04 Marzo 2011
Semanas atrás, un trozo de mampostería se desprendió súbitamente de la nonagenaria fachada del ex Hotel Plaza, y cayó sobre la vereda. Felizmente, en ese momento no pasaba transeúnte alguno -a pesar de que eran las 6 de la tarde-, lo que evitó que el fragmento causara a alguien la muerte o muy graves heridas. Como se sabe, esto determinó que se dispusiera un peritaje, para precisar si existe el riesgo de hechos similares. No se publicitaron los resultados de la verificación, pero continúa instalado un andamio, con la parte inferior techada, en ese edificio que enfrenta la plaza Independencia.
La más distraída mirada al sector superior de numerosas construcciones del centro de San Miguel de Tucumán -para circunscribirnos solamente a esa zona- ofrece claros anuncios de futuros desprendimientos de mampostería. Por ejemplo, en muchos casos se notan profundas rajaduras en las ménsulas de los balcones antiguos, o en esas molduras que se adosaban a las fachadas, con fines decorativos, en las primeras décadas del siglo que pasó.
Otras veces se advierte que han crecido pequeñas plantas debajo de las cornisas o de las molduras: obvio es decir que sus raíces ejercen presión, y que terminarán por producir fatalmente las grietas y la eventual caída de un pedazo. Y en otros casos, la humedad generalizada que ha invadido tanto el muro como su ornamentación, permite vaticinar situaciones similares.
Pero el riesgo de que un transeúnte termine malherido, o que se destroce la carrocería de un automotor que fatalmente pase por el lugar equivocado, no amenaza solamente desde las entrañas de la argamasa con que se levantaron y adornaron las casas añosas. También se agazapa en las marquesinas que los comercios han agregado a los frentes, para darles un aire moderno y llamativo que publicite su negocio.
Es perceptible la vejez y el descuido que exhiben muchos elementos de esa naturaleza. Han sido colocados hace ya muchos años, y no siempre se los instaló con la seguridad debida: hierros, tornillos y alambres herrumbrados, maderas podridas por décadas a la intemperie, en algún momento pueden ceder y venirse abajo la estructura de chapa que sostienen. Los fuertes vientos también pueden cooperar en un siniestro de ese tipo.
Lo mismo cabe decir de no pocos vetustos letreros comerciales, en los que nunca se ha comprobado la firmeza de su fijación a las paredes o a las marquesinas, y que por lo tanto entrañan un franco peligro para las personas.
Nos parece que la autoridad municipal debiera tomar cartas en este asunto, cuya trascendencia para la debida protección del usuario de la calle resultaría sobreabundante ponderar.
Es necesario practicar una detallada inspección en todas las fachadas, para establecer la existencia de riesgos como los descriptos. Y, consecuentemente, ordenar el retiro inmediato de los elementos inseguros, o una reparación que los ponga en las condiciones debidas. Las falencias en ese sentido no son nada difíciles de detectar: como decimos, la mayoría se percibe a simple vista.
Por otro lado, en el caso de marquesinas y carteles, pensamos que la Municipalidad tendría que inspeccionarlos en el momento mismo de la colocación, a fin de determinar si ella ha sido realizada como corresponde, o si se practicó de cualquier modo y a las apuradas.
Parece obvio recordar que es imprescindible preservar a todo trance la seguridad en los espacios públicos, y mucho más en una ciudad tan poblada como la nuestra.
Quien circula por veredas y calzadas, no puede estar expuesto a que un pedazo de mampostería o una estructura de metal le caiga encima.
La más distraída mirada al sector superior de numerosas construcciones del centro de San Miguel de Tucumán -para circunscribirnos solamente a esa zona- ofrece claros anuncios de futuros desprendimientos de mampostería. Por ejemplo, en muchos casos se notan profundas rajaduras en las ménsulas de los balcones antiguos, o en esas molduras que se adosaban a las fachadas, con fines decorativos, en las primeras décadas del siglo que pasó.
Otras veces se advierte que han crecido pequeñas plantas debajo de las cornisas o de las molduras: obvio es decir que sus raíces ejercen presión, y que terminarán por producir fatalmente las grietas y la eventual caída de un pedazo. Y en otros casos, la humedad generalizada que ha invadido tanto el muro como su ornamentación, permite vaticinar situaciones similares.
Pero el riesgo de que un transeúnte termine malherido, o que se destroce la carrocería de un automotor que fatalmente pase por el lugar equivocado, no amenaza solamente desde las entrañas de la argamasa con que se levantaron y adornaron las casas añosas. También se agazapa en las marquesinas que los comercios han agregado a los frentes, para darles un aire moderno y llamativo que publicite su negocio.
Es perceptible la vejez y el descuido que exhiben muchos elementos de esa naturaleza. Han sido colocados hace ya muchos años, y no siempre se los instaló con la seguridad debida: hierros, tornillos y alambres herrumbrados, maderas podridas por décadas a la intemperie, en algún momento pueden ceder y venirse abajo la estructura de chapa que sostienen. Los fuertes vientos también pueden cooperar en un siniestro de ese tipo.
Lo mismo cabe decir de no pocos vetustos letreros comerciales, en los que nunca se ha comprobado la firmeza de su fijación a las paredes o a las marquesinas, y que por lo tanto entrañan un franco peligro para las personas.
Nos parece que la autoridad municipal debiera tomar cartas en este asunto, cuya trascendencia para la debida protección del usuario de la calle resultaría sobreabundante ponderar.
Es necesario practicar una detallada inspección en todas las fachadas, para establecer la existencia de riesgos como los descriptos. Y, consecuentemente, ordenar el retiro inmediato de los elementos inseguros, o una reparación que los ponga en las condiciones debidas. Las falencias en ese sentido no son nada difíciles de detectar: como decimos, la mayoría se percibe a simple vista.
Por otro lado, en el caso de marquesinas y carteles, pensamos que la Municipalidad tendría que inspeccionarlos en el momento mismo de la colocación, a fin de determinar si ella ha sido realizada como corresponde, o si se practicó de cualquier modo y a las apuradas.
Parece obvio recordar que es imprescindible preservar a todo trance la seguridad en los espacios públicos, y mucho más en una ciudad tan poblada como la nuestra.
Quien circula por veredas y calzadas, no puede estar expuesto a que un pedazo de mampostería o una estructura de metal le caiga encima.
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