelante un programa nuclear diseñado durante la última dictadura militar. Y añade: "el Estado destina una fortuna al sector. Ocurre que el desarrollo nuclear da estatus internacional, es una concepción del poder surgida en la Segunda Guerra Mundial que aquí nunca se ha cuestionado".
El directivo de Greenpeace asegura que los residuos nucleares no sólo son susceptibles de contaminar el medioambiente: "también hay que protegerlos de robos o desvíos para usos militares y terroristas. Esa basura, por ejemplo, contiene el plutonio que se usa para construir bombas sucias, es decir, artefactos con gran capacidad de destrucción".
Villalonga se queja de que el gasto en energía nuclear impida desarrollar las energías renovables: "el potencial en eólica es tres veces superior al consumo. Argentina podría dar un salto extraordinario; de hecho, Uruguay lo va a hacer con vientos más débiles que los de Buenos Aires. Es un desaprovechamiento imperdonable".
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