26 Febrero 2011
Vender paraguas fue el gran negocio del verano
Mientras muchos sufren por la lluvia, otros disfrutan de los beneficios que les trae el hecho de que la provincia esté pasada por agua. También están contentos en las casas en las que se venden secarropas, en las lavanderías y en los cines. Los clubes perdieron.
Si muchas de las veredas céntricas ya eran incómodamente angostas, ahora parecen haberse hecho aún más finitas. No se equivoque; no se trata de una tiranía de la ingeniería ni de algún truco mágico. Es que la lluvia al por mayor que viene empapando la provincia desde hace ya demasiados días las colmó de caravanas de paraguas. Y aunque al caminante lo indignen las sombrillas que amenazan con sacarle un ojo o que lo obligan a bajar a la calle para poder pasar, quienes las venden y las reparan están felices; obvio, no recuerdan otro verano en el que hayan vendido tantas. Y aunque parezca increíble, hay otros a los que las lluvias estivales también les alegran la vida: los empleados de los lavaderos de ropa, los vendedores de secarropas y los que trabajan en los cines; cuanto más llueva, ellos más ganan.
"Este verano hemos vendido paraguas como nunca. La verdad es que fue excepcional. Ojo: también ayudó el hecho de que los precios hayan sido más accesibles que otros años sin que se perdiera la calidad", explicó Analía Catsap, dueña de una marroquinería.
En cuanto caen un par de gotas ellos ya empiezan a anunciar su mercancía: "¡paraguas, paraguas!". Obviamente, los vendedores ambulantes también están contentos con este verano lluvioso. "Vendemos aunque haga calor y ahora estamos a full, porque ya empiezan las clases", aseguró Sebastián en Maipú y Mendoza.
"Por día estamos recibiendo alrededor de 15 paraguas para arreglar", explicó Julio Domínguez, empleado de un local en el que se les hace el service a productos de marroquinería. Y claro: el uso intenso los termina desgastando. Mucho más, cuando no son de buena calidad. "Al momento de comprar, la clave es fijarse en la calidad de las varillas, no importa si el paraguas es manual o automático", aconsejó Domínguez.
Es difícil de creer, pero no por eso menos cierto: la lluvia transmite el virus de la felicidad, pero parece que sólo afecta a determinado tipo de comerciantes. Algunos de ellos son los encargados de los cines. "Ayudó a que la gente elija ir al cine ¡Que siga la lluvia, entonces! Se trabaja bien", exclamó Raúl Guzmán, encargado del Atlas.
No hay con qué darle; la ropa no se seca. Y no quedan muchas más opciones que comprar un secarropas o recurrir a una lavandería. "Hay gente que viene con hasta 30 prendas dos veces a la semana. Este mes recibimos mucha más cantidad de ropa que otros veranos", contó Marcela Díaz, empleada de una lavandería.
"Cómo será que se incrementaron las ventas de secarropas que el gerente me dijo que en lugar de dos, pongamos siete en la vidriera", respondió Marcelo Romero, vendedor de una casa de electrodomésticos.
En los clubes están de cama. "Este fue uno de los peores años. Tuvimos buena cantidad de gente en diciembre y en enero, pero febrero fue malísimo", se quejó Juan Vizcarra, intendente del complejo de Atlético. "De 1 al 10, a la temporada le pongo un 4", concluyó Andrés Ibáñez, gerente de Tucumán de Gimnasia.
Les encanta la lluvia
LAS NUBES, MOTIVO DE SU ALEGRÍA.- A pesar de que le molesta el olor a humedad en la ropa y que debe gastar dinero para ir y venir en taxi, Sergio González está feliz con la lluvia.“Cada día estoy mejor”, afirmó. ? A DORMIR.- Josefina Jiménez es una siestera apasionada. Uno de los motivos por los que ama el invierno es porque le regala tardes grises y tristes que ella aprovecha durmiendo. Y este verano la sorprendió. “No sabés las siestas que me estoy clavando. Esto no quiere decir que no me guste el sol. Lo que pasa es que cuando el día está lindo me da cargo de conciencia no salir. En cambio, ahora, soy feliz”, aseguró
Odian los días húmedos
LO AFECTA POR DONDE SE MIRE.- “No tomo sol, no puedo salir a correr y, encima, la gente sale menos y, por ende, yo vendo menos ¡La lluvia es un bajón!”, exclamó Néstor Nicolás Carino, un vendedor de vinos que no ve la hora de que vuelva a salir el sol.
