14 Diciembre 2010
INCANSABLE. Lucrecia escribe en su notebook, cocina, borda, teje. "Mis pies son como mis manos", afirma. LA GACETA / ANTONIO FERRONI
Redonda y prolija, la letra que dibuja Lucrecia no se compara con la de sus compañeros. La de ella es más linda y acaso alguno se tiente a sacarse los zapatos y las medias para probar el desafío de lo que es natural para ella. Presumida, deja volar una sonrisa luminosa por todo el curso, el 3º año del Polimodal, con el que se despide de la escuela secundaria. Los dedos de su pie izquierdo se aferran por última vez a la birome azul y comienzan a responder el cuestionario de la prueba de inglés. Su pierna posa levemente sobre una mesita ratona donde la tinta corre suave y ligera por el papel. A los pocos minutos, la abanderada del colegio Presentación de María, de Villa Carmela, anuncia que ha terminado.
"Nunca, ni aún cuando era chiquita, me sentí una persona rara; ni tampoco discriminada. Será porque mi mamá me enseñó desde un comienzo a manejarme sola. Ella me decía ?la cosas se hacen así; ahora vos fijate cómo las podés hacer?. Así aprendí a cocinar, a bordar, a tejer, a escribir en computadora ... todo lo hago con los pies, que son como mis manos", explica sin dramatismos. Lucrecia Jordanoff hace 18 años sin brazos (amelia) y con una pierna más corta que la otra (focomelia). "Es un capricho de la naturaleza", dice sin mayores explicaciones.
Vive en barrio Vial II, junto con su mamá, María Fernanda Barrionuevo, de 40 años, y sus dos hermanos, Adriana Micaela, de 15 años; y Cristo Santiago, de ocho años ("se llama igual que su abuelo que vino de Bulgaria", explica la madre). A los tres años ingresó al jardín de infantes del colegio Presentación de María, y desde entonces participó en todos los actos escolares, bailó y hasta cocinó en los talleres de arte culinario. También aprendió a tejer al crochet y a dos agujas.
"Antes caminaba dando saltitos, pero desde que me operaron la columna, dos veces - en agosto y en octubre - , en el Garrahan, no me lo permiten. Yo tenía una escoliosis gravísima, que me hizo pasar de 115 grados de curvatura a 55 grados", explica desde su silla con motor (se la dio PAMI).
Todas las mañanas, Lourdes Jiménez, que es su mejor compañera desde 4 º grado, su amiga y además su comadre, la va a buscar a su casa para llevarla al colegio. La acompaña de ida y vuelta, junto con otros adolescentes. "Soy madrina de Santiago Elías, que ya tiene cinco meses. El otro día me lo dejaron en casa y le di la mamadera", cuenta entusiasmada", ya en su su casa, hasta donde la acompañó LA GACETA.
Su habitación es amplia y llena de osos de peluche. El cubrecamas rosa coincide con el color de los floreros con rosas de género que se distribuyen por todo el cuarto. Pero hay un detalle que se repite en todas paredes: los posters de "Casi Angeles", de la que es fan y entre ellos, se impone la foto de Gastón Dalmau. "¿Qué harías si un día lo ves personalmente?". "¡No sé, creo que me muero!", exclama sonriente y con el rostro iluminado. Lucrecia sueña con vivir sola en un departamento y estudiar Ciencias Económicas.
Lucrecia sólo mira para adelante. Trinidad Zamora su ex tutora del colegio, cuenta que una vez llevó un relato para trabajar en el curso. "Se trataba de un jazmín que quería tener el aroma de la rosa, y de la rosa que quería ser tan fuerte como el roble ... nadie se aceptaba como era. Cuando terminé, Lucrecia se puso mal. Me dijo: ?profesora, yo me acepto como soy. Y yo me disculpé porque ese relato no era por ella, sino por los demás", contó.
"Nunca, ni aún cuando era chiquita, me sentí una persona rara; ni tampoco discriminada. Será porque mi mamá me enseñó desde un comienzo a manejarme sola. Ella me decía ?la cosas se hacen así; ahora vos fijate cómo las podés hacer?. Así aprendí a cocinar, a bordar, a tejer, a escribir en computadora ... todo lo hago con los pies, que son como mis manos", explica sin dramatismos. Lucrecia Jordanoff hace 18 años sin brazos (amelia) y con una pierna más corta que la otra (focomelia). "Es un capricho de la naturaleza", dice sin mayores explicaciones.
Vive en barrio Vial II, junto con su mamá, María Fernanda Barrionuevo, de 40 años, y sus dos hermanos, Adriana Micaela, de 15 años; y Cristo Santiago, de ocho años ("se llama igual que su abuelo que vino de Bulgaria", explica la madre). A los tres años ingresó al jardín de infantes del colegio Presentación de María, y desde entonces participó en todos los actos escolares, bailó y hasta cocinó en los talleres de arte culinario. También aprendió a tejer al crochet y a dos agujas.
"Antes caminaba dando saltitos, pero desde que me operaron la columna, dos veces - en agosto y en octubre - , en el Garrahan, no me lo permiten. Yo tenía una escoliosis gravísima, que me hizo pasar de 115 grados de curvatura a 55 grados", explica desde su silla con motor (se la dio PAMI).
Todas las mañanas, Lourdes Jiménez, que es su mejor compañera desde 4 º grado, su amiga y además su comadre, la va a buscar a su casa para llevarla al colegio. La acompaña de ida y vuelta, junto con otros adolescentes. "Soy madrina de Santiago Elías, que ya tiene cinco meses. El otro día me lo dejaron en casa y le di la mamadera", cuenta entusiasmada", ya en su su casa, hasta donde la acompañó LA GACETA.
Su habitación es amplia y llena de osos de peluche. El cubrecamas rosa coincide con el color de los floreros con rosas de género que se distribuyen por todo el cuarto. Pero hay un detalle que se repite en todas paredes: los posters de "Casi Angeles", de la que es fan y entre ellos, se impone la foto de Gastón Dalmau. "¿Qué harías si un día lo ves personalmente?". "¡No sé, creo que me muero!", exclama sonriente y con el rostro iluminado. Lucrecia sueña con vivir sola en un departamento y estudiar Ciencias Económicas.
Lucrecia sólo mira para adelante. Trinidad Zamora su ex tutora del colegio, cuenta que una vez llevó un relato para trabajar en el curso. "Se trataba de un jazmín que quería tener el aroma de la rosa, y de la rosa que quería ser tan fuerte como el roble ... nadie se aceptaba como era. Cuando terminé, Lucrecia se puso mal. Me dijo: ?profesora, yo me acepto como soy. Y yo me disculpé porque ese relato no era por ella, sino por los demás", contó.
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