Por Fabio Ladetto
04 Noviembre 2010
Y el milagro no se dio. Lejos está la política de ser una ciencia exacta, pero con relevamientos adecuados de la opinión de los ciudadanos, tampoco debería haber demasiadas sorpresas (salvo el caso de una buena excepción que confirme toda regla). La derrota demócrata fue amarga, en especial por el riesgo que enfrentaron en algún momento de perder el control del Senado. Si bien apenas pasadas las 9 de la noche, y mientras todavía se seguía votando en algunos estados de la costa oeste por la gran diferencia horaria entre ambos puntos extremos (otra más curiosidad del sistema político norteamericano) todos los medios anunciaron que los republicanos habían asegurado una mayoría cómoda en la Cámara de Representantes (Diputados), los analistas consideraban que el resultado podía haber sido peor para el Gobierno.
El gran ganador fue el Tea Party (su nombre remite a las luchas por la independencia estadounidense de la Corona británica, cuando se rebelaron por el impuesto al té). Algunos expertos, sin embargo, admiten que la victoria puede ser pírrica dentro de dos años.
Así lo interpretó el argentino Silvio Waisbord, (ver "A Obama le irá mejor..."), con quien comparte criterio el analista especializado en asuntos hispanos en los Estados Unidos, Arnoldo Torres.
"Es histórico que, cuando hay elecciones en medio de una Presidencia, el electorado siempre va hacia el partido rival. Las principales campañas estuvieron centradas en el noreste y pocas en el sur, donde la población latina es más importante", remarcó a Univisión, y apostó a la continuidad del Presidente pero más por defectos de los republicanos que por méritos de los demócratas: "va a ganar porque no hay ningún liderazgo opositor".
Para dentro de dos años
Se multiplican las especulaciones sobre candidatos para las primarias norteamericanas de los republicanos de dentro de dos años. En el horizonte asoman con fuerza dos nombres (aunque a ambos les faltaría aún arraigo): Marco Rubio, joven senador electo por La Florida, y Sarah Palin, líder del Tea Party, ex gobernadora de Alaska y postulante a la vicepresidencia en 2008.
Por los demócratas, sólo se menciona al presidente Obama.
Fue un atardecer-noche atípico en la capital de EE.UU. Los helicópteros recorrieron el cielo con mucha más frecuencia que otros días (es normal verlos, pero nunca en la cantidad y con la asiduidad del martes). Sin embargo, en las calles no había nada que alterase el ritmo habitual, tal como lo demostraba la biblioteca pública, donde estaban habilitados ocho puestos de votación, aunque casi nunca ocupados al mismo tiempo.
A ojos argentinos, a esta elección le faltó calor y emoción. Más allá del frío otoñal, las calles estaban vacías a la hora del triunfo, sin simpatizantes congregados en los paseos agitando banderas y cantando hasta desgañitarse. Sea por el perfil neoconservador de los triunfantes, sea por el desencanto del ciudadano, la democracia está lejos de ser popular; se la reserva para algunos elegidos bajo la figura discursiva y propagandística de la más perfecta del mundo. En los hechos, está privatizada para los que acceden a ella.
La oposición y el oficialismo debaten fieramente, a la distancia, tanto durante la campaña como en la lectura de sus resultados. En los espacios comunes, prima el respeto. Impensable que haya movilizaciones violentas, separadas por cordones policiales o de seguridad. Impensable que haya movilizaciones descontroladas. Quizás sea impensable, simplemente, que haya movilizaciones masivas. Los festejos se hacen a puerta cerrada, en salones de hoteles lujosos. Los bares y restaurantes tuvieron sus televisores prendidos durante todo el día, pero alternando los canales deportivos con los de noticias. El alcohol corrió como cualquier día, a diferencia de la prohibición formal que existe para la venta (no para el consumo) en la Argentina.
El acceso a los centros del Partido Republicano en la capital sólo fue autorizado a periodistas acreditados en el Congreso, pero no había tampoco muchos seguidores.
Washington DC es un sitio atípico. Quizás como toda capital, no le pertenece estrictamente a nadie. Por momentos, no se sabe quién la habita: de día recorren la zona céntrica funcionarios públicos, turistas y empleados de comercios, de bancos o de firmas de servicios; y universitarios en los barrios cercanos. Por la noche, las calles se vacían. No hay niños ni jóvenes, salvo los que llegan de paseo; la única diversión que se ve en los parques son las ardillas, que están por todos lados jugando aunque (dicen los que saben) tienen un carácter temible. Es donde los tres poderes del Estado hacen política, pero ella no decide quiénes se encargarán, al no tener representación parlamentaria efectiva. Los festejos y las alegrías del triunfo parecen haber quedado reservados a los dueños de la política A la salida de cada subte, la pobreza se hace presente. Son los sin techo, que reciben la caridad de Iglesias (especialmente protestantes y evangélicas) con comida y un dormitorio. Se los ve haciendo fila en la calle E, a una cuadra del lujoso hotel que lleva el nombre de la ciudad y a tres de Union Station (shopping y terminal de trenes): dos tercios son de raza negra y el resto, blanca. No se distingue a ninguno con rasgos latinos.
