Rosa Incaica Trío regaló talento y expresividad en el Caviglia

Pablo González Jazey, Annelise Skovmand, Pablo Manuel Arroyo y -como invitado- Sebastián Suárez fueron aplaudidos de pie.

Juan José Domínguez
Por Juan José Domínguez 12 Septiembre 2010
Aunque no es determinante, un barómetro interesante para medir la calidad de un recital es la felicidad que se refleja en los rostros. Y el público que fue a escuchar a Rosa Incaica Trío salió del teatro Orestes Caviglia así: feliz. No es para menos: Pablo González Jazey (guitarra), Annelise Skovmand (voz) y Pablo Manuel Arroyo (piano), junto con el artista invitado Sebastián Suárez (percusión), demostraron dedicación y derrocharon talento.

La agrupación tucumana (Skovmand es oriunda de Boston pero tucumana por adopción) arrancó puntual el espectáculo con un bailecito, "El pobrecito", y la muy bonita "Chaya del Regreso", ambas composiciones de González Jazey. Luego, la finura con que tocaron la zamba de Ariel Ramírez "Allá lejos y hace tiempo" motivó los primeros bravos. La sala estuvo casi llena y el ambiente fue cálido durante la hora y 20 minutos de show.

Los músicos se lucieron con una chacarera, "Del amor antiguo", escrita por Néstor Soria. En una de las estrofas dejaron súbitamente a un lado los instrumentos y, con golpes de palma, cantaron a capella. El público, chocho.

Siguieron luego el aire de zamba "El adiós" y "El cuántico", un gato hábil y científico, como lo definió con humor Skovmand.

Con "Guitarra, dímelo tú", de Atahualpa Yupanqui, el escenario se volvió oscuro y misterioso. La cantante manifestó una expresividad asombrosa y el resto del grupo, una pulcritud y una conexión admirables. Estas cualidades se advirtieron durante todo el desarrollo de la función, que fue impecable, excepto algunas dificultades de Skovmand para llegar a agudos. Pero nada más.

La presentación siguió con "Canción para bañar la luna", un clásico de María Elena Walsh, suerte de carnavalito japonés que hizo carcajear al público; después, "Chaya por Taconás", del binomio Manuel J. Castilla-Gustavo "Cuchi" Leguizamón; el valsecito "Qué bonito", del tucumano Alberto Rojo; y el memorable tango "El último café", a guitarra y voz.

Luego tocaron "Alumbra", una obra instrumental compuesta por el guitarrista tucumano Martín Páez de la Torre -que se encontraba entre el público y es amigo de González Jazey- y "Vidala para una tarde", del Luis Víctor "Pato" Gentilini, con arreglo de Jorge Farall, para cuya interpretación el trío invitó a Santiago Arroyo, bajista y hermano del pianista.

El espectáculo cerró con "Lila", de Arroyo y González Jazey, y de bises, "Tú sonrisa inolvidable", de Fito Páez, y las chacareras "La alabanza", de Yupanqui y los Hermanos Díaz, y "La flor azul", de Mario Arnedo Gallo, en una caracterización de la recordada versión de Mercedes Sosa y Domingo Cura. La gente aplaudió de pie. Feliz.

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