10 Octubre 2010
El hombre detrás de la risa
Es uno de los creadores de los mayores ciclos de culto del humor argentino: "De la cabeza", "Cha Cha Cha" y "Todo por 2 pesos". Junto a Diego Capusotto, Fabio Alberti y Alfredo Casero montaron programas que combinaban elementos del teatro del absurdo con originales miradas sobre el mundo del espectáculo y sobre características típicas de los argentinos.
Por Hernán Carbonel
Para LA GACETA - Salto (provincia de Buenos Aires)
-¿Tu infancia transcurrió en 9 de Julio?
-Así es, en la provincia de Buenos Aires. Si lo vinculamos a lo que hago ahora, 9 de Julio fue un lugar muy inspirador para mí. Desde chico ya miraba al cine desde otro lugar. Como todo chico de pueblo de la década del 60, iba a la matinée, las películas de westerns, ese tipo de cosas. Después fui madurando, en una especie de sala de Cinema Paradiso, como un chico de pueblo que intuye o siente que eso que está viendo en la pantalla lo puede hacer. Y tuve iniciativas propias de hacer películas con el pueblo. Ya en los 80, cuando volví de la conscripción, empecé a hacer películas con gente de la ciudad, donde invitaba a hacerlo como un entretenimiento, para salir de la rutina, y hacía también películas de género, que divirtieran. Y en paralelo iba haciendo películas más personales, para llevar a los concursos de cine amateur.
-¿Todo eso lo filmabas en 9 de Julio?
-Sí. En esa época no había VHS, que facilitara las cosas como hoy. En ese momento lo hacía en fílmico, Súper 8, que era una cámara doméstica, pero un poco carita. Hacíamos las películas y después las pasábamos en la municipalidad, a la gorra, y así seguíamos. Yo preguntaba "¿qué hacemos la semana que viene?". "¡Rocky!", decía la gente, y había que elegir a Sylvester Stallone y todo eso.
-Ahora se entiende un poco más Todo por 2 pesos...
-Sí, claro, o De la cabeza o Cha Cha Cha.
-¿Y cómo llegaste a De la cabeza y Cha Cha Cha?
-Yo me vine a estudiar cine a Buenos Aires en el año 86. Egresé como realizador y en el 92 caí en América 2. El director artístico era Roberto Cenderelli, y él fue el que mandó a buscar a todos estos actores del under, del Parakultural y lugares así, muy off, y de ahí surgieron Casero, Capusotto, Alberti, Posca... Y al año siguiente el grupo se dividió: unos se fueron a hacer Del tomate a Canal 9, y el otro grupo, con Alfredo Casero a la cabeza, hizo Cha Cha Cha. Y en ese momento, cuando lo conozco a Alfredo Casero, justo yo me casaba y hacía la fiesta en 9 de Julio. Yo le había contado que allá hacía películas, y él quiso ir al pueblo a ver ese mundo.
-Se notaba que Cha Cha Cha era una creación colectiva...
-Sí, claro. Todo estaba dividido y cada uno se hacía su parte. Después se juntaba todo y se guionaba.
-O sea que con Diego Capusotto venís laburando desde hace casi 20 años...
-Sí. Si Dios quiere, ya el año que viene vamos a estar haciendo teatro. Empezando por el interior del país.
-¿Y ya tienen la obra armada?
-No. Diego, este año, se dedicó al programa (Peter Capusotto y sus videos) y yo hice la película con él (Pájaros volando). No hacemos dos cosas a la vez. Dentro de poco él termina de grabar el programa y ahí nos juntaremos con Saborido, y vamos a ver si sale la idea. Nunca forzamos ese tipo de situaciones.
-Hablando de este tipo de "reuniones de producción" -por ponerle un nombre- hay un mito: que los que hacen humor, cuando se reúnen a trabajar, se divierten. ¿Es así?
