08 Febrero 2011
"No fue un crimen pasional ni una mafia policial. Acá está determinado que la que mató al juez Agustín Aráoz fue Ema Hortencia Gómez", dijo con énfasis el ex oficial Alejandro Darío Pérez, uno de los acusados por el crimen del magistrado.
Aunque aún no declaró oficialmente, Pérez ya dio un indicio sobre cómo serán las próximas audiencias. Pero por ahora, él y los demás acusados tendrán que conformarse con la versión del fiscal de Instrucción, Guillermo Segundo Herrera, y que ayer se leyó en la primera audiencia del juicio.
Aráoz se desempeñaba como juez de Menores. El viernes 26 de noviembre de 2004 fue asesinado en su vivienda, ubicada en avenida Aconquija 2.950. Según determinó el fiscal, Gómez discutió esa tarde con el magistrado, y llamó a Pérez para que la buscara. Cuando llegó, le dispararon varios tiros con el arma del ex policía, afirma Herrera.
Luego -siempre según la hipótesis del fiscal-, la mujer realizó distintas llamadas telefónicas, entre ellas al ex oficial Andrés Faversani, que por entonces trabajaba en la comisaría de Banda del Río Salí. Luego, Gómez fue hasta esa dependencia, donde habló con él.
Faversani, el jefe de la comisaría, Rodolfo Domínguez, y otro ex oficial, Rubén Albornoz, abordaron una camioneta y cruzaron tres jurisdicciones (Banda del Río Salí, San Miguel de Tucumán y Yerba Buena) hasta el domicilio de Aráoz.
Según los policías, los dogos que tenía el magistrado no los dejaron entrar. Sólo Gómez, afirman, logró pasar y luego de gritar desaforadamente, salió descalza y con los pies ensangrentados.
En el baño
El cuerpo de Aráoz estaba tirado en la puerta del baño, en medio de un enorme charco de sangre. En el comedor unas cuantas sillas estaban tiradas en el piso, al igual que un macetón ubicado cerca de la puerta de entrada, un casco de motociclistas y dos candelabros. Un reguero de sangre comenzaba en el comedor, ubicado en la parte trasera de la casa. Llegaba hasta el baño y seguía hasta la puerta de entrada, al lado del macetón. Unas huellas de unos pies descalzos, de planta pequeña y angosta, completaban la escena.
Los perros tuvieron que ser atados para que los policías pudieran ingresar. Según las pericias, el juez fue asesinado aproximadamente a las 17.30. Esa misma noche, en medio de una persistente lluvia, Herrera ordenó la aprehensión de Gómez y de los tres policías que estaban con ella. Al día siguiente, los tucumanos se despertaron con una noticia dramática: LA GACETA informaba que, por primera vez en la historia de la provincia, un juez había sido asesinado, y su novia aparecía como la principal sospechosa. La historia personal de Ema Gómez comenzó a estar en boca de todos. Durante todos estos años, se habló de sus trabajos, su relación con el juez; estando detenida se enfermó, peleó con otras internas, e incluso fue abanderada en la cárcel.
Una vecina de Aráoz declaró a los pocos días que escuchó unos disparos esa tarde, y que el juez gritó: "no, no, por favor, ya se va...".
Silencio
Gómez se abstuvo de declarar durante toda la instrucción. Nunca hizo referencias al caso. "Soy inocente", se limitó a decir.
Pérez fue detenido el 30 de noviembre de ese año. El dermotest le había dado positivo. Al igual que Gómez, estuvo cuatro años tras las rejas bajo el régimen de prisión preventiva.
Su nombre había pasado casi desapercibido en la causa hasta que un llamado anónimo a la fiscalía denunciaba que el auto que supuestamente manejaba Pérez había estado estacionado fuera de la casa del juez a la hora del crimen.
Según Herrera, Gómez mantenía una relación sentimental con Pérez, de manera paralela a su noviazgo con el juez. Esto fue afirmado por un menor de edad que había estado alojado en el instituto Roca unos meses antes del homicidio, quien declaró que había mantenido encuentros ocasionales con la ex agente, y que ella le había confesado el amorío con Pérez.
Todo esto ya comenzó a ser cotejado por los vocales de la sala I de la Cámara Penal, Pedro Roldán Vázquez, Carlos Norry y Emilio Páez de la Torre.
Por ahora, los acusados no tuvieron oportunidad de dar su versión. Es un misterio si Ema Gómez hablará o no. Faversani y Domínguez ya adelantaron que sí lo harán. Pérez también. Quiere exponer una nueva hipótesis del crimen. Pero aún no les tocó su turno. Ayer, sólo debieron limitarse a escuchar.
