27 Septiembre 2010
El turismo de congresos y convenciones es el que da de comer durante los meses magros de temporada baja. Gringos, jubilados llenos de vitalidad, familias numerosas y delegaciones que hablan las mil tonadas del país sólo invaden la capital en junio y julio, y Tafí del Valle en enero y febrero ¿Y el resto del año? Tucumán está quinto en el ranking nacional de congresos y convenciones (nada más y nada menos que por delante de Mendoza y de Salta) y eso está muy bien. Los empresarios saben que para acercarse a Buenos Aires, a Mar del Plata o a Córdoba hacen falta, como mínimo, un centro de convenciones y más camas. Es cierto, tanto como que se están construyendo nuevos hoteles (11 emprendimientos de distintas categorías). Pero si se incrementa la cantidad de camas, lógicamente también hay que trabajar para que crezca el promedio de ocupación. Mientras las inversiones privadas avanzan, el Estado debe resolver varios ítems relacionados con la infraestructura, como la falta de agua en San Javier, la necesidad urgente de un centro de convenciones y el estado de los accesos. Porque llegar a Tucumán por aire o por tierra es, como mínimo, una experiencia desalentadora y -como ocurre con muchos otros aspectos de la vida- la primera impresión es la que cuenta.
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