24 Octubre 2010
INVESTIGADORA DE PURA CEPA. Perilli cuenta que desde que entró a un archivo, ya nunca más pudo dejarlos. LA GACETA / ANALIA JARAMILLO
Cuando Elena Perilli de Colombres Garmendia desmenuza el "detrás de escena", la letra chica de la Gran Historia , el pasado de Tucumán se parece a un cuento en el que los personajes se escapan del bronce y empiezan a respirar.
Flamante académica nacional de la Historia, Perilli ha investigado a fondo a la llamada "Generación del Centenario". Pero, para su conferencia de ingreso a la Academia, se metió en la "azarosa y extraña vida del cura Miguel Martín Laguna", un personaje curioso de la época de la Independencia. "Me pareció un personaje atractivo en este momento del Bicentenario de 1810 porque tiene que ver con una familiar singular de Tucumán, los Laguna (cuya casa, que estaba alquilada por el Estado, fue sede de la jura de la Independencia). Hijo de Francisca Bazán de Laguna, era un fervoroso realista, a diferencia de su hermano Nicolás, que era un fervoroso independentista y un precursor del federalismo. Me pareció interesante cómo en una misma familia convivían pensamientos diferentes sobre el momento que se estaba viviendo. Laguna, en la soledad de su parroquia de Trancas, escribe unas refutaciones a Manuel Lacunza, un sacerdote jesuita que había escrito un libro bastante importante sobre La segunda venida del Mesías, que hablaba del Nuevo Reino, y al que adhirieron muchos revolucionarios como Belgrano, pese a que estaba prohibido en el Virreinato. En el archivo de Belgrano hay cartas que prueban la filiación realista de Laguna. Cuando se produce la Revolución de Mayo, todos los curatos tenían que colaborar. Pero Laguna no colabora. Y Belgrano lo toma prisionero, porque desde el púlpito arengaba a a los feligreses a no sumarse a la causa independentista.
- ¿Cómo explica la fuerte impronta religiosa que tiene la festividad del 24 de Septiembre, de la Batalla de Tucumán?
- Belgrano se preocupó mucho de devolverles a las tropas el carácter de fieles a la religión. Porque en un primer momento, el argumento de las fuerzas realistas había sido que las fuerzas de la Independencia eran impías. Belgrano, ex profeso, quiso marcar la adhesión a la fe católica.
- ¿Cómo termina la historia del cura Laguna?
- Lo mandan a Buenos Aires, y después de unos años vuelve. Además, en Trancas hay dos terremotos, y él levanta dos iglesias. Lo que me parecía importante de Laguna, para tomarlo como sujeto de esta historia, es que él escribe un texto sobre una historia de Tucumán que no se conoce. Son tres cuadernos truncos en los que él habla en un primer capítulo de las producciones de Tucumán: cuáles son las producciones, qué se cultivaba, qué se comía. Sólo encontré datos sobre el tema en los escritos de la historiadora Andy Bascary.
- ¿Por qué se dedicó usted a la investigación?
- Mi madre era profesora de Historia. Y mi casa estaba llena de libros. De modo que no fue extraño que yo me dedicara a esto. Pero a la investigación ingresé cuando Ramón Leoni Pinto me abrió las puertas del Archivo, eso fue ingresar a un mundo maravilloso; porque aunque parezca increíble, en la Facultad no tenemos historia de Tucumán en la carrera de Historia. Cuando una se sumerge en los documentos, una puede situarse en el pasado, comprender qué sentía la gente; no me interesan tanto los grandes sucesos. En la historiografía actual hay una mirada más diversa sobre los modos de investigar la historia. Cuando yo empecé a investigar con Leoni Pinto, trabajaba las guías de comercio de Tucumán: se veía todo lo que entraba y salía de Tucumán. Entonces sumabas en arrobas y contabas en leguas. En esa época, Tucumán fue una gran productora de cueros. Ese fue el rubro número uno de la exportación de Tucumán. En ese entonces, todo se hacía con suela.
-¿Qué queda por descubrir de la historia de Tucumán?
- Falta mucho por escribir, y falta mucho por descubrir sobre la vida cotidiana: la historia de la moda, de la cocina, de las costumbres, no son un tema menor....
-Si no hay evidencia documental, ¿cómo se rastrea?
- Es complicado. La historia oral es muy importante, para determinados períodos. Y en Tucumán ya se está trabajando bastante con esas técnicas.
- Da la impresión de que en Tucumán tenemos la historia de de los grandes personajes. ¿Falta la del pueblo anónimo?
- Seguramente: el pueblo anónimo, las minorías; lo que pasa es que son voces de las que no tenemos registros. En un momento dado me interesó la historia de la moda, que puede parecer frívolo, pero no lo es: yo buscaba el registro en los diarios. Por ejemplo, en el Centenario, la moda para la mujer, el modelo a seguir era lo francés. Había muy buenas costureras, modistas que imitaban la moda francesa. Y si no, se compraba por catálogo; y los hombres se vestían mirando a Londres. Pero faltaba el registro de cómo se vestía una mujer común. Y eso me costaba mucho encontrar en los diarios. La mujer usaba la bayeta (tela de lana), el algodón, la pañoleta. Me costaba mucho encontrar registros.