-Es bastante informal. Salimos a cenar o se hace en un espacio físico cualquiera. Todo por 2 pesos lo hicimos en una oficina y pautábamos rigurosamente todos los martes encontrarnos en un horario prefijado. Hay varias maneras, pero en el caso de hacer televisión, como en este momento lo hace Diego con Saborido, es juntarse una vez por semana y ahí pelan personajes o ideas. La sensación siempre es que la idea está cuando realmente de lo que estamos hablando nos está causando mucha gracias de verdad. No podríamos decir que es algo técnico o de oficio. El oficio lo incorporás después. Una vez que tenés la idea, sabés que tenés que desarrollar el cuentito. Y tiene que ver con la empatía que uno tenga con el otro; te diría que es una cuestión hasta de piel. Ideológica, generacional, de códigos. Somos muy diferentes como personas. Tenemos, por ejemplo, gustos musicales muy distintos. No obstante, nos une una cosa: si vemos pasar un tipo por la calle y le sacamos la ficha por algo, seguro que los dos estamos mirando lo mismo. Y los lugares en los que tenemos que convivir, es muy fresca la relación, muy divertida.
-Es que, en el trabajo de ustedes dos, juntos o por separado, es fundamental la construcción del personaje, de los personajes ficticios que crean...
-Sí, totalmente. Recién hablábamos de Cha Cha Cha y De la cabeza. En Cha Cha Cha eran tipos que venían al estudio y ya traían sus cosas, ni se les preguntaba lo que iban a hacer. Se grababa y, como eran todos locos, qué sé yo, había cosas que servían y cosas que no, pero todo tenía que sumar a un todo.
-48 minutos.
-Exactamente. A lo que es la artística de un programa. Pero en De la cabeza no había un guión previo, yo no recuerdo haberlo visto nunca. Algún exterior, sí. Teníamos que salir y necesitábamos una guía, algo, a ver de qué mierda iba. Cuando hicimos Cha Cha Cha, tratamos de ponerle un poquito más el acento al tema del guión, y el que llevaba la delantera en eso era Pablo Cedrón. Es un tipo que tiene incorporada una cultura muy grande. Es de esos tipos que, de lo que hablás, sabe.
-¿Y cómo se llegó a Todo por 2 pesos?
-Previamente ellos, Capusotto y Alberti, habían hecho un programa que se llamó Delicatessen, con Fontova y Damián Dreizik. El programa era bueno, pero no les había ido bien. Era producido por Cuatro Cabezas, que lo industrializaba de otra manera, le ponía los ruiditos, el aplauso, y eso le quitaba el lenguaje natural. Ahí se conocieron con Pedro Saborido, y ahí apareció el guionista.
-Qué bueno era cuando Saborido trabajaba con Quiroga en Radio Mitre.
-Pedro es un tipo que tiene mucho oficio y mucho talento. Y bueno, en Todo por 2 pesos -a esto iba- nunca improvisamos nada. Te puedo asegurar que los guiones de cada programa estaban escritos desde el primer copete hasta el último. Y también se trabaja así con Peter Capusotto. Está escrito.
-En mucho de lo que vos hacés está presente la música.
-Creo que está naturalizado. En cuanto a las películas, las cuatro cuentan llamativamente lo mismo sin habérmelo propuesto. En todas, un personaje llega a ver a otro personaje, después de 20 años, para redimir un pasado. Y a partir de eso, todo termina anclando en un pueblo chico. Y todas esas historias tienen como ingrediente la música. A mi me moviliza mucho la música. Lo mismo le pasa a Diego. De hecho, él hace un programa de rock.
El cine
-Hablabas de los pueblos chicos. ¿Cómo fue hacer Soy tu aventura con Diego Capusotto, Luis Luque y Luis Aguilé, en una localidad rural como Patricios, ahí en el partido de 9 de Julio?
-Fue muy divertido, una locura. La participación de ese pueblito -que tiene 500 habitantes, más o menos- fue muy particular. Primero, la complicidad que tuve que armar para entender de qué la íbamos. La complicidad tenía que ver con que Aguilé y yo éramos cómplices por un lado. Por otro lado, yo era cómplice con Capusotto, para que pudiera enfrentar la actuación frente a Aguilé. Éramos todos de distinto palo pero, a la vez, cuando estábamos filmando era una sola cosa. Nos mirábamos a los ojos y cada uno estaba viendo una cosa distinta. Y a la vez todos sabíamos que eso pasaba.
