19 Septiembre 2010
Por Nora Lía Jabif
Para LA GACETA - Tucumán
"Algunos se inquietaron pero nadie se sorprendió aquella noche en SantaLucía, cuando se vio a cuarenta o cincuenta militares rondando lascalles de tierra del pueblo. Era el 20 de septiembre de 1974 y, desdeque se sabía que guerrilleros acampaban en las sierras del Aconquija ysolían bajar a las poblaciones de la zona, no era la primera vez quellegaba el Ejército. Cincuenta kilómetros al sudoeste de San Miguel deTucumán, en el comienzo de la ruta que sube serpenteando por los cerroshacia los Valles Calchaquíes, Santa Lucía tenía en esa época menos de700 casas. Por encima de todas ellas, en el centro mismo del pueblo, seerguía un colosal edificio de ladrillos a la vista con los vidrios desus ventanas rotos y el techo de chapa oxidado: el ingenio azucarero,que desde 1882 le había dado trabajo a casi todos los habitantes delpueblo, había sido cerrado en 1968. Desde entonces, Santa Lucía parecíaun pueblo abandonado por la mano de Dios. Las casas estaban despintadasy la basura se acumulaba en las esquinas. Muchos de los habitantes sehabían ido, corridos por el hambre, y los que se quedaron sobrevivíancomo peones rurales, como empleados públicos o como podían. Ladesocupación, dicen las publicaciones de la época, superaba elcincuenta por ciento".
Así arranca Sangre en el monte, el libro en el que Daniel Gutmancronica la aventura del ERP en los cerros tucumanos, en 1974. Pararecrear esta historia, que a la luz de los años suena como una aventuracon giros surrealistas, el autor, que ejerce el periodismo en el diarioClarín, y que ya había escrito un libro sobre la guerrilla urbana(Tacuara) ha desandado las huellas que ahora parecen lejanas, pero quepara muchos pobladores de Santa Lucia, y del resto de la Provincia, esparte de su historia. Dramática, pero propia al fin.
- ¿Por qué su interés por la guerrilla?
- Básicamente lo que creo que nos interesa a los que escribimos esencontrar buenas historias para contar. Y en la época de la guerrillalas hay, porque hay proyectos grandiosos, situaciones límite en las quese pone en juego la condición humana, drama y muerte. Yo me sorprendímuchísimo cuando me iba enterando de las cosas que pasaban en Tucumán yla idea era transmitir esas situaciones. Además de eso, personalmenteme atraen los 70 porque pertenezco a una generación desencantada con lapolítica, escéptica, que contrasta notablemente con la de aquellos quecreían que era posible tomar un fusil y lanzarse a cambiar la sociedad,con un gran desprecio por la vida ajena y la propia.
- ¿Encontró, más allá del espíritu de la época, una respuesta alemerger en la Argentina de factores como el movimiento ultraderechistaTacuara en los 60 y el ERP en los 70?
- Entiendo que el factor común es el desprecio por la democracia y laopción por la violencia y el autoritarismo. Eso, por supuesto, estabainfluenciado por los golpes militares recurrentes y la proscripcióndurante muchos años del movimiento político mayoritario. Creo que,afortunadamente, hoy en la Argentina aprendimos a valorar lademocracia, a pesar de que haya tantas marchas y contramarchas y de quea veces sintamos que no nos alcanza.
- Al leer su libro, su larga reconstrucción de época tiene tintessurrealistas, de situaciones irracionales. ¿Cómo leer el fenómeno a laluz de la política de la época? ¿Piensa que lo del ERP fue una aventura?
- Creo que fue una aventura en el sentido de que es evidente que nomidieron adecuadamente los riesgos y que sobreestimaron su potencial.
Yo no niego que en una etapa inicial hayan encontrado algún grado de simpatía entre los trabajadores desocupados y los campesinos pobres de la zona azucarera, pero de ahí a pensar que iban a tomar el fusil y subir al monte, hay un trecho demasiado largo, que ellos no supieron evaluar. Creo que el ERP se encandiló con el ejemplo de la derrota de Estados Unidos en Vietnam y quiso trasladarlo a Tucumán, pero no reparó en muchas cosas. Por ejemplo, que en Tucumán no había una potencia extranjera invasora, como en Vietnam.
- En su libro, señala que en los montes no eran más de 250 hombres, en las mejores épocas. ¿Cómo explicar tamaño sobredimensionamiento de su poder de fuego?
