15 Agosto 2010
Biografía
El ángel negro
RODOLFO PALACIOS
(Aguilar - Buenos Aires)
Escribió Osvaldo Soriano en el diario La Opinión, en 1972: "Nunca un caso criminal conmovió tanto a la sociedad argentina. Durante varios días toda actividad política, deportiva, artística pasó a segundo plano ante una evidencia: en Buenos Aires, un muchacho puede por sí solo quebrar todas las barreras de seguridad, matar y robar sin que la Justicia lo alcance hasta que la tragedia haya abrazado a muchos".
Se refería a Carlos Eduardo Robledo Puch, quien, con menos de 20 años, entre el 15 de marzo de 1971 y el 3 de febrero de 1972 mató a balazos a 11 personas, la mayor parte de ellos por la espalda o mientras dormían. Incluidos dos de sus amigos.
El peor asesino de la historia de nuestro país, el preso con más años en una cárcel argentina, condenado a prisión perpetua y a quien se le negaron varios pedidos de excarcelación, había nacido como el niño bien de una familia acomodada de Olivos, con un padre descendiente de la esposa de Güemes y una madre de sangre alemana.
Alojado en el pabellón de homosexuales de Sierra Chica, Carlos Robledo Puch es hoy un sujeto apocalíptico, que anuncia el fin del mundo y una era de canibalismo. Que tiene el recurrente sueño de la libertad, que comparte celda con una gata y que escucha a los "Redonditos de Ricota". Escribe crónicas policiales y entrevistas a otros recluidos, lee la Biblia, graba programas de radio, audios de películas que ve en televisión y discursos propios y ajenos. Pretende que su vida sea llevada al cine, dirigida por Quentin Tarantino o por Steven Spielberg y actuada por Matt Damon o por Leonardo Di Caprio. Y, sobre todo, se cree el sucesor de Juan Domingo Perón.
En la historia de ese personaje único se mete Rodolfo Palacios en El Ángel Negro. Vida de Robledo Puch, asesino serial.
Frente a un asesino
Palacios (nacido en Mar del Plata en 1977 y con un vasto recorrido por medios periodísticos) pudo conocer a Robledo Puch el 18 de julio de 2008, después de que este se negara a sus reiterados pedidos de entrevistas. Así, durante casi un año, el periodista lo visitó ocho veces, Robledo Puch le envió al autor unas 45 cartas a su casa y se hicieron regalos mutuamente.
El libro abre con Prólogo de Jorge Lanata ("Palacios es audaz: escribe, décadas después, sobre un personaje que Soriano instaló como una cicatriz en la memoria colectiva") y una Introducción -que bien podría haber sido el Capítulo 1 del libro- donde se narra el backstage de la trama que vendrá. Ya desde esas primeras 20 páginas, el texto resulta verdaderamente atrapante.
Y los homenajes a aquella crónica de 1972 del autor de Triste, solitario y final son ineludibles. Iluminados por el soplete: así abre la crónica de Soriano, así se titula el capítulo cinco del libro de Palacios. "Cuando mató al primer hombre, Robledo Puch ya se había aniquilado a sí mismo": así cierra la crónica de Soriano, a ello refiere el capítulo seis de El ángel negro.
Rodolfo Palacios corre el riesgo, desde un principio, de que su obra quede opacada ante la inmensa figura del personaje. Y del riesgo sale victorioso: sus intervenciones son ajustadas, la primera persona entra en los momentos indicados. El relato tiene vértigo, nada sobra. Respeta los códigos del género y es nada más y nada menos que el buen cronista de una historia extraordinaria y profundamente oscura.
© LA GACETA
Hernán Carbonel
El ángel negro
RODOLFO PALACIOS
(Aguilar - Buenos Aires)
Escribió Osvaldo Soriano en el diario La Opinión, en 1972: "Nunca un caso criminal conmovió tanto a la sociedad argentina. Durante varios días toda actividad política, deportiva, artística pasó a segundo plano ante una evidencia: en Buenos Aires, un muchacho puede por sí solo quebrar todas las barreras de seguridad, matar y robar sin que la Justicia lo alcance hasta que la tragedia haya abrazado a muchos".
Se refería a Carlos Eduardo Robledo Puch, quien, con menos de 20 años, entre el 15 de marzo de 1971 y el 3 de febrero de 1972 mató a balazos a 11 personas, la mayor parte de ellos por la espalda o mientras dormían. Incluidos dos de sus amigos.
El peor asesino de la historia de nuestro país, el preso con más años en una cárcel argentina, condenado a prisión perpetua y a quien se le negaron varios pedidos de excarcelación, había nacido como el niño bien de una familia acomodada de Olivos, con un padre descendiente de la esposa de Güemes y una madre de sangre alemana.
Alojado en el pabellón de homosexuales de Sierra Chica, Carlos Robledo Puch es hoy un sujeto apocalíptico, que anuncia el fin del mundo y una era de canibalismo. Que tiene el recurrente sueño de la libertad, que comparte celda con una gata y que escucha a los "Redonditos de Ricota". Escribe crónicas policiales y entrevistas a otros recluidos, lee la Biblia, graba programas de radio, audios de películas que ve en televisión y discursos propios y ajenos. Pretende que su vida sea llevada al cine, dirigida por Quentin Tarantino o por Steven Spielberg y actuada por Matt Damon o por Leonardo Di Caprio. Y, sobre todo, se cree el sucesor de Juan Domingo Perón.
En la historia de ese personaje único se mete Rodolfo Palacios en El Ángel Negro. Vida de Robledo Puch, asesino serial.
Frente a un asesino
Palacios (nacido en Mar del Plata en 1977 y con un vasto recorrido por medios periodísticos) pudo conocer a Robledo Puch el 18 de julio de 2008, después de que este se negara a sus reiterados pedidos de entrevistas. Así, durante casi un año, el periodista lo visitó ocho veces, Robledo Puch le envió al autor unas 45 cartas a su casa y se hicieron regalos mutuamente.
El libro abre con Prólogo de Jorge Lanata ("Palacios es audaz: escribe, décadas después, sobre un personaje que Soriano instaló como una cicatriz en la memoria colectiva") y una Introducción -que bien podría haber sido el Capítulo 1 del libro- donde se narra el backstage de la trama que vendrá. Ya desde esas primeras 20 páginas, el texto resulta verdaderamente atrapante.
Y los homenajes a aquella crónica de 1972 del autor de Triste, solitario y final son ineludibles. Iluminados por el soplete: así abre la crónica de Soriano, así se titula el capítulo cinco del libro de Palacios. "Cuando mató al primer hombre, Robledo Puch ya se había aniquilado a sí mismo": así cierra la crónica de Soriano, a ello refiere el capítulo seis de El ángel negro.
Rodolfo Palacios corre el riesgo, desde un principio, de que su obra quede opacada ante la inmensa figura del personaje. Y del riesgo sale victorioso: sus intervenciones son ajustadas, la primera persona entra en los momentos indicados. El relato tiene vértigo, nada sobra. Respeta los códigos del género y es nada más y nada menos que el buen cronista de una historia extraordinaria y profundamente oscura.
© LA GACETA
Hernán Carbonel
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