09 Diciembre 2010
El humo "de segunda mano" que aspiran los fumadores pasivos es tan tóxico como el cigarrillo mismo. Se comprobó que los tóxicos del humo del tabaco son capaces de permanecer hasta 14 días en el lugar donde se fumó. Quienes trabajan con fumadores aumentan entre un 20 y un 30 % el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón y males coronarios, aunque jamás haya fumado. En el hogar la situación se agrava cuando conviven fumadores con niños y mujeres embarazadas. La esposa de un fumador tiene un 25% más de riesgo de desarrollar cáncer de pulmón.
Marta Angueira, coordinadora del Programa de Prevención y Control del Tabaquismo (PPCT) del Ministerio de Salud porteño, explicó que los ambientes libres de humo "son la única medida que protege en forma efectiva del efecto tóxico del cigarrillo, ya que se demostró que no existe sistema de ventilación capaz de eliminarlos".
El humo ambiental de tabaco es la mezcla del humo que exhala el fumador y del que emana el cigarrillo encendido. Este tiene mayor concentración de tóxicos, porque se produce a altas temperaturas y no pasa por ningún filtro. Contiene más de 4.000 productos químicos irritantes (cianuro, dióxido de azufre, monóxido de carbono, amoníaco y formaldehído, entre otros). de las cuales 50 son cancerígenos (arsénico, cromo, nitrosaminas y benzopireno, entre otros). El humo ambiental de tabaco es el más nocivo porque no existe un nivel mínimo de exposición que sea seguro para la salud.
El fin de establecer ambientes 100% libres de humo es resguardar a fumadores y no fumadores, y también a los niños, embarazadas, trabajadores de bares y restaurantes, y enfermos crónicos y cardíacos (los más vulnerables). Estudios muestran que en los ambientes 100% libres de humo, "los infartos se redujeron en más de un tercio", afirmó Angueira.
El humo del tabaco impacta en el organismo. Facilita el desarrollo de cáncer (pulmón, esófago, vejiga, etc.), males coronarios, accidente cerebrovascular (ACV), enfermedad vascular periférica y EPOC.
Marta Angueira, coordinadora del Programa de Prevención y Control del Tabaquismo (PPCT) del Ministerio de Salud porteño, explicó que los ambientes libres de humo "son la única medida que protege en forma efectiva del efecto tóxico del cigarrillo, ya que se demostró que no existe sistema de ventilación capaz de eliminarlos".
El humo ambiental de tabaco es la mezcla del humo que exhala el fumador y del que emana el cigarrillo encendido. Este tiene mayor concentración de tóxicos, porque se produce a altas temperaturas y no pasa por ningún filtro. Contiene más de 4.000 productos químicos irritantes (cianuro, dióxido de azufre, monóxido de carbono, amoníaco y formaldehído, entre otros). de las cuales 50 son cancerígenos (arsénico, cromo, nitrosaminas y benzopireno, entre otros). El humo ambiental de tabaco es el más nocivo porque no existe un nivel mínimo de exposición que sea seguro para la salud.
El fin de establecer ambientes 100% libres de humo es resguardar a fumadores y no fumadores, y también a los niños, embarazadas, trabajadores de bares y restaurantes, y enfermos crónicos y cardíacos (los más vulnerables). Estudios muestran que en los ambientes 100% libres de humo, "los infartos se redujeron en más de un tercio", afirmó Angueira.
El humo del tabaco impacta en el organismo. Facilita el desarrollo de cáncer (pulmón, esófago, vejiga, etc.), males coronarios, accidente cerebrovascular (ACV), enfermedad vascular periférica y EPOC.
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