20 Marzo 2011
El terremoto de 9 grados en la escala de Richter y el tsunami sumieron el 11 de marzo pasado al Japón en una de las peores tragedias de su historia. Además de muerte y destrucción, provocaron daños en la planta nuclear de Fukushima que generaron temor no sólo en ese país sino también en una buena parte del mundo por las nocivas consecuencias de las fugas de radiactividad.
Esta situación, que mantiene en alerta a los científicos, está provocando un debate internacional sobre la generación de este tipo de energía. En 2009, se registraban 436 reactores nucleares activos, de los cuales seis están en América latina (dos en la Argentina e igual cantidad en Brasil y México). Según el ambientalista y ex vicepresidente estadounidense, Al Gore, la opción nuclear cayó en desgracia a partir de la combinación de los accidentes en las centrales de Three Mile Island (1979) y Chernobyl (1986) con una discusión aún no resuelta acerca de qué destino darles a los residuos radiactivos y su potencial de peligrosidad ecológica de carácter perpetuo. En los últimos lustros, las energías renovables (eólica, solar, geotérmica y los biocombustibles) ganaron protagonismo en desmedro de la industria nuclear.
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