09 Marzo 2011
El paso se habilitó, pero las complicaciones siguen
El cruce sobre el río Las Cañas fue abierto luego de de haber estado clausurado varias horas, mientras se repara la plataforma de la ruta. La circulación sobre el puente depende de las condiciones del tiempo. Si continuara lloviendo podría interrumpirse de nuevo el tránsito. Rosario de la Frontera está revolucionada.
Cualquier similitud entre Rosario de la Frontera, en Salta, y el Triángulo de las Bermudas es pura coincidencia. Pero lo cierto es que una vez que se entra allí es imposible salir. Eso pensaban los miles de viajeros varados que debieron pasar la noche -una vez más- en el municipio luego de que, el lunes a las 20, volviera a colapsar el terraplén norte del puente que atraviesa el río Las Cañas.
El viaducto está ubicado en la intersección de las rutas 9 y 34, a la altura del kilómetro 1.443, y es el único acceso que conecta Tucumán con el norte del país. Sin embargo, después de una ardua labor, permanece habilitado desde las 16 de ayer un solo carril para el paso de vehículos livianos y pesados.
"Esto no pasa desde hace 20 años. El puente data de la década del 90. Procuramos construir una defensa con bolsones de arena para encauzar el agua del río. Afortunadamente, con las buenas condiciones climáticas y la colaboración de muchísima gente, pudimos solucionar momentáneamente el percance", contó a LA GACETA Roberto Rivero, supervisor de la labor de reconstrucción a cargo de la empresa privada Vialnoa. El ingeniero destacó la colaboración de Gendarmería y de las Policías de Metán y de Rosario de la Frontera.
Por el momento, personal de Gendarmería autorizó el movimiento de 50 rodados cada 15 minutos, por cada mano. Entre chaparrones y amenazas de diluvio, la jornada de ayer transcurrió en cámara lenta. En un principio los operarios anticiparon que el desmoronamiento recién estaría arreglado para hoy a la mañana. Pero la tregua que dieron las nubes en el cielo le permitieron a una treintena de obreros, cinco topadoras y siete camiones reparar provisoriamente el daño provocado por la naturaleza.
"Superamos los 1.000 metros cúbicos de tierra que se emplearon para restablecer el terraplén. Extrajimos el material de las canteras de los ríos Naranjo y Metán", detalló Pablo Díaz, ingeniero de Vialnoa. Y agregó: "para volver a restituir las condiciones originales del puente habrá que edificar una nueva calzada. Esas obras se llevarán a cabo en las próximas semanas siempre y cuando las condiciones climáticas lo permitan".
Desde el domingo se están llevando adelante tareas de reparación en la plataforma, puesto que el caudaloso torrente socavó reiteradas veces ese tramo del camino. Los trabajadores se cansaron de gesticular con los brazos para permitir el tránsito sobre el montículo de tierra cuando este aparentaba soportar el peso de los rodados. Detener horas más tarde la inmensa caravana, porque el desnivel cedía los dejó igual de extenuados.
Una ciudad alborotada
El municipio vivió en estos últimos tres revolucionados días un hecho sin parangón en la historia de sus caminos. Se desplomó el andén de un puente y, en un abrir y cerrar de ojos, los comercios estaban abarrotados, las plazas llenas, el tránsito cortado, las calles intransitables. Y justo durante el fin de semana largo. Por eso muchas personas cambiaron de planes y se conformaron con unas mini vacaciones en la pequeña ciudad.
Se dispusieron cuatro camionetas municipales para repartir galletas y agua mineral entre los impacientes viajantes damnificados. También se abrieron las puertas del albergue del complejo deportivo Guayacán para que unas 40 personas pasaran la noche, según contó Graciela Cusi, serena del predio.
Los hospedajes no tardaron en atiborrarse de gente y muchos prefirieron dormir incómodos en sus respectivos transportes. Aunque trascendió que algunos lugareños alquilaban habitaciones de sus casas. Los ómnibus eran el albergue de decenas de rostros tristes y resignados. Sucios, desvelados y hambrientos los pasajeros tuvieron que hacer transbordo a otros colectivos que venían desde el norte.
