15 Agosto 2010
CAPITULO TUCUMANO. Agata Galiffi, la "flor de la mafia", intentó dar un gran golpe al Banco de la Provincia en 1939.
Investigación
HISTORIAS DE LA MAFIA EN LA ARGENTINA
OSVALDO AGUIRRE (Norma - Buenos Aires)
A nadie le es desconocida a estas alturas la palabra mafia. En nuestro país la usan desde políticos, médicos, docentes y, por supuesto, policías. El término engloba a un grupo destinado a cometer delitos. Por eso, un libro cuya portada está destinada en un 60% a esa palabra tal vez no llame la atención. El valor de la obra del periodista Osvaldo Aguirre está centrado, justamente, en lo que reflejan el resto de las palabras que se leen en la tapa: Historias y En la Argentina.
La mafia original es de Sicilia y se remonta a 1860. Y no pasó tanto tiempo hasta que, de la mano de la inmigración, llegó a nuestro país. Según el autor de la obra, el 18 de enero de 1885, en el barrio Porteño de La Boca, apareció el cadáver de Donato Tuttolobronco. Le habían clavado un papel en el pecho que decía: "muerto por traidor". Fue el primer crimen mafioso del país. Es decir, perpetrado por sicilianos. Muchísimos de ellos, revela Aguirre, llegaron al país huyendo de la Justicia italiana. Y pronto encontraron en la Argentina terreno fértil para sus actividades.
No se puede negar que Aguirre investigó a fondo el tema. La sucesión de datos y de anécdotas es abrumadora. Basado en crónicas policiales de la época y en informes policiales, hace una recorrida sobre los principales protagonistas de una organización que tuvo como actividades primordiales la estafa, el secuestro y el homicidio. También hace diferenciaciones importantes sobre los ataques perpetrados por los anarquistas, a quienes a fines del siglo XIX se confundió con mafiosos hasta que, mucho tiempo después, salieron a la luz las diferencias entre ambos bandos.
Amparados en enormes conventillos, los sicilianos convirtieron algunos sectores de Buenos Aires y, sobre todo de Rosario, en verdaderas cuevas de mafiosos. Así también se comenzó a conocer La Mano Negra, imagen que acompañaba los mensajes extorsivos de los mafiosos que tenían como único fin obtener dinero, y que podían incluso determinar la muerte de una persona.
Las historias de Francisco Marrone (Chicho chico) o del mítico Juan Galiffi (Chicho grande), sus encuentros y las traiciones que tejieron entre y contra ellos son parte también de esta historia, narrada a lo largo de poco más de 400 páginas.
Aguirre relata los casos como una novela, pero uno no puede dejar de olvidarse que no hay nada de ficción en ellas. Así cuenta, por ejemplo, el secuestro y posterior asesinato de Abel Ayerza, en 1932, lo que marcaría el comienzo del fin de la mafia como tal en el país ante la ola de indignación que obligó a la Policía, en gran parte cómplice de los delitos de los inmigrantes, a poner fin a sus actividades.
En nuestra provincia
Para los tucumanos es especial el epílogo del libro. Allí se da cuenta de lo que habría sido el último gran ataque mafioso, protagonizado por Agata Galiffi, la "flor de la mafia", la hija de Chicho Grande. Y fue en Tucumán, justamente, donde en 1939 se descubrieron sus planes de robar la bóveda del Banco de la Provincia, luego de haber construido un túnel de 120 metros. La enorme pared de concreto evitó el atraco y, además, el descalabro financiero, ya que los mafiosos pretendían cambiar el dinero del tesoro por billetes falsos. Galiffi pasó siete años detenida en Tucumán hasta que salió en libertad y murió en San Juan en 1987.
No deja de ser paradójica la foto que publica Aguirre en la tapa del libro, justamente bajo la enorme palabra Mafia, y que refleja a un grupo de policías.
© LA GACETA
Juan Manuel Montero
HISTORIAS DE LA MAFIA EN LA ARGENTINA
OSVALDO AGUIRRE (Norma - Buenos Aires)
A nadie le es desconocida a estas alturas la palabra mafia. En nuestro país la usan desde políticos, médicos, docentes y, por supuesto, policías. El término engloba a un grupo destinado a cometer delitos. Por eso, un libro cuya portada está destinada en un 60% a esa palabra tal vez no llame la atención. El valor de la obra del periodista Osvaldo Aguirre está centrado, justamente, en lo que reflejan el resto de las palabras que se leen en la tapa: Historias y En la Argentina.
La mafia original es de Sicilia y se remonta a 1860. Y no pasó tanto tiempo hasta que, de la mano de la inmigración, llegó a nuestro país. Según el autor de la obra, el 18 de enero de 1885, en el barrio Porteño de La Boca, apareció el cadáver de Donato Tuttolobronco. Le habían clavado un papel en el pecho que decía: "muerto por traidor". Fue el primer crimen mafioso del país. Es decir, perpetrado por sicilianos. Muchísimos de ellos, revela Aguirre, llegaron al país huyendo de la Justicia italiana. Y pronto encontraron en la Argentina terreno fértil para sus actividades.
No se puede negar que Aguirre investigó a fondo el tema. La sucesión de datos y de anécdotas es abrumadora. Basado en crónicas policiales de la época y en informes policiales, hace una recorrida sobre los principales protagonistas de una organización que tuvo como actividades primordiales la estafa, el secuestro y el homicidio. También hace diferenciaciones importantes sobre los ataques perpetrados por los anarquistas, a quienes a fines del siglo XIX se confundió con mafiosos hasta que, mucho tiempo después, salieron a la luz las diferencias entre ambos bandos.
Amparados en enormes conventillos, los sicilianos convirtieron algunos sectores de Buenos Aires y, sobre todo de Rosario, en verdaderas cuevas de mafiosos. Así también se comenzó a conocer La Mano Negra, imagen que acompañaba los mensajes extorsivos de los mafiosos que tenían como único fin obtener dinero, y que podían incluso determinar la muerte de una persona.
Las historias de Francisco Marrone (Chicho chico) o del mítico Juan Galiffi (Chicho grande), sus encuentros y las traiciones que tejieron entre y contra ellos son parte también de esta historia, narrada a lo largo de poco más de 400 páginas.
Aguirre relata los casos como una novela, pero uno no puede dejar de olvidarse que no hay nada de ficción en ellas. Así cuenta, por ejemplo, el secuestro y posterior asesinato de Abel Ayerza, en 1932, lo que marcaría el comienzo del fin de la mafia como tal en el país ante la ola de indignación que obligó a la Policía, en gran parte cómplice de los delitos de los inmigrantes, a poner fin a sus actividades.
En nuestra provincia
Para los tucumanos es especial el epílogo del libro. Allí se da cuenta de lo que habría sido el último gran ataque mafioso, protagonizado por Agata Galiffi, la "flor de la mafia", la hija de Chicho Grande. Y fue en Tucumán, justamente, donde en 1939 se descubrieron sus planes de robar la bóveda del Banco de la Provincia, luego de haber construido un túnel de 120 metros. La enorme pared de concreto evitó el atraco y, además, el descalabro financiero, ya que los mafiosos pretendían cambiar el dinero del tesoro por billetes falsos. Galiffi pasó siete años detenida en Tucumán hasta que salió en libertad y murió en San Juan en 1987.
No deja de ser paradójica la foto que publica Aguirre en la tapa del libro, justamente bajo la enorme palabra Mafia, y que refleja a un grupo de policías.
© LA GACETA
Juan Manuel Montero
NOTICIAS RELACIONADAS
Lo más popular