Un episodio de frustración precede a la explosión de fastidio y violencia

Un episodio de frustración precede a la explosión de fastidio y violencia

Por Fredy Cuba Córdoba , Médico psiquiatra.

30 Enero 2011
La furia cuando es sinónimo de ira no sólo es destructiva sino también causante de tragedias. Destruye relaciones amorosas, de familia y enfrenta a las personas. Quienes padecen de sucesivos ataques de ira sufren de un Trastorno Explosivo Intermitente (DSM-IV). Generalmente, ocurre un episodio de frustración antes de que una persona padezca un ataque de furia. Suele ser causa del episodio de ira que la persona irascible se sienta o perciba que está siendo agredida o traicionada, como es el caso de parejas en la cual un hombre maltrata a su mujer porque supone que ella lo engañó, o abusa de un hijo por fallas que no ameritan la desproporcionada reacción de fuerza.

La rabia es una emoción natural que ayuda a la supervivencia de la especie, al igual que el miedo, la alegría o el amor. Pero, cuando no se controla el enojo, aparece la ira y los correspondientes excesos, rencor y violencia verbal o física. La rabia nos dota de la agresividad necesaria para defendernos de una eventual embestida por parte de algún animal o de otro ser humano; la ira provoca, sin ataque previo de terceros, una conducta ofensiva y dirigida a causar destrucción, castigo, venganza, ofensa o agravio a otra persona.

La furia o ira trastorna psicológicamente a la persona y le produce alteraciones fisiológicas que le perjudica el sistema circulatorio, eleva a límites peligrosos la tensión arterial, tensa la musculatura corporal y acelera la respiración, lo que en suma, menoscaba la salud por el estrés extremo que impulsa. Emergen trastornos del sueño como el insomnio y perturbaciones en la alimentación y digestión. Todo ello sin mencionar el perjuicio que quienes están furiosos les infringen a los demás con sus acometidas verbales o físicas.

El ataque de furia o ira, o ataque explosivo intermitente, se caracteriza por episodios coléricos y violentos, en los que la persona no puede controlar esos impulsos.

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