Ellos no fueron llamados a votar en esta elección, ni en ninguna. Contradicciones del sistema, en su máxima expresión.
El gran ganador fue el Tea Party (su nombre remite a las luchas por la independencia estadounidense de la Corona británica, cuando se rebelaron por el impuesto al té). Algunos expertos, sin embargo, admiten que la victoria puede ser pírrica dentro de dos años.
Así lo interpretó el argentino Silvio Waisbord, (ver "A Obama le irá mejor..."), con quien comparte criterio el analista especializado en asuntos hispanos en los Estados Unidos, Arnoldo Torres.
"Es histórico que, cuando hay elecciones en medio de una Presidencia, el electorado siempre va hacia el partido rival. Las principales campañas estuvieron centradas en el noreste y pocas en el sur, donde la población latina es más importante", remarcó a Univisión, y apostó a la continuidad del Presidente pero más por defectos de los republicanos que por méritos de los demócratas: "va a ganar porque no hay ningún liderazgo opositor".
Para dentro de dos años
Se multiplican las especulaciones sobre candidatos para las primarias norteamericanas de los republicanos de dentro de dos años. En el horizonte asoman con fuerza dos nombres (aunque a ambos les faltaría aún arraigo): Marco Rubio, joven senador electo por La Florida, y Sarah Palin, líder del Tea Party, ex gobernadora de Alaska y postulante a la vicepresidencia en 2008.
Por los demócratas, sólo se menciona al presidente Obama.
Fue un atardecer-noche atípico en la capital de EE.UU. Los helicópteros recorrieron el cielo con mucha más frecuencia que otros días (es normal verlos, pero nunca en la cantidad y con la asiduidad del martes). Sin embargo, en las calles no había nada que alterase el ritmo habitual, tal como lo demostraba la biblioteca pública, donde estaban habilitados ocho puestos de votación, aunque casi nunca ocupados al mismo tiempo.
A ojos argentinos, a esta elección le faltó calor y emoción. Más allá del frío otoñal, las calles estaban vacías a la hora del triunfo, sin simpatizantes congregados en los paseos agitando banderas y cantando hasta desgañitarse. Sea por el perfil neoconservador de los triunfantes, sea por el desencanto del ciudadano, la democracia está lejos de ser popular; se la reserva para algunos elegidos bajo la figura discursiva y propagandística de la más perfecta del mundo. En los hechos, está privatizada para los que acceden a ella.
La oposición y el oficialismo debaten fieramente, a la distancia, tanto durante la campaña como en la lectura de sus resultados. En los espacios comunes, prima el respeto. Impensable que haya movilizaciones violentas, separadas por cordones policiales o de seguridad. Impensable que haya movilizaciones descontroladas. Quizás sea impensable, simplemente, que haya movilizaciones masivas. Los festejos se hacen a puerta cerrada, en salones de hoteles lujosos. Los bares y restaurantes tuvieron sus televisores prendidos durante todo el día, pero alternando los canales deportivos con los de noticias. El alcohol corrió como cualquier día, a diferencia de la prohibición formal que existe para la venta (no para el consumo) en la Argentina.
El acceso a los centros del Partido Republicano en la capital sólo fue autorizado a periodistas acreditados en el Congreso, pero no había tampoco muchos seguidores.
Washington DC es un sitio atípico. Quizás como toda capital, no le pertenece estrictamente a nadie. Por momentos, no se sabe quién la habita: de día recorren la zona céntrica funcionarios públicos, turistas y empleados de comercios, de bancos o de firmas de servicios; y universitarios en los barrios cercanos. Por la noche, las calles se vacían. No hay niños ni jóvenes, salvo los que llegan de paseo; la única diversión que se ve en los parques son las ardillas, que están por todos lados jugando aunque (dicen los que saben) tienen un carácter temible. Es donde los tres poderes del Estado hacen política, pero ella no decide quiénes se encargarán, al no tener representación parlamentaria efectiva. Los festejos y las alegrías del triunfo parecen haber quedado reservados a los dueños de la política A la salida de cada subte, la pobreza se hace presente. Son los sin techo, que reciben la caridad de Iglesias (especialmente protestantes y evangélicas) con comida y un dormitorio. Se los ve haciendo fila en la calle E, a una cuadra del lujoso hotel que lleva el nombre de la ciudad y a tres de Union Station (shopping y terminal de trenes): dos tercios son de raza negra y el resto, blanca. No se distingue a ninguno con rasgos latinos.
Ellos no fueron llamados a votar en esta elección, ni en ninguna. Contradicciones del sistema, en su máxima expresión.