Aunque aún no declaró oficialmente, Pérez ya dio un indicio sobre cómo serán las próximas audiencias. Pero por ahora, él y los demás acusados tendrán que conformarse con la versión del fiscal de Instrucción, Guillermo Segundo Herrera, y que ayer se leyó en la primera audiencia del juicio.
Aráoz se desempeñaba como juez de Menores. El viernes 26 de noviembre de 2004 fue asesinado en su vivienda, ubicada en avenida Aconquija 2.950. Según determinó el fiscal, Gómez discutió esa tarde con el magistrado, y llamó a Pérez para que la buscara. Cuando llegó, le dispararon varios tiros con el arma del ex policía, afirma Herrera.
Luego -siempre según la hipótesis del fiscal-, la mujer realizó distintas llamadas telefónicas, entre ellas al ex oficial Andrés Faversani, que por entonces trabajaba en la comisaría de Banda del Río Salí. Luego, Gómez fue hasta esa dependencia, donde habló con él.
Faversani, el jefe de la comisaría, Rodolfo Domínguez, y otro ex oficial, Rubén Albornoz, abordaron una camioneta y cruzaron tres jurisdicciones (Banda del Río Salí, San Miguel de Tucumán y Yerba Buena) hasta el domicilio de Aráoz.
Según los policías, los dogos que tenía el magistrado no los dejaron entrar. Sólo Gómez, afirman, logró pasar y luego de gritar desaforadamente, salió descalza y con los pies ensangrentados.
En el baño
El cuerpo de Aráoz estaba tirado en la puerta del baño, en medio de un enorme charco de sangre. En el comedor unas cuantas sillas estaban tiradas en el piso, al igual que un macetón ubicado cerca de la puerta de entrada, un casco de motociclistas y dos candelabros. Un reguero de sangre comenzaba en el comedor, ubicado en la parte trasera de la casa. Llegaba hasta el baño y seguía hasta la puerta de entrada, al lado del macetón. Unas huellas de unos pies descalzos, de planta pequeña y angosta, completaban la escena.
Los perros tuvieron que ser atados para que los policías pudieran ingresar. Según las pericias, el juez fue asesinado aproximadamente a las 17.30. Esa misma noche, en medio de una persistente lluvia, Herrera ordenó la aprehensión de Gómez y de los tres policías que estaban con ella. Al día siguiente, los tucumanos se despertaron con una noticia dramática: LA GACETA informaba que, por primera vez en la historia de la provincia, un juez había sido asesinado, y su novia aparecía como la principal sospechosa. La historia personal de Ema Gómez comenzó a estar en boca de todos. Durante todos estos años, se habló de sus trabajos, su relación con el juez; estando detenida se enfermó, peleó con otras internas, e incluso fue abanderada en la cárcel.
Una vecina de Aráoz declaró a los pocos días que escuchó unos disparos esa tarde, y que el juez gritó: "no, no, por favor, ya se va...".
Silencio
Gómez se abstuvo de declarar durante toda la instrucción. Nunca hizo referencias al caso. "Soy inocente", se limitó a decir.
Pérez fue detenido el 30 de noviembre de ese año. El dermotest le había dado positivo. Al igual que Gómez, estuvo cuatro años tras las rejas bajo el régimen de prisión preventiva.
Su nombre había pasado casi desapercibido en la causa hasta que un llamado anónimo a la fiscalía denunciaba que el auto que supuestamente manejaba Pérez había estado estacionado fuera de la casa del juez a la hora del crimen.
Según Herrera, Gómez mantenía una relación sentimental con Pérez, de manera paralela a su noviazgo con el juez. Esto fue afirmado por un menor de edad que había estado alojado en el instituto Roca unos meses antes del homicidio, quien declaró que había mantenido encuentros ocasionales con la ex agente, y que ella le había confesado el amorío con Pérez.
Todo esto ya comenzó a ser cotejado por los vocales de la sala I de la Cámara Penal, Pedro Roldán Vázquez, Carlos Norry y Emilio Páez de la Torre.
Por ahora, los acusados no tuvieron oportunidad de dar su versión. Es un misterio si Ema Gómez hablará o no. Faversani y Domínguez ya adelantaron que sí lo harán. Pérez también. Quiere exponer una nueva hipótesis del crimen. Pero aún no les tocó su turno. Ayer, sólo debieron limitarse a escuchar.
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Héctor Agustín Aráoz