Por Diego Jemio
28 Noviembre 2010
Bastaba darle la espalda al escenario para observarlos. Todos emocionados. Algunos con los ojos húmedos. Otros ensayando un solo de llanto y silencio. Todos felices por verlo pero también por recordar sus años de infancia y juventud. Aquellos viejos amores y los sueños humanistas que el hombre tanto alimenta con canciones. Todo eso despertó Joan Manuel Serrat ante un Gran Rex repleto, en el segundo concierto de una serie de ocho que dará hasta el 13 de diciembre en Buenos Aires.
La excusa fue la presentación de su nuevo disco -"Hijo de la luz y de la sombra"-, en el que musicaliza al poeta Miguel Hernández, algo que ya había hecho en un disco grabado hace 38 años. Con una banda formada por seis músicos -piano, teclados, batería, guitarras, viola, contrabajo y bajo-, Serrat apareció en escena con jeans, saco y camisa oscura. "Buenas noches, bienvenidos. Les traigo un proyecto que reúne un manojo de poemas de un hombre asesinado por el franquismo. Estoy feliz de verlos en vuestra casa, que siento como la mía", arrancó diciendo.
Y comenzó a desgranar el repertorio de este nuevo disco y de aquel de 1972. El primero fue "Llegó con tres heridas", que tiene aquel bello verso: /Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida/. Pese a los 66 años y a los problemas de salud -en marzo fue operado de un nódulo pulmonar-, su voz llegaba limpia y clara, con ese timbre tan marca registrada y con cambios de modulación de acuerdo con la canción. Así, Serrat se mostró dolido en "El hambre" y "Las abarcas desiertas"; esperanzador en "Dale que dale" o "Para la libertad"; y tierno en "Menos tu vientre". Con el histórico director musical Ricard Miralles a la cabeza, la banda sonó prolija, al servicio de Serrat, con arreglos sobrios y con giros de orquesta de cámara cuando era necesario.
Himnos imperecederos
Pero era impensado escuchar sólo un concierto monográfico, sin aquellos himnos que todos fueron a buscar sólo por el placer de cantarlos con los brazos y los recuerdos en alto. Y Serrat no los iba a defraudar. En la segunda parte se vio a un "Nano" menos rígido, más hablador y teatral, mientras que el público comenzó a regalar ovaciones.
Como una carta de presentación comenzó con su alter ego "Tarrés". Siguió con "Sinceramente tuyo", esa canción que es un ensayo sobre algunas relaciones de pareja. /Soy sinceramente tuyo, pero no quiero, mi amor, ir por tu vida de visita, vestido para la ocasión/. Cada gesto del "Nano" era aplaudido por un público compuesto en un gran porcentaje por mujeres, que festejaron sus anécdotas y hasta aplaudieron un acceso de tos, que lo obligó a interrumpir una canción.
"Vamos a ofrecerles lo más florido de nuestro repertorio", bromeó el hombre con tono gentil. "Mediterráneo", "Disculpe el señor", "Hoy puede ser un gran día" y, obviamente, "Cantares" fueron cerrando la noche. Se despidió varias veces y salió otras tantas. Políticamente correcto, recogió del piso del escenario cada una de las cartas y regalos que le tiraron. Desde un palco, una mujer se secaba las lágrimas con una bandera que decía: "Te quiero taaanto".
La excusa fue la presentación de su nuevo disco -"Hijo de la luz y de la sombra"-, en el que musicaliza al poeta Miguel Hernández, algo que ya había hecho en un disco grabado hace 38 años. Con una banda formada por seis músicos -piano, teclados, batería, guitarras, viola, contrabajo y bajo-, Serrat apareció en escena con jeans, saco y camisa oscura. "Buenas noches, bienvenidos. Les traigo un proyecto que reúne un manojo de poemas de un hombre asesinado por el franquismo. Estoy feliz de verlos en vuestra casa, que siento como la mía", arrancó diciendo.
Y comenzó a desgranar el repertorio de este nuevo disco y de aquel de 1972. El primero fue "Llegó con tres heridas", que tiene aquel bello verso: /Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida/. Pese a los 66 años y a los problemas de salud -en marzo fue operado de un nódulo pulmonar-, su voz llegaba limpia y clara, con ese timbre tan marca registrada y con cambios de modulación de acuerdo con la canción. Así, Serrat se mostró dolido en "El hambre" y "Las abarcas desiertas"; esperanzador en "Dale que dale" o "Para la libertad"; y tierno en "Menos tu vientre". Con el histórico director musical Ricard Miralles a la cabeza, la banda sonó prolija, al servicio de Serrat, con arreglos sobrios y con giros de orquesta de cámara cuando era necesario.
Himnos imperecederos
Pero era impensado escuchar sólo un concierto monográfico, sin aquellos himnos que todos fueron a buscar sólo por el placer de cantarlos con los brazos y los recuerdos en alto. Y Serrat no los iba a defraudar. En la segunda parte se vio a un "Nano" menos rígido, más hablador y teatral, mientras que el público comenzó a regalar ovaciones.
Como una carta de presentación comenzó con su alter ego "Tarrés". Siguió con "Sinceramente tuyo", esa canción que es un ensayo sobre algunas relaciones de pareja. /Soy sinceramente tuyo, pero no quiero, mi amor, ir por tu vida de visita, vestido para la ocasión/. Cada gesto del "Nano" era aplaudido por un público compuesto en un gran porcentaje por mujeres, que festejaron sus anécdotas y hasta aplaudieron un acceso de tos, que lo obligó a interrumpir una canción.
"Vamos a ofrecerles lo más florido de nuestro repertorio", bromeó el hombre con tono gentil. "Mediterráneo", "Disculpe el señor", "Hoy puede ser un gran día" y, obviamente, "Cantares" fueron cerrando la noche. Se despidió varias veces y salió otras tantas. Políticamente correcto, recogió del piso del escenario cada una de las cartas y regalos que le tiraron. Desde un palco, una mujer se secaba las lágrimas con una bandera que decía: "Te quiero taaanto".
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