14 Noviembre 2010
- De gala.- Los chicos llegaron al aeropuerto vestidos como para el acto del 9 de Julio. Bruno y Aarón, los dos únicos varones del grupo, llevaban pantalón de vestir, zapatos y corbatas azules debajo de los guardapolvos. Las nenas habían adornado el cuello de sus camisas con moñitos hechos con cintas azules.
- La emoción les robó el sueño.- Todos madrugaron. A las 6.30 los pasó a buscar una combi por la escuela para llevarlos al aeropuerto. Al ingresar a la sala de embarque, la emoción que les produjo la pista bajo el sol les borró los rastros de sueño de sus ojos.
- Mamá no sabía nada.- La mamá de Brenda Rocha no se enteró de que ella iba a conocer Buenos Aires. Durante el viaje de su hija, Elisa del Valle estaba internada a causa de una neumonía. Daniel, su esposo, se puso firme: este vendedor ambulante insistió en que su hija viajara. Les aseguró a las docentes que esta iba a ser una experiencia única para la niña y que no se la podía perder.
- Temor de madre.- A Noelia la acompañaron sus papás al aeropuerto. "Me da un poco de miedo que se vaya, pero quiero que conozca, que aprenda, que viva una experiencia nueva e irrepetible", afirmó Mabel, su mamá, a la que le costaba separarse de su única hija mujer.
- Espectadores de lujo.- Antes de embarcar y gracias a las gestiones de Juan Spólita y de Julieta Miniggio (los dos voluntarios de LAN que los acompañaron a Buenos Aires y que se portaron como los mejores) los chicos pudieron ver el aterrizaje del avión desde un lugar privilegiado. Los hicieron pasar a la manga para que, a través de los vidrios, pudieran apreciar cómo el imponente Airbus 320 tocaba tierra.
- Aplausos.- Las palabras de las azafatas fueron el mejor bálsamo para aplacar los nervios. Mientras el avión tomaba altura, todo en la cabina era silencio. Y los ojitos de los chicos reflejaban la tensión que les generaba la nueva experiencia. Pero se calmaron cuando una de las azafatas anunció por los parlantes que ellos eran los invitados de lujo y el resto de los pasajeros les regaló un caluroso aplauso.
- Jugos y gaseosas.- Tanto el vuelo de ida como el de vuelta fueron muy tranquilos. Casi no hubo turbulencia y a medida que pasaban los minutos, los chicos iban agarrando confianza. Cuando las azafatas sirvieron el snack, la mayoría tomó jugos y gaseosas y se devoraron los dos alfajores y las galletitas que les ofrecieron.
- Coquetos.- En un restaurante ubicado en Corrientes casi 9 de Julio, frente al teatro El Nacional, los chicos se dieron una panzada de milanesas con papas fritas. En los baños del local, todos aprovecharon para arreglarse. Los varones sacaron los peines que llevaban en los delantales y se peinaron. Las chicas, acomodaron los moñitos que llevaban al cuello.
- ¿Y la siesta?.- La cantidad de autos, los embotellamientos y el apuro de la gente sorprendió a estos chicos, acostumbrados a la vida más tranquila de la provincia. Lo que más les llamó la atención fue que, a las tres de la tarde, las calles seguían igual de colmadas que a media mañana. Les costaba entender que la gente no durmiera la siesta.
- Fanáticos de Boca.- Camino a La Boca, el colectivo se detuvo frente a un descampado. Desde allí se veía una inmensa estructura que se levantaba a pocas cuadras. Al principio, a los chicos les costó darse cuenta de qué se trataba. Pero cuando advirtieron que era La Bombonera, todos se apresuraron por sacarles fotos. Claro, la mayoría eran hinchas de Boca.
- Opinión unánime.- Al terminar el recorrido por la ciudad, todos llegaron a la misma conclusión: lo que más les había gustado era la Casa Rosada. Lógico: todos habían visto por televisión el velorio de Néstor Kirchner y les costaba creer que ellos estaban parados en el mismo lugar que había sido escenario de las noticias más relevantes de los últimos días.
