26 Diciembre 2010
" BUENA PERO UTÓPICA". Warnes desmenuzó la letra de la Ley de Salud Mental recientemente sancionada. LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI
La progresiva desinstitucionalización o desmanicomialización de los pacientes neuropsiquiátricos para darle prioridad a la atención ambulatoria es la meta que persigue la nueva ley de Salud Mental. Muchos consideran que la norma es el puntapié inicial para instalar en el país un nuevo modelo asistencial y terapéutico de los enfermos mentales. Sin embargo, el psiquiatra tucumano Héctor Warnes duda de que en la Argentina se pueda cumplir la ley, a la que calificó de "muy buena" pero de "difícil concreción y con algunas contradicciones". LA GACETA habló con el reconocido especialista que experimentó los grandes cambios de la psiquiatría durante los 40 años que vivió en Canadá, Estados Unidos, Irlanda, Inglaterra y Suiza, países donde desarrolló la mayor parte de su vida profesional y se destacó como catedrático e investigador.
- Qué evaluación hace de la ley.
- En un 80% es una ley de primera, que en los años 60 comenzó a probarse en países del primer mundo. Es positiva porque intenta insertar al enfermo mental en la sociedad, mediante su crecimiento y capacitación en lugares de contención (centros pequeños, familias sustitutas cuando carezcan de la suya, talleres protegidos, etc.) Pero no estoy de acuerdo con el término desmanicomialización...
-¿Por qué no acepta el término desmanicomialización?
- Porque no es verdad que el hospital mental sea un hospital de locos. Manicomio viene del griego manía (locura) y comium (cuidado), o sea que significa cuidado de locos. Mi experiencia me indica que mucho más del 60% de los internados en psiquiátricos no son locos. Son depresivos, mal adaptados, antisociales, drogadictos, alcohólicos, autistas, gente que tuvo algún trastorno de la personalidad, pero no son para nada locos.
- ¿En qué se diferencian los locos?
- Los verdaderos locos, enajenados o alienados no son mayoría, pero no pueden vivir en sociedad porque justamente les falta la razón, el juicio, la capacidad de discernir entre lo que es propio y lo que es ajeno. El loco piensa que los demás hablan de él, que lo miran, que lo persiguen, que le ponen aparatos para controlarle sus pensamientos. No sabe que eso viene de su interior. El loco proyecta y atribuye a otro lo que es propio de su locura (de su psicosis). Siempre se dice que la locura es el sueño del hombre en vigilia, porque la locura se siente invadida por el inconsciente...
- Pero acepta la deshospitalización del enfermo mental...
- Por supuesto. Existen numerosos estudios que demuestran que el internalismo u hospitalismo acarrea consecuencias secundarias a la enfermedad primaria. Sabemos que en los hospitales generales existen infecciones intrahospitalarias que a veces causan la muerte. Al encerrar al enfermo mental ocurre algo similar: el aislamiento, la soledad, la falta de contención y de afecto, la monotonía, la apatía, el hacinamiento en una espacio reducido, entre otros factores, los conduce a la agresividad, al incesto, a devorar cosas. El enfermo pierde la autoestima en un ambiente que no reconoce a la persona, que no estimula las potencialidades del individuo. En este sentido, la nueva ley de Salud Mental está en lo cierto. También tiene razón al ordenar que la internación sólo se podrá llevar a cabo cuando no sean posibles otros abordajes.
-Entonces ¿dónde está la falla?
- Se pueden presentar casos urgentes que necesiten internación y que no se los hospitalice por falta de servicio o de personal idóneo (como fue el sonado caso de Pablo Amín, que concurrió al hospital Padilla y regresó al hotel donde cometió el crimen sin que haya sido evaluado). Lo primero que hay que hacer en las urgencias es determinar el grado de peligrosidad o el riesgo de suicidio. Amín sufría un delirio paranoide severo provocado por anfetaminas. A veces no se puede tratar en forma ambulatoria la violencia de estos pacientes (toda terapia depende de la genética) y necesitan ser internados. No pueden andar sueltos en la sociedad. Requieren la asistencia de médicos especialistas, de personal idóneo y responsable que se haga cargo del paciente. Otro caso reciente y pertinente fue el de Fabián Robledo que había sido de alta y terminó asesinando a su madre y hermana. ¿Quién es el responsable de estos terribles homicidios? Entonces, no me parece fácil poner en práctica la ley de Salud Mental.
- ¿Existen pacientes que deben estar hospitalizados porque son casos irreversibles o un peligro latente para la sociedad?
- Por supuesto. Y esto se debe a que tanto en psiquiatría como en neurología o en cualquier otra especialidad médica se registra entre un 30 y un 40% de fracasos terapéuticos debido a factores genéticos, a abordajes terapéuticos inadecuados, a la falta de recursos para seguir la terapia, entre otras causas. La enfermedad psiquiátrica es una de las más complicadas porque es polifactorial, están en juego muchos factores que, amalgamados, actúan como disparadores.