-¿Cómo se te ocurrió Luis Aguilé?
-Porque un día pasé por El palacio de la papa frita, lo vi comiendo y dije "yo quiero hacer algo con este tipo". Yo me acordaba que cantaba "Señor champagne" con frac y una copa en la mano. Tenía todo un estilo de los 60, un modo de interpretación, con un acento muy europeo. Uno se preguntaba: "¿es argentino, es francés, qué es?".
-Muy Frank Sinatra...
-Sí, claro. De hecho hacía canciones de Sinatra, y las hacía muy bien. Un tipo muy talentoso. Él sabía muy bien dónde estaba parado. Yo aprendí mucho de él. Era un laburante, como decía la canción de él, pero que tenía mucho mundo. Y hacer esa película fue eso. La hicimos en invierno, con mucho frío, y había mucho de noche, entonces, entre toma y toma, yo le decía "Luis, ¿por qué no entretenemos a la gente?", y como teníamos todo un pueblo a disposición, le poníamos una pista y él cantaba las canciones mientras yo preparaba la toma. Eran las dos de la mañana, en un pueblo rural, con una escarcha tremenda... Hay una escena donde todo el pueblo sale a la calle con él cantando la canción "El laburante", el pueblo me hizo el aguante hasta las cinco de la mañana con cinco grados bajo cero. Todos le poníamos algo entre una toma y otra. Fue muy divertido, hay muchas anécdotas con esa película.
-Como para terminar, la última película, Pájaros volando. ¿Dónde se filmó?
-Filmé en San Marcos Sierra, La Cumbre, Capilla del Monte, Cerro Uritorco, Los Cocos. Toda la zona del Valle de Punilla.
-Ahí metiste otros tantos personajes: además de Diego Capusotto, están Juan Carlos Mesa, Miguel Cantilo, Víctor Hugo Morales, el Ruso Verea y Antonio Cafiero. ¿Cómo hiciste para meter toda esa gente en una sola película y en las sierras de Córdoba?
-Y, si yo no hubiese estado en 9 de Julio, haber atendido un mostrador cuando tenía de 15 a 20 años, ver pasar la vida delante un mostrador de pueblo, donde ves ciertas características -porque no es lo mismo un pueblo que Buenos Aires, donde todos pasan de largo-, bueno... yo soy muy agradecido a ese momento de mi vida. Charlar con la gente, conocerla, la idiosincrasia y la psicología de cada tipo. Yo hacía así las películas en 9 de Julio: en una trabajaba el comisario, el Intendente, el cartero, uno que lo fui a buscar a la estación de trenes y que siempre andaba con un perro. Entonces, en Pájaros volando, para mí Cafiero representa una parte de esa gente, de esa historia. Originalmente en el libro el personaje se llamaba Alfonso y era un señor que le vendía el pasaje de ómnibus a Capusotto para que viajara a las sierras, y dije: esto no me llena. Por qué no buscar el factor sorpresa, que el personaje tenga fuerza propia pero que no me corra la historia. En eso soy muy rígido, porque sino es como una estudiantina. Y me pareció muy simpático, Cafiero. Entonces dije "acá le armo una oficina peronista y la que atiende es Eva" y no hay tanta historia.
© LA GACETA
PERFIL
Néstor Montalbano es director y guionista de televisión, cine y teatro. En la década del 90 dirigió los ciclos televisivos De la cabeza y Cha Cha Cha, protagonizados por Alfredo Casero, Diego Capusotto y Fabio Alberti. Con estos dos últimos produjo, escribió y dirigió Todo por dos pesos, con el que ganó el Premio Martín Fierro al mejor programa humorístico en el año 2000. Dirigió a esa misma dupla en distintas obras de teatro y a Capusotto en las películas Soy tu aventura y Pájaros volando. También fue director del "thriller" Cómplices, protagonizado por Oscar Martínez, y del programa de televisión Sábado Bus, conducido por Nicolás Repetto.