FIACA, BAJÓN E INCOMODIDAD.- A María Natalia Peralta, este verano pasado por agua la deprimió como nunca. “¡Pinta un bajón anímico tremendo! Hay menos ganas de salir, de hacer cosas; la fiaca es increíble. Además, es incomodísimo salir, trasladarse, ir de un lugar a otro... todo está mojado”, protestó.
"Este verano hemos vendido paraguas como nunca. La verdad es que fue excepcional. Ojo: también ayudó el hecho de que los precios hayan sido más accesibles que otros años sin que se perdiera la calidad", explicó Analía Catsap, dueña de una marroquinería.
En cuanto caen un par de gotas ellos ya empiezan a anunciar su mercancía: "¡paraguas, paraguas!". Obviamente, los vendedores ambulantes también están contentos con este verano lluvioso. "Vendemos aunque haga calor y ahora estamos a full, porque ya empiezan las clases", aseguró Sebastián en Maipú y Mendoza.
"Por día estamos recibiendo alrededor de 15 paraguas para arreglar", explicó Julio Domínguez, empleado de un local en el que se les hace el service a productos de marroquinería. Y claro: el uso intenso los termina desgastando. Mucho más, cuando no son de buena calidad. "Al momento de comprar, la clave es fijarse en la calidad de las varillas, no importa si el paraguas es manual o automático", aconsejó Domínguez.
Es difícil de creer, pero no por eso menos cierto: la lluvia transmite el virus de la felicidad, pero parece que sólo afecta a determinado tipo de comerciantes. Algunos de ellos son los encargados de los cines. "Ayudó a que la gente elija ir al cine ¡Que siga la lluvia, entonces! Se trabaja bien", exclamó Raúl Guzmán, encargado del Atlas.
No hay con qué darle; la ropa no se seca. Y no quedan muchas más opciones que comprar un secarropas o recurrir a una lavandería. "Hay gente que viene con hasta 30 prendas dos veces a la semana. Este mes recibimos mucha más cantidad de ropa que otros veranos", contó Marcela Díaz, empleada de una lavandería.
"Cómo será que se incrementaron las ventas de secarropas que el gerente me dijo que en lugar de dos, pongamos siete en la vidriera", respondió Marcelo Romero, vendedor de una casa de electrodomésticos.
En los clubes están de cama. "Este fue uno de los peores años. Tuvimos buena cantidad de gente en diciembre y en enero, pero febrero fue malísimo", se quejó Juan Vizcarra, intendente del complejo de Atlético. "De 1 al 10, a la temporada le pongo un 4", concluyó Andrés Ibáñez, gerente de Tucumán de Gimnasia.
Les encanta la lluvia
LAS NUBES, MOTIVO DE SU ALEGRÍA.- A pesar de que le molesta el olor a humedad en la ropa y que debe gastar dinero para ir y venir en taxi, Sergio González está feliz con la lluvia.“Cada día estoy mejor”, afirmó. ? A DORMIR.- Josefina Jiménez es una siestera apasionada. Uno de los motivos por los que ama el invierno es porque le regala tardes grises y tristes que ella aprovecha durmiendo. Y este verano la sorprendió. “No sabés las siestas que me estoy clavando. Esto no quiere decir que no me guste el sol. Lo que pasa es que cuando el día está lindo me da cargo de conciencia no salir. En cambio, ahora, soy feliz”, aseguró
Odian los días húmedos
LO AFECTA POR DONDE SE MIRE.- “No tomo sol, no puedo salir a correr y, encima, la gente sale menos y, por ende, yo vendo menos ¡La lluvia es un bajón!”, exclamó Néstor Nicolás Carino, un vendedor de vinos que no ve la hora de que vuelva a salir el sol.
FIACA, BAJÓN E INCOMODIDAD.- A María Natalia Peralta, este verano pasado por agua la deprimió como nunca. “¡Pinta un bajón anímico tremendo! Hay menos ganas de salir, de hacer cosas; la fiaca es increíble. Además, es incomodísimo salir, trasladarse, ir de un lugar a otro... todo está mojado”, protestó.
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