- ¿Quiere decir que es buena pero utópica?
- Así es y tengo razones para afirmarlo. Hace medio siglo -en 1963- el entonces presidente de EE.UU., John F. Kennedy puso en vigencia en su país una ley que propiciaba el mismo cambio que la norma porteña: la transferencia del cuidado de los enfermos mentales hospitalizados o institucionalizados a centros más pequeños de la comunidad, para reducir el número de internados en psiquiátricos. Pero aquella ley no se pudo cumplir en la medida esperada debido a las restricciones económicas. Nunca se lograron las partidas de dinero adecuadas para sostener el nuevo modelo extramanicomial. En las calles se multiplicaron los pacientes llamados "sin abrigo". Un estudio de esos desamparados determinó que del 25 al 30% eran enfermos mentales que le habían dado el alta sin corresponderles porque no estaban preparados para insertarse en hogares sustitutos, talleres y mucho menos en la sociedad. La desinstitucionalización fracasó.
- Podría suceder aquí...
- La segunda razón por la que considero que la ley es utópica es la falta de recursos económicos en nuestro país. En el primer mundo costó millones de dólares reducir a la mitad el número de camas en hospitales psiquiátricos que tenían entre 800 y 4.000. Costó una fortuna que la Argentina no tiene.
- ¿La ley es contradictoria?
- Expresa que la desmanicomialización "se realizará a partir de los recursos humanos y de la infraestructura existente". Aquí no hay recursos humanos ni infraestructura. Entonces ¿cómo van hacer? Crear servicios, pequeños centros con talleres y personal idóneo, hogares con equipo de salud especializado, pagar a familias sustitutas y demás alternativas que enuncia la ley será imposible sin presupuestos adecuados. Otra contradicción observo cuando la ley indica: "la desmanicomialización se mantendrá hasta que se construyan hospitales modernos (psiquiátricos", mientras que en otro párrafo advierte "queda prohibido la creación de nuevos manicomios público o privados..."
- ¿Cuál sería la alternativa para atender al enfermo mental?
- Al hablar de hospitales modernos ¿de qué infraestructura estamos hablando: de las que facilitan las fugas o de las que propician el diálogo y la integración?. El propio psiquiatra Maxwell Jones, quien sistematizó las bases de la comunidad terapéutica en 1952, en Inglaterra. aceptó que ese modelo no fue una panacea porque demostró desorganización, superposiciones de roles, informalidad en las relaciones y, sobre todo, falta de liderazgo. Nadie se hacía cargo de nada, ni del enfermo. En el enfermo mental -y lo biológico no está contemplado en la ley- hay que tener en cuenta el encuadre del cuerpo de los enfermos, porque todos tienen algo más que locura o depresión. Pueden denotar un problema emocional, endócrino, vegetativo, mental de tipo ne
- Qué evaluación hace de la ley.
- En un 80% es una ley de primera, que en los años 60 comenzó a probarse en países del primer mundo. Es positiva porque intenta insertar al enfermo mental en la sociedad, mediante su crecimiento y capacitación en lugares de contención (centros pequeños, familias sustitutas cuando carezcan de la suya, talleres protegidos, etc.) Pero no estoy de acuerdo con el término desmanicomialización...
-¿Por qué no acepta el término desmanicomialización?
- Porque no es verdad que el hospital mental sea un hospital de locos. Manicomio viene del griego manía (locura) y comium (cuidado), o sea que significa cuidado de locos. Mi experiencia me indica que mucho más del 60% de los internados en psiquiátricos no son locos. Son depresivos, mal adaptados, antisociales, drogadictos, alcohólicos, autistas, gente que tuvo algún trastorno de la personalidad, pero no son para nada locos.
- ¿En qué se diferencian los locos?
- Los verdaderos locos, enajenados o alienados no son mayoría, pero no pueden vivir en sociedad porque justamente les falta la razón, el juicio, la capacidad de discernir entre lo que es propio y lo que es ajeno. El loco piensa que los demás hablan de él, que lo miran, que lo persiguen, que le ponen aparatos para controlarle sus pensamientos. No sabe que eso viene de su interior. El loco proyecta y atribuye a otro lo que es propio de su locura (de su psicosis). Siempre se dice que la locura es el sueño del hombre en vigilia, porque la locura se siente invadida por el inconsciente...
- Pero acepta la deshospitalización del enfermo mental...