Para LA GACETA - Salto (provincia de Buenos Aires)
-¿Tu infancia transcurrió en 9 de Julio?
-Así es, en la provincia de Buenos Aires. Si lo vinculamos a lo que hago ahora, 9 de Julio fue un lugar muy inspirador para mí. Desde chico ya miraba al cine desde otro lugar. Como todo chico de pueblo de la década del 60, iba a la matinée, las películas de westerns, ese tipo de cosas. Después fui madurando, en una especie de sala de Cinema Paradiso, como un chico de pueblo que intuye o siente que eso que está viendo en la pantalla lo puede hacer. Y tuve iniciativas propias de hacer películas con el pueblo. Ya en los 80, cuando volví de la conscripción, empecé a hacer películas con gente de la ciudad, donde invitaba a hacerlo como un entretenimiento, para salir de la rutina, y hacía también películas de género, que divirtieran. Y en paralelo iba haciendo películas más personales, para llevar a los concursos de cine amateur.
-¿Todo eso lo filmabas en 9 de Julio?
-Sí. En esa época no había VHS, que facilitara las cosas como hoy. En ese momento lo hacía en fílmico, Súper 8, que era una cámara doméstica, pero un poco carita. Hacíamos las películas y después las pasábamos en la municipalidad, a la gorra, y así seguíamos. Yo preguntaba "¿qué hacemos la semana que viene?". "¡Rocky!", decía la gente, y había que elegir a Sylvester Stallone y todo eso.
-Ahora se entiende un poco más Todo por 2 pesos...
-Sí, claro, o De la cabeza o Cha Cha Cha.
-¿Y cómo llegaste a De la cabeza y Cha Cha Cha?
-Yo me vine a estudiar cine a Buenos Aires en el año 86. Egresé como realizador y en el 92 caí en América 2. El director artístico era Roberto Cenderelli, y él fue el que mandó a buscar a todos estos actores del under, del Parakultural y lugares así, muy off, y de ahí surgieron Casero, Capusotto, Alberti, Posca... Y al año siguiente el grupo se dividió: unos se fueron a hacer Del tomate a Canal 9, y el otro grupo, con Alfredo Casero a la cabeza, hizo Cha Cha Cha. Y en ese momento, cuando lo conozco a Alfredo Casero, justo yo me casaba y hacía la fiesta en 9 de Julio. Yo le había contado que allá hacía películas, y él quiso ir al pueblo a ver ese mundo.
-Se notaba que Cha Cha Cha era una creación colectiva...
-Sí, claro. Todo estaba dividido y cada uno se hacía su parte. Después se juntaba todo y se guionaba.
-O sea que con Diego Capusotto venís laburando desde hace casi 20 años...
-Sí. Si Dios quiere, ya el año que viene vamos a estar haciendo teatro. Empezando por el interior del país.
-¿Y ya tienen la obra armada?
-No. Diego, este año, se dedicó al programa (Peter Capusotto y sus videos) y yo hice la película con él (Pájaros volando). No hacemos dos cosas a la vez. Dentro de poco él termina de grabar el programa y ahí nos juntaremos con Saborido, y vamos a ver si sale la idea. Nunca forzamos ese tipo de situaciones.
-Hablando de este tipo de "reuniones de producción" -por ponerle un nombre- hay un mito: que los que hacen humor, cuando se reúnen a trabajar, se divierten. ¿Es así?