- ¿Y los epistolarios?
- Son valiosísimos. Y una se pregunta qué va a pasar con se registro, ahora que con Internet se borra toda la información que circula. El epistolario es una obra monumental para conocer la historia de Tucumán.
- Usted ha trabajado mucho la Generación del Centenario?
- Juan B.Terán, Ernesto Padilla, Alberto Rougés, Heller, Sortheix, López Mañán. Yo creo que fue una feliz circunstancia que coincidieran en ese momento tantos hombres de talento y visión. Pero también creo que eran una minoría culta que tenía el poder político y económico. Se dio la circunstancia de que los que estaban gobernando eran al mismo tiempo los que crearon y dirigieron las instituciones. Amén de que no hay que minimizar el crecimiento económico que tenía la provincia por la actividad azucarera. Había una base económica que permitía un florecimiento que desde lo cultural permitió una transformación grande. Era una elite de ideología conservadora, aunque entre ellos había enfoques diferentes. Mientras Terán, López Mañán y Aráoz tienen un pensamiento de avanzada, Ernesto Padilla y Rougés defienden lo hispánico, la tradición. Terán, en un momento de su vida, tiene una mirada crítica con España, con el conquistador. El dice que de España nos viene la burocracia, una serie de vicios; eso de que la ley se acata pero no se cumple.
- ¿A qué se deberá que no se enseñe Historia de Tucumán en la currícula del profesorado de Historia?
- Estamos en deuda con la historia de Tucumán. Es una pelea incorporarla como materia en el plan de estudios, pero todavía no se ha aprobado. Y creo que se debe a que los planes se definen más desde Buenos Aires. No se trata de caer en los localismos, porque somos parte de una civilización occidental, global, pero se trata también de conocer lo nuestro. Conocemos lo del Congreso de 1816 porque está vinculado a la historia nacional. Pero no sabemos quiénes han sido los gobernadores de Tucumán. Está bien que sepamos eso, pero uno tiene que tener en cuenta los procesos locales. Y lo mismo hacemos nosotros con la historia de los pueblos del interior. Aunque hay aportes, esa historia no está hecha.
- ¿De qué ha servido la gran movida del Bicentenario?
- Yo creo que es bueno todo lo que mueve a la reflexión, De todos modos, creo que cuando más se habla, menos se profundiza. Pero me parece que nos debe servir para prepararnos para 2016. Lo que sí creo que ha sido ejemplar ha sido la celebración de los 200 años de Alberdi, porque ha sido sólida y sostenida. Es un ejemplo de cómo debemos prepararnos para festejar los 200 años de la Independencia.
Flamante académica nacional de la Historia, Perilli ha investigado a fondo a la llamada "Generación del Centenario". Pero, para su conferencia de ingreso a la Academia, se metió en la "azarosa y extraña vida del cura Miguel Martín Laguna", un personaje curioso de la época de la Independencia. "Me pareció un personaje atractivo en este momento del Bicentenario de 1810 porque tiene que ver con una familiar singular de Tucumán, los Laguna (cuya casa, que estaba alquilada por el Estado, fue sede de la jura de la Independencia). Hijo de Francisca Bazán de Laguna, era un fervoroso realista, a diferencia de su hermano Nicolás, que era un fervoroso independentista y un precursor del federalismo. Me pareció interesante cómo en una misma familia convivían pensamientos diferentes sobre el momento que se estaba viviendo. Laguna, en la soledad de su parroquia de Trancas, escribe unas refutaciones a Manuel Lacunza, un sacerdote jesuita que había escrito un libro bastante importante sobre La segunda venida del Mesías, que hablaba del Nuevo Reino, y al que adhirieron muchos revolucionarios como Belgrano, pese a que estaba prohibido en el Virreinato. En el archivo de Belgrano hay cartas que prueban la filiación realista de Laguna. Cuando se produce la Revolución de Mayo, todos los curatos tenían que colaborar. Pero Laguna no colabora. Y Belgrano lo toma prisionero, porque desde el púlpito arengaba a a los feligreses a no sumarse a la causa independentista.
- ¿Cómo explica la fuerte impronta religiosa que tiene la festividad del 24 de Septiembre, de la Batalla de Tucumán?
- Belgrano se preocupó mucho de devolverles a las tropas el carácter de fieles a la religión. Porque en un primer momento, el argumento de las fuerzas realistas había sido que las fuerzas de la Independencia eran impías. Belgrano, ex profeso, quiso marcar la adhesión a la fe católica.
- ¿Cómo termina la historia del cura Laguna?
- Lo mandan a Buenos Aires, y después de unos años vuelve. Además, en Trancas hay dos terremotos, y él levanta dos iglesias. Lo que me parecía importante de Laguna, para tomarlo como sujeto de esta historia, es que él escribe un texto sobre una historia de Tucumán que no se conoce. Son tres cuadernos truncos en los que él habla en un primer capítulo de las producciones de Tucumán: cuáles son las producciones, qué se cultivaba, qué se comía. Sólo encontré datos sobre el tema en los escritos de la historiadora Andy Bascary.