- Por supuesto. Existen numerosos estudios que demuestran que el internalismo u hospitalismo acarrea consecuencias secundarias a la enfermedad primaria. Sabemos que en los hospitales generales existen infecciones intrahospitalarias que a veces causan la muerte. Al encerrar al enfermo mental ocurre algo similar: el aislamiento, la soledad, la falta de contención y de afecto, la monotonía, la apatía, el hacinamiento en una espacio reducido, entre otros factores, los conduce a la agresividad, al incesto, a devorar cosas. El enfermo pierde la autoestima en un ambiente que no reconoce a la persona, que no estimula las potencialidades del individuo. En este sentido, la nueva ley de Salud Mental está en lo cierto. También tiene razón al ordenar que la internación sólo se podrá llevar a cabo cuando no sean posibles otros abordajes.
-Entonces ¿dónde está la falla?
- Se pueden presentar casos urgentes que necesiten internación y que no se los hospitalice por falta de servicio o de personal idóneo (como fue el sonado caso de Pablo Amín, que concurrió al hospital Padilla y regresó al hotel donde cometió el crimen sin que haya sido evaluado). Lo primero que hay que hacer en las urgencias es determinar el grado de peligrosidad o el riesgo de suicidio. Amín sufría un delirio paranoide severo provocado por anfetaminas. A veces no se puede tratar en forma ambulatoria la violencia de estos pacientes (toda terapia depende de la genética) y necesitan ser internados. No pueden andar sueltos en la sociedad. Requieren la asistencia de médicos especialistas, de personal idóneo y responsable que se haga cargo del paciente. Otro caso reciente y pertinente fue el de Fabián Robledo que había sido de alta y terminó asesinando a su madre y hermana. ¿Quién es el responsable de estos terribles homicidios? Entonces, no me parece fácil poner en práctica la ley de Salud Mental.
- ¿Existen pacientes que deben estar hospitalizados porque son casos irreversibles o un peligro latente para la sociedad?
- Por supuesto. Y esto se debe a que tanto en psiquiatría como en neurología o en cualquier otra especialidad médica se registra entre un 30 y un 40% de fracasos terapéuticos debido a factores genéticos, a abordajes terapéuticos inadecuados, a la falta de recursos para seguir la terapia, entre otras causas. La enfermedad psiquiátrica es una de las más complicadas porque es polifactorial, están en juego muchos factores que, amalgamados, actúan como disparadores.
- ¿Quiere decir que es buena pero utópica?
- Así es y tengo razones para afirmarlo. Hace medio siglo -en 1963- el entonces presidente de EE.UU., John F. Kennedy puso en vigencia en su país una ley que propiciaba el mismo cambio que la norma porteña: la transferencia del cuidado de los enfermos mentales hospitalizados o institucionalizados a centros más pequeños de la comunidad, para reducir el número de internados en psiquiátricos. Pero aquella ley no se pudo cumplir en la medida esperada debido a las restricciones económicas. Nunca se lograron las partidas de dinero adecuadas para sostener el nuevo modelo extramanicomial. En las calles se multiplicaron los pacientes llamados "sin abrigo". Un estudio de esos desamparados determinó que del 25 al 30% eran enfermos mentales que le habían dado el alta sin corresponderles porque no estaban preparados para insertarse en hogares sustitutos, talleres y mucho menos en la sociedad. La desinstitucionalización fracasó.
- Podría suceder aquí...
- La segunda razón por la que considero que la ley es utópica es la falta de recursos económicos en nuestro país. En el primer mundo costó millones de dólares reducir a la mitad el número de camas en hospitales psiquiátricos que tenían entre 800 y 4.000. Costó una fortuna que la Argentina no tiene.
- ¿La ley es contradictoria?
- Expresa que la desmanicomialización "se realizará a partir de los recursos humanos y de la infraestructura existente". Aquí no hay recursos humanos ni infraestructura. Entonces ¿cómo van hacer? Crear servicios, pequeños centros con talleres y personal idóneo, hogares con equipo de salud especializado, pagar a familias sustitutas y demás alternativas que enuncia la ley será imposible sin presupuestos adecuados. Otra contradicción observo cuando la ley indica: "la desmanicomialización se mantendrá hasta que se construyan hospitales modernos (psiquiátricos", mientras que en otro párrafo advierte "queda prohibido la creación de nuevos manicomios público o privados..."
- ¿Cuál sería la alternativa para atender al enfermo mental?
- Al hablar de hospitales modernos ¿de qué infraestructura estamos hablando: de las que facilitan las fugas o de las que propician el diálogo y la integración?. El propio psiquiatra Maxwell Jones, quien sistematizó las bases de la comunidad terapéutica en 1952, en Inglaterra. aceptó que ese modelo no fue una panacea porque demostró desorganización, superposiciones de roles, informalidad en las relaciones y, sobre todo, falta de liderazgo. Nadie se hacía cargo de nada, ni del enfermo. En el enfermo mental -y lo biológico no está contemplado en la ley- hay que tener en cuenta el encuadre del cuerpo de los enfermos, porque todos tienen algo más que locura o depresión. Pueden denotar un problema emocional, endócrino, vegetativo, mental de tipo ne