31 Octubre 2010
CONVICCION. El filósofo y ensayista, Pablo Capanna confesó, alguna vez, que se aburrió de la ciencia ficción.
CIENCIA
INSPIRACIONES
PABLO CAPANNA
(Paidós - Buenos Aires)
Convertir la historia en lectura amena y no en ese rosario interminable de fechas, nombres y lugares a que nos habituaron los textos de historia, es un mérito escaso. Más cuando se trata de historia de las ciencias. Hace falta mucha información, conocimientos filosóficos y destreza de escritor. Es lo que tiene este libro de Pablo Capanna.
Su escepticismo ante las interpretaciones en uso lo lleva a examinar los temas desde la sospecha de que "las cosas no son como parecen". A su juicio, por ejemplo, el triunfo de la ciencia moderna sobre el antiguo aristotelismo se debió en buena medida a la defensa que algunos modernos hicieron de la magia. Giordano Bruno, por ejemplo, quemado por la Inquisición Católica por sus tesis heréticas, sostenía en ellas "una apasionada defensa de la magia, un intento de restaurar la antigua religión egipcia, basada en la tesis de que Moisés y Cristo habían sido magos" (pág. 16). Por eso "el mito de Bruno como 'mártir de la ciencia' es claramente anacrónico. Servet tampoco fue quemado vivo por haber descubierto la circulación sanguínea, sino por su teología. Lavoisier no subió a la guillotina por haber acabado con el flogisto, sino por su cargo de agente fiscal, que lo hacía sospechoso de corrupción" (pág. 15).
La misma actitud desconfiada del autor lo conduce a exponer el conocido fraude de Kammerer (alterando con tinta china la piel de sapos parteros para mostrar que la modificación del ambiente genera cambios hereditarios) a la luz de la discusión ideológica entre los dos autores principales del genocidio en el siglo XX: comunistas (defensores del viejo lamarckismo, en cuyo nombre se llevó al fracaso la agricultura soviética bajo Stalin y al asesinato de biólogos seguidores de Mendel) y nazis (aliados ocasionales del neodarwinismo por defender que los rasgos adquiridos no se heredan y, consecuentemente, las "razas" fatalmente se sostienen en el tiempo).
La historia es revisada aquí en el estilo de una novela policial que expone el suicidio de Kammerer en 1926, sus circunstancias, las hipótesis en juego y la participación de los científicos más relevantes (Bateston, Koestler, Gould) procurando explicarla.
Con igual actitud, Capanna revisa el origen del cero; el pretendido "despertar de la razón" en el Siglo de las Luces; la mente lógica de Conan Doyle cayendo en el espiritismo y sus fraudes; el origen discutido de nombres, descripciones o aforismos; Copérnico como teórico economista de las monedas 'sanas' y las 'envilecidas' (además de médico, canónigo, militar) y otros asuntos diversos relevados en estilo fresco, breve, preciso.
En resumen, lectura recomendable que muestra cómo la historia del pensamiento puede ser atractiva y hasta apasionante.
© LA GACETA
Jorge Estrella
INSPIRACIONES
PABLO CAPANNA
(Paidós - Buenos Aires)
Convertir la historia en lectura amena y no en ese rosario interminable de fechas, nombres y lugares a que nos habituaron los textos de historia, es un mérito escaso. Más cuando se trata de historia de las ciencias. Hace falta mucha información, conocimientos filosóficos y destreza de escritor. Es lo que tiene este libro de Pablo Capanna.
Su escepticismo ante las interpretaciones en uso lo lleva a examinar los temas desde la sospecha de que "las cosas no son como parecen". A su juicio, por ejemplo, el triunfo de la ciencia moderna sobre el antiguo aristotelismo se debió en buena medida a la defensa que algunos modernos hicieron de la magia. Giordano Bruno, por ejemplo, quemado por la Inquisición Católica por sus tesis heréticas, sostenía en ellas "una apasionada defensa de la magia, un intento de restaurar la antigua religión egipcia, basada en la tesis de que Moisés y Cristo habían sido magos" (pág. 16). Por eso "el mito de Bruno como 'mártir de la ciencia' es claramente anacrónico. Servet tampoco fue quemado vivo por haber descubierto la circulación sanguínea, sino por su teología. Lavoisier no subió a la guillotina por haber acabado con el flogisto, sino por su cargo de agente fiscal, que lo hacía sospechoso de corrupción" (pág. 15).
La misma actitud desconfiada del autor lo conduce a exponer el conocido fraude de Kammerer (alterando con tinta china la piel de sapos parteros para mostrar que la modificación del ambiente genera cambios hereditarios) a la luz de la discusión ideológica entre los dos autores principales del genocidio en el siglo XX: comunistas (defensores del viejo lamarckismo, en cuyo nombre se llevó al fracaso la agricultura soviética bajo Stalin y al asesinato de biólogos seguidores de Mendel) y nazis (aliados ocasionales del neodarwinismo por defender que los rasgos adquiridos no se heredan y, consecuentemente, las "razas" fatalmente se sostienen en el tiempo).
La historia es revisada aquí en el estilo de una novela policial que expone el suicidio de Kammerer en 1926, sus circunstancias, las hipótesis en juego y la participación de los científicos más relevantes (Bateston, Koestler, Gould) procurando explicarla.
Con igual actitud, Capanna revisa el origen del cero; el pretendido "despertar de la razón" en el Siglo de las Luces; la mente lógica de Conan Doyle cayendo en el espiritismo y sus fraudes; el origen discutido de nombres, descripciones o aforismos; Copérnico como teórico economista de las monedas 'sanas' y las 'envilecidas' (además de médico, canónigo, militar) y otros asuntos diversos relevados en estilo fresco, breve, preciso.
En resumen, lectura recomendable que muestra cómo la historia del pensamiento puede ser atractiva y hasta apasionante.
© LA GACETA
Jorge Estrella
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