14 Octubre 2010
El hombre feliz que quiere morir en la mina
Mario Sepúlveda fue el segundo minero en emerger a la superficie y con su felicidad e histrionismo les alegró la madrugada de ayer a los millones de personas de todo el mundo que siguieron el rescate por TV. El electricista de 40 años (padre de dos hijos) se apuró en aclarar que, a pesar de la experiencia, su vida estará atada hasta el final a las entrañas de la tierra. Video
SONRISAS DE LIBERTAD. Mario Sepúlveda (arriba) salió de la mina repartiendo energía; José Henríquez fue el jefe espiritual del grupo (abajo a la izquierda), Richard Villarroel se reencontró con su mamá, a la que le había mentido. REUTERS
Mario Sepúlveda tiene el don de la palabra y del buen humor. Quizás sea casualidad, quizás no. Pero en las horas alegres de la liberación es lícito imaginar que posiblemente hayan sido el aire y la tierra de su lugar de nacimiento los que le imprimieron en el alma dos cualidades que comparte con Pablo Neruda. El minero que pasará a la historia por haberle animado la madrugada a Chile y a la humanidad al emerger de la tierra (lo hizo en segundo lugar, luego de Florencio Ávalos) nació en Parral, el mismo lugar del mundo que recibió al célebre poeta en 1904.
"Es muy divertido, muy alegre, con él uno nunca pasa pena. A los almuerzos de los sábados y domingos cuando él está los pasamos muy bien; nos reímos ¡Empieza a inventar cada cosa, que yo no sé de dónde las saca!", lo describió su esposa, Elvira Valdivia.
Y él mismo lo demostró cuando en la madrugada de ayer volvió a nacer -esta vez desde las entrañas de la tierra- y le añadió una buena dosis de esperanza extra al campamento Esperanza. "¿Le trajeron la silla de ruedas?", les preguntó a los médicos señalando a Elvira; de esa manera dio a entender que está dispuesto a recuperar el tiempo marital perdido durante los 70 días de encierro subterráneo.
Mario es electricista y está casado con Elvira desde hace 19 años. Estas casi dos décadas dieron sus frutos: dos hijos nacidos del amor. Su familia lo distingue como un líder nato, lo que quedó demostrado durante el encierro, cuando tomó el control de una cámara de video que les enviaron los rescatistas y, de esa manera, comenzó a motivar a sus compañeros con la mejor estrategia: ayudarlos a que les muestren a sus familias que se encontraban bien.
Y en la superficie, Mario también siguió haciendo uso del don de la palabra. Pocas horas después de haber sido rescatado comenzó a hacer declaraciones a la prensa. "Por favor no nos traten como artistas, como periodistas; yo quiero que me sigan tratando como Mario Sepúlveda, como el minero trabajador", se apuró en aclarar. Con sencillez dejó en claro que lo que pasó abajo de la tierra fue una experiencia tan extrema que solamente palabras inconmensurables como Dios y diablo sirven para describirlo. "Sí, estuve con Dios y estuve con el diablo. Me pelearon y ganó Dios. Me agarré de la mejor mano", afirmó.
De todos modos, y a pesar de la experiencia, este hombre de 40 años comparte otra cualidad con Pablo Neruda: mientras que el poeta ató su vida a los versos y a los ideales políticos, Sepúlveda lo hizo a la mina: "quiero morir amarrado al yugo", admitió.
Signado por el 33
¿Será una cuestión de numerología divina? José Henríquez, de 55 años, es considerado el líder espiritual del grupo. Y su vida parece estar signada por la influencia del número 33, la edad que tenía Cristo cuando murió y resucitó. Este hombre, padre de dos hijas, no sólo formó parte del grupo de 33 mineros atrapados, sino que también se dedica a la minería desde hace 33 años y lleva casado la misma cantidad de tiempo.<br><br>
<b>Llanto de mamá</b><br>
Su madre lo recibió llorando. Pero esta vez de alegría. Si bien para todos los familiares de los mineros los 70 días fueron una experiencia de angustia extrema, quizás la madre de Richard Villarroel (mecánico de 27 años) lo sufrió más que ninguna: ella no sabía que su hijo era minero; pensaba que era comerciante y se enteró el día del derrumbe. Por eso, ayer lo recibió empapada en llanto. Su novia no estuvo presente, porque está embarazada.
"Es muy divertido, muy alegre, con él uno nunca pasa pena. A los almuerzos de los sábados y domingos cuando él está los pasamos muy bien; nos reímos ¡Empieza a inventar cada cosa, que yo no sé de dónde las saca!", lo describió su esposa, Elvira Valdivia.
Y él mismo lo demostró cuando en la madrugada de ayer volvió a nacer -esta vez desde las entrañas de la tierra- y le añadió una buena dosis de esperanza extra al campamento Esperanza. "¿Le trajeron la silla de ruedas?", les preguntó a los médicos señalando a Elvira; de esa manera dio a entender que está dispuesto a recuperar el tiempo marital perdido durante los 70 días de encierro subterráneo.
Mario es electricista y está casado con Elvira desde hace 19 años. Estas casi dos décadas dieron sus frutos: dos hijos nacidos del amor. Su familia lo distingue como un líder nato, lo que quedó demostrado durante el encierro, cuando tomó el control de una cámara de video que les enviaron los rescatistas y, de esa manera, comenzó a motivar a sus compañeros con la mejor estrategia: ayudarlos a que les muestren a sus familias que se encontraban bien.
Y en la superficie, Mario también siguió haciendo uso del don de la palabra. Pocas horas después de haber sido rescatado comenzó a hacer declaraciones a la prensa. "Por favor no nos traten como artistas, como periodistas; yo quiero que me sigan tratando como Mario Sepúlveda, como el minero trabajador", se apuró en aclarar. Con sencillez dejó en claro que lo que pasó abajo de la tierra fue una experiencia tan extrema que solamente palabras inconmensurables como Dios y diablo sirven para describirlo. "Sí, estuve con Dios y estuve con el diablo. Me pelearon y ganó Dios. Me agarré de la mejor mano", afirmó.
De todos modos, y a pesar de la experiencia, este hombre de 40 años comparte otra cualidad con Pablo Neruda: mientras que el poeta ató su vida a los versos y a los ideales políticos, Sepúlveda lo hizo a la mina: "quiero morir amarrado al yugo", admitió.
Signado por el 33
¿Será una cuestión de numerología divina? José Henríquez, de 55 años, es considerado el líder espiritual del grupo. Y su vida parece estar signada por la influencia del número 33, la edad que tenía Cristo cuando murió y resucitó. Este hombre, padre de dos hijas, no sólo formó parte del grupo de 33 mineros atrapados, sino que también se dedica a la minería desde hace 33 años y lleva casado la misma cantidad de tiempo.<br><br>
<b>Llanto de mamá</b><br>
Su madre lo recibió llorando. Pero esta vez de alegría. Si bien para todos los familiares de los mineros los 70 días fueron una experiencia de angustia extrema, quizás la madre de Richard Villarroel (mecánico de 27 años) lo sufrió más que ninguna: ella no sabía que su hijo era minero; pensaba que era comerciante y se enteró el día del derrumbe. Por eso, ayer lo recibió empapada en llanto. Su novia no estuvo presente, porque está embarazada.
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