- ¿Por qué se dedicó usted a la investigación?
- Mi madre era profesora de Historia. Y mi casa estaba llena de libros. De modo que no fue extraño que yo me dedicara a esto. Pero a la investigación ingresé cuando Ramón Leoni Pinto me abrió las puertas del Archivo, eso fue ingresar a un mundo maravilloso; porque aunque parezca increíble, en la Facultad no tenemos historia de Tucumán en la carrera de Historia. Cuando una se sumerge en los documentos, una puede situarse en el pasado, comprender qué sentía la gente; no me interesan tanto los grandes sucesos. En la historiografía actual hay una mirada más diversa sobre los modos de investigar la historia. Cuando yo empecé a investigar con Leoni Pinto, trabajaba las guías de comercio de Tucumán: se veía todo lo que entraba y salía de Tucumán. Entonces sumabas en arrobas y contabas en leguas. En esa época, Tucumán fue una gran productora de cueros. Ese fue el rubro número uno de la exportación de Tucumán. En ese entonces, todo se hacía con suela.
-¿Qué queda por descubrir de la historia de Tucumán?
- Falta mucho por escribir, y falta mucho por descubrir sobre la vida cotidiana: la historia de la moda, de la cocina, de las costumbres, no son un tema menor....
-Si no hay evidencia documental, ¿cómo se rastrea?
- Es complicado. La historia oral es muy importante, para determinados períodos. Y en Tucumán ya se está trabajando bastante con esas técnicas.
- Da la impresión de que en Tucumán tenemos la historia de de los grandes personajes. ¿Falta la del pueblo anónimo?
- Seguramente: el pueblo anónimo, las minorías; lo que pasa es que son voces de las que no tenemos registros. En un momento dado me interesó la historia de la moda, que puede parecer frívolo, pero no lo es: yo buscaba el registro en los diarios. Por ejemplo, en el Centenario, la moda para la mujer, el modelo a seguir era lo francés. Había muy buenas costureras, modistas que imitaban la moda francesa. Y si no, se compraba por catálogo; y los hombres se vestían mirando a Londres. Pero faltaba el registro de cómo se vestía una mujer común. Y eso me costaba mucho encontrar en los diarios. La mujer usaba la bayeta (tela de lana), el algodón, la pañoleta. Me costaba mucho encontrar registros.
- ¿Y los epistolarios?
- Son valiosísimos. Y una se pregunta qué va a pasar con se registro, ahora que con Internet se borra toda la información que circula. El epistolario es una obra monumental para conocer la historia de Tucumán.
- Usted ha trabajado mucho la Generación del Centenario?
- Juan B.Terán, Ernesto Padilla, Alberto Rougés, Heller, Sortheix, López Mañán. Yo creo que fue una feliz circunstancia que coincidieran en ese momento tantos hombres de talento y visión. Pero también creo que eran una minoría culta que tenía el poder político y económico. Se dio la circunstancia de que los que estaban gobernando eran al mismo tiempo los que crearon y dirigieron las instituciones. Amén de que no hay que minimizar el crecimiento económico que tenía la provincia por la actividad azucarera. Había una base económica que permitía un florecimiento que desde lo cultural permitió una transformación grande. Era una elite de ideología conservadora, aunque entre ellos había enfoques diferentes. Mientras Terán, López Mañán y Aráoz tienen un pensamiento de avanzada, Ernesto Padilla y Rougés defienden lo hispánico, la tradición. Terán, en un momento de su vida, tiene una mirada crítica con España, con el conquistador. El dice que de España nos viene la burocracia, una serie de vicios; eso de que la ley se acata pero no se cumple.
- ¿A qué se deberá que no se enseñe Historia de Tucumán en la currícula del profesorado de Historia?
- Estamos en deuda con la historia de Tucumán. Es una pelea incorporarla como materia en el plan de estudios, pero todavía no se ha aprobado. Y creo que se debe a que los planes se definen más desde Buenos Aires. No se trata de caer en los localismos, porque somos parte de una civilización occidental, global, pero se trata también de conocer lo nuestro. Conocemos lo del Congreso de 1816 porque está vinculado a la historia nacional. Pero no sabemos quiénes han sido los gobernadores de Tucumán. Está bien que sepamos eso, pero uno tiene que tener en cuenta los procesos locales. Y lo mismo hacemos nosotros con la historia de los pueblos del interior. Aunque hay aportes, esa historia no está hecha.
- ¿De qué ha servido la gran movida del Bicentenario?
- Yo creo que es bueno todo lo que mueve a la reflexión, De todos modos, creo que cuando más se habla, menos se profundiza. Pero me parece que nos debe servir para prepararnos para 2016. Lo que sí creo que ha sido ejemplar ha sido la celebración de los 200 años de Alberdi, porque ha sido sólida y sostenida. Es un ejemplo de cómo debemos prepararnos para festejar los 200 años de la Independencia.