-Es bastante informal. Salimos a cenar o se hace en un espacio físico cualquiera. Todo por 2 pesos lo hicimos en una oficina y pautábamos rigurosamente todos los martes encontrarnos en un horario prefijado. Hay varias maneras, pero en el caso de hacer televisión, como en este momento lo hace Diego con Saborido, es juntarse una vez por semana y ahí pelan personajes o ideas. La sensación siempre es que la idea está cuando realmente de lo que estamos hablando nos está causando mucha gracias de verdad. No podríamos decir que es algo técnico o de oficio. El oficio lo incorporás después. Una vez que tenés la idea, sabés que tenés que desarrollar el cuentito. Y tiene que ver con la empatía que uno tenga con el otro; te diría que es una cuestión hasta de piel. Ideológica, generacional, de códigos. Somos muy diferentes como personas. Tenemos, por ejemplo, gustos musicales muy distintos. No obstante, nos une una cosa: si vemos pasar un tipo por la calle y le sacamos la ficha por algo, seguro que los dos estamos mirando lo mismo. Y los lugares en los que tenemos que convivir, es muy fresca la relación, muy divertida.
-Es que, en el trabajo de ustedes dos, juntos o por separado, es fundamental la construcción del personaje, de los personajes ficticios que crean...
-Sí, totalmente. Recién hablábamos de Cha Cha Cha y De la cabeza. En Cha Cha Cha eran tipos que venían al estudio y ya traían sus cosas, ni se les preguntaba lo que iban a hacer. Se grababa y, como eran todos locos, qué sé yo, había cosas que servían y cosas que no, pero todo tenía que sumar a un todo.
-48 minutos.
-Exactamente. A lo que es la artística de un programa. Pero en De la cabeza no había un guión previo, yo no recuerdo haberlo visto nunca. Algún exterior, sí. Teníamos que salir y necesitábamos una guía, algo, a ver de qué mierda iba. Cuando hicimos Cha Cha Cha, tratamos de ponerle un poquito más el acento al tema del guión, y el que llevaba la delantera en eso era Pablo Cedrón. Es un tipo que tiene incorporada una cultura muy grande. Es de esos tipos que, de lo que hablás, sabe.
-¿Y cómo se llegó a Todo por 2 pesos?
-Previamente ellos, Capusotto y Alberti, habían hecho un programa que se llamó Delicatessen, con Fontova y Damián Dreizik. El programa era bueno, pero no les había ido bien. Era producido por Cuatro Cabezas, que lo industrializaba de otra manera, le ponía los ruiditos, el aplauso, y eso le quitaba el lenguaje natural. Ahí se conocieron con Pedro Saborido, y ahí apareció el guionista.
-Qué bueno era cuando Saborido trabajaba con Quiroga en Radio Mitre.
-Pedro es un tipo que tiene mucho oficio y mucho talento. Y bueno, en Todo por 2 pesos -a esto iba- nunca improvisamos nada. Te puedo asegurar que los guiones de cada programa estaban escritos desde el primer copete hasta el último. Y también se trabaja así con Peter Capusotto. Está escrito.
-En mucho de lo que vos hacés está presente la música.
-Creo que está naturalizado. En cuanto a las películas, las cuatro cuentan llamativamente lo mismo sin habérmelo propuesto. En todas, un personaje llega a ver a otro personaje, después de 20 años, para redimir un pasado. Y a partir de eso, todo termina anclando en un pueblo chico. Y todas esas historias tienen como ingrediente la música. A mi me moviliza mucho la música. Lo mismo le pasa a Diego. De hecho, él hace un programa de rock.
El cine
-Hablabas de los pueblos chicos. ¿Cómo fue hacer Soy tu aventura con Diego Capusotto, Luis Luque y Luis Aguilé, en una localidad rural como Patricios, ahí en el partido de 9 de Julio?
-Fue muy divertido, una locura. La participación de ese pueblito -que tiene 500 habitantes, más o menos- fue muy particular. Primero, la complicidad que tuve que armar para entender de qué la íbamos. La complicidad tenía que ver con que Aguilé y yo éramos cómplices por un lado. Por otro lado, yo era cómplice con Capusotto, para que pudiera enfrentar la actuación frente a Aguilé. Éramos todos de distinto palo pero, a la vez, cuando estábamos filmando era una sola cosa. Nos mirábamos a los ojos y cada uno estaba viendo una cosa distinta. Y a la vez todos sabíamos que eso pasaba.