- Regalos.- De regreso en aeroparque, la subgerenta de Comunicaciones Corporativas de LAN, Mercedes Mistorini, improvisó una pequeña ceremonia. En el primer piso, les entregó a cada uno de los chicos un diploma que certificaba que habían volado por primera vez para que se lo llevaran de recuerdo. Además, la empresa les regaló una mochila a cada uno.
- La emoción les robó el sueño.- Todos madrugaron. A las 6.30 los pasó a buscar una combi por la escuela para llevarlos al aeropuerto. Al ingresar a la sala de embarque, la emoción que les produjo la pista bajo el sol les borró los rastros de sueño de sus ojos.
- Mamá no sabía nada.- La mamá de Brenda Rocha no se enteró de que ella iba a conocer Buenos Aires. Durante el viaje de su hija, Elisa del Valle estaba internada a causa de una neumonía. Daniel, su esposo, se puso firme: este vendedor ambulante insistió en que su hija viajara. Les aseguró a las docentes que esta iba a ser una experiencia única para la niña y que no se la podía perder.
- Temor de madre.- A Noelia la acompañaron sus papás al aeropuerto. "Me da un poco de miedo que se vaya, pero quiero que conozca, que aprenda, que viva una experiencia nueva e irrepetible", afirmó Mabel, su mamá, a la que le costaba separarse de su única hija mujer.
- Espectadores de lujo.- Antes de embarcar y gracias a las gestiones de Juan Spólita y de Julieta Miniggio (los dos voluntarios de LAN que los acompañaron a Buenos Aires y que se portaron como los mejores) los chicos pudieron ver el aterrizaje del avión desde un lugar privilegiado. Los hicieron pasar a la manga para que, a través de los vidrios, pudieran apreciar cómo el imponente Airbus 320 tocaba tierra.
- Aplausos.- Las palabras de las azafatas fueron el mejor bálsamo para aplacar los nervios. Mientras el avión tomaba altura, todo en la cabina era silencio. Y los ojitos de los chicos reflejaban la tensión que les generaba la nueva experiencia. Pero se calmaron cuando una de las azafatas anunció por los parlantes que ellos eran los invitados de lujo y el resto de los pasajeros les regaló un caluroso aplauso.
- Jugos y gaseosas.- Tanto el vuelo de ida como el de vuelta fueron muy tranquilos. Casi no hubo turbulencia y a medida que pasaban los minutos, los chicos iban agarrando confianza. Cuando las azafatas sirvieron el snack, la mayoría tomó jugos y gaseosas y se devoraron los dos alfajores y las galletitas que les ofrecieron.
- Coquetos.- En un restaurante ubicado en Corrientes casi 9 de Julio, frente al teatro El Nacional, los chicos se dieron una panzada de milanesas con papas fritas. En los baños del local, todos aprovecharon para arreglarse. Los varones sacaron los peines que llevaban en los delantales y se peinaron. Las chicas, acomodaron los moñitos que llevaban al cuello.
- ¿Y la siesta?.- La cantidad de autos, los embotellamientos y el apuro de la gente sorprendió a estos chicos, acostumbrados a la vida más tranquila de la provincia. Lo que más les llamó la atención fue que, a las tres de la tarde, las calles seguían igual de colmadas que a media mañana. Les costaba entender que la gente no durmiera la siesta.
- Fanáticos de Boca.- Camino a La Boca, el colectivo se detuvo frente a un descampado. Desde allí se veía una inmensa estructura que se levantaba a pocas cuadras. Al principio, a los chicos les costó darse cuenta de qué se trataba. Pero cuando advirtieron que era La Bombonera, todos se apresuraron por sacarles fotos. Claro, la mayoría eran hinchas de Boca.
- Opinión unánime.- Al terminar el recorrido por la ciudad, todos llegaron a la misma conclusión: lo que más les había gustado era la Casa Rosada. Lógico: todos habían visto por televisión el velorio de Néstor Kirchner y les costaba creer que ellos estaban parados en el mismo lugar que había sido escenario de las noticias más relevantes de los últimos días.
- Regalos.- De regreso en aeroparque, la subgerenta de Comunicaciones Corporativas de LAN, Mercedes Mistorini, improvisó una pequeña ceremonia. En el primer piso, les entregó a cada uno de los chicos un diploma que certificaba que habían volado por primera vez para que se lo llevaran de recuerdo. Además, la empresa les regaló una mochila a cada uno.