- El Ejército evidentemente sobredimensionó la amenaza que suponía la presencia del ERP en las laderas del Aconquija para justificar la militarización de la provincia. Ellos necesitaban que la gente creyera que se enfrentaba a un enemigo poderoso porque así podían perseguir a miles de personas en los pueblos, en las universidades, en los sindicatos y en prácticamente todos los ámbitos.
- Usted ha recurrido a crónicas y testimonios de tucumanos, como Lucía Mercado, entre otros; y plantea que la Santa Lucía de esos relatos no difiere, en términos de desarrollo, de la actual, de la Santa Lucía que usted ha recorrido?
- Eso es muy triste Porque está demostrado que las situaciones de pobreza y de marginalidad, como las que se viven en Tucumán y en otros lugares de la Argentina, pueden ser la condición para la reaparición de proyectos violentos y autoritarios, como los que vivimos en los 70 y hoy creemos superados.
- Usted hace hincapié en la figura de Acdel Vilas?
- Vilas fue un personaje muy siniestro. Uno de los primeros en el Ejército que se convenció de que a la guerrilla había que combatirla con métodos ilegales y que no se debía eliminar sólo a los que tomaban las armas, sino también a cualquiera que fuera de izquierda. Tuvo la mala suerte de pegarse demasiado al peronismo y por eso no resultaba confiable para la cúpula del Ejército, que lo desplazó a fines de 1975 para colocar en su lugar a Bussi.
- ¿Vilas le abre la puerta al terrorismo de Estado?
- Yo creo que es arbitrario trazar una línea en el 24 de marzo de 1976 y promover que se investiguen solamente los crímenes cometidos a partir de esa fecha. Vilas fue procesado por su actuación en Bahía Blanca después del golpe, pero nunca por los delitos que había cometido en Tucumán durante el gobierno peronista. De la misma manera que creo que, si vamos a reabrir esa etapa, habría que ocuparse, también, de delitos cometidos por los guerrilleros, algunos de los cuales están contados en mi libro.
© LA GACETA
Nora Lía Jabif - Licenciada en Filosofía,
periodista y editora de Cultura de
LA GACETA.
Para LA GACETA - Tucumán
"Algunos se inquietaron pero nadie se sorprendió aquella noche en SantaLucía, cuando se vio a cuarenta o cincuenta militares rondando lascalles de tierra del pueblo. Era el 20 de septiembre de 1974 y, desdeque se sabía que guerrilleros acampaban en las sierras del Aconquija ysolían bajar a las poblaciones de la zona, no era la primera vez quellegaba el Ejército. Cincuenta kilómetros al sudoeste de San Miguel deTucumán, en el comienzo de la ruta que sube serpenteando por los cerroshacia los Valles Calchaquíes, Santa Lucía tenía en esa época menos de700 casas. Por encima de todas ellas, en el centro mismo del pueblo, seerguía un colosal edificio de ladrillos a la vista con los vidrios desus ventanas rotos y el techo de chapa oxidado: el ingenio azucarero,que desde 1882 le había dado trabajo a casi todos los habitantes delpueblo, había sido cerrado en 1968. Desde entonces, Santa Lucía parecíaun pueblo abandonado por la mano de Dios. Las casas estaban despintadasy la basura se acumulaba en las esquinas. Muchos de los habitantes sehabían ido, corridos por el hambre, y los que se quedaron sobrevivíancomo peones rurales, como empleados públicos o como podían. Ladesocupación, dicen las publicaciones de la época, superaba elcincuenta por ciento".
Así arranca Sangre en el monte, el libro en el que Daniel Gutmancronica la aventura del ERP en los cerros tucumanos, en 1974. Pararecrear esta historia, que a la luz de los años suena como una aventuracon giros surrealistas, el autor, que ejerce el periodismo en el diarioClarín, y que ya había escrito un libro sobre la guerrilla urbana(Tacuara) ha desandado las huellas que ahora parecen lejanas, pero quepara muchos pobladores de Santa Lucia, y del resto de la Provincia, esparte de su historia. Dramática, pero propia al fin.
- ¿Por qué su interés por la guerrilla?