Al cierre de está edición, el acceso todavía seguía habilitado. Los afectados regresaban a sus hogares, agobiados por la espera, preparados para retomar sus quehaceres y con el resabio de una anécdota inusual durante un fin de semana, tal vez, demasiado largo.
El viaducto está ubicado en la intersección de las rutas 9 y 34, a la altura del kilómetro 1.443, y es el único acceso que conecta Tucumán con el norte del país. Sin embargo, después de una ardua labor, permanece habilitado desde las 16 de ayer un solo carril para el paso de vehículos livianos y pesados.
"Esto no pasa desde hace 20 años. El puente data de la década del 90. Procuramos construir una defensa con bolsones de arena para encauzar el agua del río. Afortunadamente, con las buenas condiciones climáticas y la colaboración de muchísima gente, pudimos solucionar momentáneamente el percance", contó a LA GACETA Roberto Rivero, supervisor de la labor de reconstrucción a cargo de la empresa privada Vialnoa. El ingeniero destacó la colaboración de Gendarmería y de las Policías de Metán y de Rosario de la Frontera.
Por el momento, personal de Gendarmería autorizó el movimiento de 50 rodados cada 15 minutos, por cada mano. Entre chaparrones y amenazas de diluvio, la jornada de ayer transcurrió en cámara lenta. En un principio los operarios anticiparon que el desmoronamiento recién estaría arreglado para hoy a la mañana. Pero la tregua que dieron las nubes en el cielo le permitieron a una treintena de obreros, cinco topadoras y siete camiones reparar provisoriamente el daño provocado por la naturaleza.
"Superamos los 1.000 metros cúbicos de tierra que se emplearon para restablecer el terraplén. Extrajimos el material de las canteras de los ríos Naranjo y Metán", detalló Pablo Díaz, ingeniero de Vialnoa. Y agregó: "para volver a restituir las condiciones originales del puente habrá que edificar una nueva calzada. Esas obras se llevarán a cabo en las próximas semanas siempre y cuando las condiciones climáticas lo permitan".
Desde el domingo se están llevando adelante tareas de reparación en la plataforma, puesto que el caudaloso torrente socavó reiteradas veces ese tramo del camino. Los trabajadores se cansaron de gesticular con los brazos para permitir el tránsito sobre el montículo de tierra cuando este aparentaba soportar el peso de los rodados. Detener horas más tarde la inmensa caravana, porque el desnivel cedía los dejó igual de extenuados.
Una ciudad alborotada
El municipio vivió en estos últimos tres revolucionados días un hecho sin parangón en la historia de sus caminos. Se desplomó el andén de un puente y, en un abrir y cerrar de ojos, los comercios estaban abarrotados, las plazas llenas, el tránsito cortado, las calles intransitables. Y justo durante el fin de semana largo. Por eso muchas personas cambiaron de planes y se conformaron con unas mini vacaciones en la pequeña ciudad.
Se dispusieron cuatro camionetas municipales para repartir galletas y agua mineral entre los impacientes viajantes damnificados. También se abrieron las puertas del albergue del complejo deportivo Guayacán para que unas 40 personas pasaran la noche, según contó Graciela Cusi, serena del predio.
Los hospedajes no tardaron en atiborrarse de gente y muchos prefirieron dormir incómodos en sus respectivos transportes. Aunque trascendió que algunos lugareños alquilaban habitaciones de sus casas. Los ómnibus eran el albergue de decenas de rostros tristes y resignados. Sucios, desvelados y hambrientos los pasajeros tuvieron que hacer transbordo a otros colectivos que venían desde el norte.
Al cierre de está edición, el acceso todavía seguía habilitado. Los afectados regresaban a sus hogares, agobiados por la espera, preparados para retomar sus quehaceres y con el resabio de una anécdota inusual durante un fin de semana, tal vez, demasiado largo.