La última novela de Paul Auster

La última novela de Paul Auster

Un personaje que se enfrenta desnudo a la vida

GALARDONADO. Paul Auster, un narrador de historias laberínticas rodeadas por el azar y el misterio, la circunstancia y el destino. GALARDONADO. Paul Auster, un narrador de historias laberínticas rodeadas por el azar y el misterio, la circunstancia y el destino.
06 Marzo 2011
Novela
SUNSET PARK
PAUL AUSTER
Anagrama - Buenos Aires

Paul Auster vive reinventándose a sí mismo. Cuanto más es castigado en los cenáculos literarios y sospechado de cocinero artificioso y vulgar, de los que se la pasan recalentando el mismo menú, el hombre mejor abre el juego y se despacha con una obra de admirable vigor. En 2009, por ejemplo, había ofrecido la imperdible Invisible, un rompecabezas  en el que la sexualidad y la política, ambas en sentido amplio y restringido, resultaron las piezas primordiales de un viaje abundante en atajos, descansos, demoras, digresiones que venían y no venían al caso, evocaciones, conjeturas, perplejidades, etcétera, pero todo al servicio de una travesía apasionante. Y ahora, en Sunset Park, redobla la apuesta a caballo de la lupa que mejor emplea y más le gusta: quitar de debajo de la alfombra la basura de la macropolítica casi como al descuido, desentendido del aspaviento de la crispación y de la premura del panfleto. Acompañando las derivas de un personaje y sus satélites, que a su vez se involucran con otros satélites, e interactúan, y se reclaman y se repelen, y perseveran en pos de asir la providencial madera que los salvará del naufragio existencial.
Auster es un coloso en el arte de las  matrioskas (más no desde ahora, desde siempre, o en todo caso así se reveló en La invención de la soledad o La habitación cerrada, ambas publicadas en los 80), que refrenda vivamente esa condición en una novela, como Sunset Park, que tanto puede concebirse como la historia de Miles Heller cuanto la historia de cada uno de sus compañeros de casa ocupada (okupas), o tal vez la historia de su padre (un prestigioso editor del que se desentendió a los 20 años para buscarse la vida lejos de Nueva York) y por qué no la de su madre (una actriz  igual de carismática que de tormentosa) o la de su madrastra (una señora de vasta cultura y devastadas emociones.) Idéntico espesor tienen las derivas de su relación con Pilar, joven cubana, menor de edad, que de forma involuntaria lo pone al borde de la cárcel y lo obliga a regresar a la ciudad que jamás duerme. Así, entre los coletazos de los cantos de sirena de la vida lujosa que desdeñó y una vida cotidiana en cofradía contracultural, Miles Heller desanda algunas huellas, construye otras y para bien o para mal, para bien y para mal, se las ve con la vida en estado de desnudez extrema, la vida químicamente pura. Tan prosaico y tan sublime como eso.
Sunset Park, en fin, guarda poca relación con La música del azar  y Leviatán, dos de los textos con los Auster que cautivó a millones de lectores y contrarió a más de cuatro fiscales, pero lo que más importa es que conserva sus más sutiles emanaciones. Acaso porque su matriz poética gravita incluso en esas áreas donde presuntamente gobierna la aspereza. Auster es poco concesivo para auscultar el paisaje pero exquisito para describirlo. Si ahí no tenemos buena literatura, pues la buena literatura dónde estará.

© LA GACETA

Walter Vargas
                            

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