-¿Cómo se te ocurrió Luis Aguilé?
-Porque un día pasé por El palacio de la papa frita, lo vi comiendo y dije "yo quiero hacer algo con este tipo". Yo me acordaba que cantaba "Señor champagne" con frac y una copa en la mano. Tenía todo un estilo de los 60, un modo de interpretación, con un acento muy europeo. Uno se preguntaba: "¿es argentino, es francés, qué es?".
-Muy Frank Sinatra...
-Sí, claro. De hecho hacía canciones de Sinatra, y las hacía muy bien. Un tipo muy talentoso. Él sabía muy bien dónde estaba parado. Yo aprendí mucho de él. Era un laburante, como decía la canción de él, pero que tenía mucho mundo. Y hacer esa película fue eso. La hicimos en invierno, con mucho frío, y había mucho de noche, entonces, entre toma y toma, yo le decía "Luis, ¿por qué no entretenemos a la gente?", y como teníamos todo un pueblo a disposición, le poníamos una pista y él cantaba las canciones mientras yo preparaba la toma. Eran las dos de la mañana, en un pueblo rural, con una escarcha tremenda... Hay una escena donde todo el pueblo sale a la calle con él cantando la canción "El laburante", el pueblo me hizo el aguante hasta las cinco de la mañana con cinco grados bajo cero. Todos le poníamos algo entre una toma y otra. Fue muy divertido, hay muchas anécdotas con esa película.
-Como para terminar, la última película, Pájaros volando. ¿Dónde se filmó?
-Filmé en San Marcos Sierra, La Cumbre, Capilla del Monte, Cerro Uritorco, Los Cocos. Toda la zona del Valle de Punilla.
-Ahí metiste otros tantos personajes: además de Diego Capusotto, están Juan Carlos Mesa, Miguel Cantilo, Víctor Hugo Morales, el Ruso Verea y Antonio Cafiero. ¿Cómo hiciste para meter toda esa gente en una sola película y en las sierras de Córdoba?
-Y, si yo no hubiese estado en 9 de Julio, haber atendido un mostrador cuando tenía de 15 a 20 años, ver pasar la vida delante un mostrador de pueblo, donde ves ciertas características -porque no es lo mismo un pueblo que Buenos Aires, donde todos pasan de largo-, bueno... yo soy muy agradecido a ese momento de mi vida. Charlar con la gente, conocerla, la idiosincrasia y la psicología de cada tipo. Yo hacía así las películas en 9 de Julio: en una trabajaba el comisario, el Intendente, el cartero, uno que lo fui a buscar a la estación de trenes y que siempre andaba con un perro. Entonces, en Pájaros volando, para mí Cafiero representa una parte de esa gente, de esa historia. Originalmente en el libro el personaje se llamaba Alfonso y era un señor que le vendía el pasaje de ómnibus a Capusotto para que viajara a las sierras, y dije: esto no me llena. Por qué no buscar el factor sorpresa, que el personaje tenga fuerza propia pero que no me corra la historia. En eso soy muy rígido, porque sino es como una estudiantina. Y me pareció muy simpático, Cafiero. Entonces dije "acá le armo una oficina peronista y la que atiende es Eva" y no hay tanta historia.
© LA GACETA
PERFIL
Néstor Montalbano es director y guionista de televisión, cine y teatro. En la década del 90 dirigió los ciclos televisivos De la cabeza y Cha Cha Cha, protagonizados por Alfredo Casero, Diego Capusotto y Fabio Alberti. Con estos dos últimos produjo, escribió y dirigió Todo por dos pesos, con el que ganó el Premio Martín Fierro al mejor programa humorístico en el año 2000. Dirigió a esa misma dupla en distintas obras de teatro y a Capusotto en las películas Soy tu aventura y Pájaros volando. También fue director del "thriller" Cómplices, protagonizado por Oscar Martínez, y del programa de televisión Sábado Bus, conducido por Nicolás Repetto.
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