- Básicamente lo que creo que nos interesa a los que escribimos esencontrar buenas historias para contar. Y en la época de la guerrillalas hay, porque hay proyectos grandiosos, situaciones límite en las quese pone en juego la condición humana, drama y muerte. Yo me sorprendímuchísimo cuando me iba enterando de las cosas que pasaban en Tucumán yla idea era transmitir esas situaciones. Además de eso, personalmenteme atraen los 70 porque pertenezco a una generación desencantada con lapolítica, escéptica, que contrasta notablemente con la de aquellos quecreían que era posible tomar un fusil y lanzarse a cambiar la sociedad,con un gran desprecio por la vida ajena y la propia.
- ¿Encontró, más allá del espíritu de la época, una respuesta alemerger en la Argentina de factores como el movimiento ultraderechistaTacuara en los 60 y el ERP en los 70?
- Entiendo que el factor común es el desprecio por la democracia y laopción por la violencia y el autoritarismo. Eso, por supuesto, estabainfluenciado por los golpes militares recurrentes y la proscripcióndurante muchos años del movimiento político mayoritario. Creo que,afortunadamente, hoy en la Argentina aprendimos a valorar lademocracia, a pesar de que haya tantas marchas y contramarchas y de quea veces sintamos que no nos alcanza.
- Al leer su libro, su larga reconstrucción de época tiene tintessurrealistas, de situaciones irracionales. ¿Cómo leer el fenómeno a laluz de la política de la época? ¿Piensa que lo del ERP fue una aventura?
- Creo que fue una aventura en el sentido de que es evidente que nomidieron adecuadamente los riesgos y que sobreestimaron su potencial.
Yo no niego que en una etapa inicial hayan encontrado algún grado de simpatía entre los trabajadores desocupados y los campesinos pobres de la zona azucarera, pero de ahí a pensar que iban a tomar el fusil y subir al monte, hay un trecho demasiado largo, que ellos no supieron evaluar. Creo que el ERP se encandiló con el ejemplo de la derrota de Estados Unidos en Vietnam y quiso trasladarlo a Tucumán, pero no reparó en muchas cosas. Por ejemplo, que en Tucumán no había una potencia extranjera invasora, como en Vietnam.
- En su libro, señala que en los montes no eran más de 250 hombres, en las mejores épocas. ¿Cómo explicar tamaño sobredimensionamiento de su poder de fuego?
- El Ejército evidentemente sobredimensionó la amenaza que suponía la presencia del ERP en las laderas del Aconquija para justificar la militarización de la provincia. Ellos necesitaban que la gente creyera que se enfrentaba a un enemigo poderoso porque así podían perseguir a miles de personas en los pueblos, en las universidades, en los sindicatos y en prácticamente todos los ámbitos.
- Usted ha recurrido a crónicas y testimonios de tucumanos, como Lucía Mercado, entre otros; y plantea que la Santa Lucía de esos relatos no difiere, en términos de desarrollo, de la actual, de la Santa Lucía que usted ha recorrido?
- Eso es muy triste Porque está demostrado que las situaciones de pobreza y de marginalidad, como las que se viven en Tucumán y en otros lugares de la Argentina, pueden ser la condición para la reaparición de proyectos violentos y autoritarios, como los que vivimos en los 70 y hoy creemos superados.
- Usted hace hincapié en la figura de Acdel Vilas?
- Vilas fue un personaje muy siniestro. Uno de los primeros en el Ejército que se convenció de que a la guerrilla había que combatirla con métodos ilegales y que no se debía eliminar sólo a los que tomaban las armas, sino también a cualquiera que fuera de izquierda. Tuvo la mala suerte de pegarse demasiado al peronismo y por eso no resultaba confiable para la cúpula del Ejército, que lo desplazó a fines de 1975 para colocar en su lugar a Bussi.
- ¿Vilas le abre la puerta al terrorismo de Estado?
- Yo creo que es arbitrario trazar una línea en el 24 de marzo de 1976 y promover que se investiguen solamente los crímenes cometidos a partir de esa fecha. Vilas fue procesado por su actuación en Bahía Blanca después del golpe, pero nunca por los delitos que había cometido en Tucumán durante el gobierno peronista. De la misma manera que creo que, si vamos a reabrir esa etapa, habría que ocuparse, también, de delitos cometidos por los guerrilleros, algunos de los cuales están contados en mi libro.
© LA GACETA
Nora Lía Jabif - Licenciada en Filosofía,
periodista y editora de Cultura de
LA GACETA.
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