15 Diciembre 2010
"Vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que salga, pero no podemos asegurarle nada". Esa frase quizás sea la más oída en la puerta de las salas de cuidados intensivos. Los familiares, entre la esperanza y el amor, ruegan al médico que hagan lo imposible para que el ser querido permanezca en este mundo. Pero a veces, todo está perdido y el único remedio es hacerle frente a la muerte como una etapa de la vida.
"Soy un opositor total al encarnizamiento médico, creo que es algo que surge de un mal entender de la medicina; la medicina no está hecha para que alguien sea inmortal", reflexiona Carlos Lovesio, uno de los fundadores de la terapia intensiva en la Argentina. Miembro de Honor de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Lovesio ha sido presidente de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) y del Círculo Médico de Rosario. Además, preside el Comité de Docencia e Investigación del Sanatorio Parque de Rosario.
Hace 40 años, cuenta este especialista, la sala de terapia intensiva era muy diferente a lo que es ahora: "era un lugar físico donde iban los enfermos graves para que alguien se ocupara de rotarlos, si respiraban mal eventualmente ponerle un tubo endotraqueal, pasarle más o menos de suero... y no había mucho más para hacer". Según Lovesio, la sala de cuidados intensivos era el lugar donde los enfermos iban a morir, y tanto era así que la gente no quería ir. "En este momento -compara-, es el lugar donde la gente va a vivir, o a jugar su esperanza de vida: la mortalidad es de menos del 10%, y eso está basado muy significativamente en lo que es la terapia de puertas abiertas".
La familia
Para la mayoría de las familias es un gran conflicto tener un integrante en terapia intensiva. Quien trabaja, cuida a sus hijos, los lleva al colegio, tiene que interrumpir muchas de esas actividades, a lo que se agrega la angustia de no saber el futuro de ese familiar (la recuperación total, la recuperación parcial o la muerte). "Quizás lo que más angustia crea es la recuperación parcial. La pregunta habitual del familiar de un paciente en terapia intensiva no es si va a vivir o va a morir. Está implícito que si está en terapia intensiva existe el riesgo de morirse. La pregunta siempre es: ?¿Cómo va a quedar?? Porque a la familia le crea una tremenda angustia el futuro del familiar".
Competir con la muerte
Lovesio es reconocido por su pensamiento sobre la disyuntiva de si el médico debe o no hacer hasta lo imposible para que el paciente conserve la vida, y plantea la diferencia entre dejar morir y permitir morir, dos cosas muy diferentes. "Creo que morir es un acto de la vida y el médico tiene que tener muy claro que cuando compite con la muerte, esa competencia no es para que uno gane y otro pierda. En ocasiones, la muerte tiene que ganar. Porque en realidad está ganando el buen morir del paciente. La medicina tiene que saber que las cosas que son corregibles hay que corregirlas y pelear con toda intensidad para que el sujeto sobreviva. Pero hay cosas que son incorregibles, y que van indefectiblemente a llevar a la muerte. No hay que encarnizarse en prolongar un proceso que lo único que genera es sufrimiento", asevera.
Cuestión de vocación
Otro punto sobre el que reflexiona Lovesio es sobre la permanente tensión a la que es sometido un profesional de cuidados intensivos. "No creo que todos los médicos que hacen terapia intensiva estén preparados para vivir toda su vida ahí -reflexiona-. Por eso se tienen que crear especialidades de salida de la terapia intensiva, y en nuestro país la SATI siempre lo ha intentado. El individuo puede ser terapista intensivo y cardiólogo, y hacer después cardiología; o puede ser también infectólogo, y después hacer Infectología. Es decir, tiene que haber especialidades de salida, porque obviamente es una especialidad tremendamente desgastante. Uno está enfrentado a la muerte, y entonces, tener una idea muy clara de qué es la muerte para poder convivir con ella, lidiar con ella, amigarse con ella, confrontar cuando es necesario, retirarse cuando es necesario", concluye el médico.
"Soy un opositor total al encarnizamiento médico, creo que es algo que surge de un mal entender de la medicina; la medicina no está hecha para que alguien sea inmortal", reflexiona Carlos Lovesio, uno de los fundadores de la terapia intensiva en la Argentina. Miembro de Honor de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Lovesio ha sido presidente de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) y del Círculo Médico de Rosario. Además, preside el Comité de Docencia e Investigación del Sanatorio Parque de Rosario.
Hace 40 años, cuenta este especialista, la sala de terapia intensiva era muy diferente a lo que es ahora: "era un lugar físico donde iban los enfermos graves para que alguien se ocupara de rotarlos, si respiraban mal eventualmente ponerle un tubo endotraqueal, pasarle más o menos de suero... y no había mucho más para hacer". Según Lovesio, la sala de cuidados intensivos era el lugar donde los enfermos iban a morir, y tanto era así que la gente no quería ir. "En este momento -compara-, es el lugar donde la gente va a vivir, o a jugar su esperanza de vida: la mortalidad es de menos del 10%, y eso está basado muy significativamente en lo que es la terapia de puertas abiertas".
La familia
Para la mayoría de las familias es un gran conflicto tener un integrante en terapia intensiva. Quien trabaja, cuida a sus hijos, los lleva al colegio, tiene que interrumpir muchas de esas actividades, a lo que se agrega la angustia de no saber el futuro de ese familiar (la recuperación total, la recuperación parcial o la muerte). "Quizás lo que más angustia crea es la recuperación parcial. La pregunta habitual del familiar de un paciente en terapia intensiva no es si va a vivir o va a morir. Está implícito que si está en terapia intensiva existe el riesgo de morirse. La pregunta siempre es: ?¿Cómo va a quedar?? Porque a la familia le crea una tremenda angustia el futuro del familiar".
Competir con la muerte
Lovesio es reconocido por su pensamiento sobre la disyuntiva de si el médico debe o no hacer hasta lo imposible para que el paciente conserve la vida, y plantea la diferencia entre dejar morir y permitir morir, dos cosas muy diferentes. "Creo que morir es un acto de la vida y el médico tiene que tener muy claro que cuando compite con la muerte, esa competencia no es para que uno gane y otro pierda. En ocasiones, la muerte tiene que ganar. Porque en realidad está ganando el buen morir del paciente. La medicina tiene que saber que las cosas que son corregibles hay que corregirlas y pelear con toda intensidad para que el sujeto sobreviva. Pero hay cosas que son incorregibles, y que van indefectiblemente a llevar a la muerte. No hay que encarnizarse en prolongar un proceso que lo único que genera es sufrimiento", asevera.
Cuestión de vocación
Otro punto sobre el que reflexiona Lovesio es sobre la permanente tensión a la que es sometido un profesional de cuidados intensivos. "No creo que todos los médicos que hacen terapia intensiva estén preparados para vivir toda su vida ahí -reflexiona-. Por eso se tienen que crear especialidades de salida de la terapia intensiva, y en nuestro país la SATI siempre lo ha intentado. El individuo puede ser terapista intensivo y cardiólogo, y hacer después cardiología; o puede ser también infectólogo, y después hacer Infectología. Es decir, tiene que haber especialidades de salida, porque obviamente es una especialidad tremendamente desgastante. Uno está enfrentado a la muerte, y entonces, tener una idea muy clara de qué es la muerte para poder convivir con ella, lidiar con ella, amigarse con ella, confrontar cuando es necesario, retirarse cuando es necesario", concluye el médico.
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