Tan cercana, pero tan distante del amor

Tan cercana, pero tan distante del amor

Punto de vista I. Por Jorge Estrella - Doctor en Filosofía.

18 Julio 2010
Como todas las bondades de este mundo, la amistad es algo escaso. ¡Tan cercana, tan distante del amor! La plenitud de ánimo que acompaña al encuentro, a la conversación o a la simple compañía silenciosa del amigo, crea un espacio espiritual sustraído de las repeticiones de los días. La escasez de esos espacios acrecienta su valor. Una comunidad de valoraciones, de sensaciones y de respuestas ante el mundo suele ser el halo tenue y firme que acerca a los amigos. Sigo sintiéndome amigo de los que se fueron para siempre.

No así de quienes alguna vez lo fuimos, pero su deslealtad me distanció de ellos. Tuve un gato, era mi amigo, jugaba con mi hijo, era uno más de los míos. Pero un día debí viajar por un par de meses y lo dejé en otras manos para que lo cuidaran. A mi regreso noté que no pudo perdonarme ese abandono. Yo le había fallado y me lo hizo saber: una distancia de hielo trazó él entre ambos. Ahora vive con quienes lo cuidaron esos dos meses. Y cuando lo visito me niega su ronroneo de otros tiempos. Con los amigos, pues, se cuenta, como contamos mi hermano Miguel Angel y yo con la amistad sin par que nos une. Tampoco el interés aprovechador es cosa que soporte la amistad: hay en ella ese "porque sí, nomás", como otros pocos de esta vida (lo que experimentamos ante la belleza de la naturaleza, del arte o del conocimiento, por ejemplo). El interés traza alianzas sociales imprescindibles, seguramente, pero no es terreno propicio para que en ellas crezca la amistad.

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