11 Julio 2010
Por qué tenemos tan poco cuidado del espacio público no es algo que se pueda responder fácilmente porque no se trata de algo individual, sino que es una conducta social, en la que intervienen varios factores. Algunos de los interrogantes serían, por ejemplo: ¿qué sostenes comunitarios se perdieron para hacernos caer en esa desidia o qué aspectos no se están teniendo en cuenta desde el proyecto político que maneja el Estado?
Este último punto es clave y tiene que ver con la cuestión del ejemplo. La gente observa el modo en que el Gobierno cuida el bien público y eso influye en su comportamiento. Por ejemplo, cuando hacen una obra pública y dejan escombros y basura durante días. Esas actitudes negligentes no ayudan a que el vecino se sienta estimulado a cuidar el espacio público. El ejemplo tiene más efectividad cuando se sostiene con hechos.
Por otro lado, el progresivo empobrecimiento de las condiciones de vida hacen que no tengamos qué cuidar; las condiciones de precariedad quitan valor a las cosas, y en esas condiciones se encuentra mucha gente, y no solamente en la periferia de la ciudad, sino en todos lados.
Los tucumanos no vemos el espacio público como propio, sino como ajeno. Por un lado, porque cada vez que el ciudadano sale a hacer uso de ese espacio se lo reprime con prohibiciones de todo tipo. Las autoridades deben hacer sentirnos que la casa es de todos, pero con su accionar producen todo lo contrario.
La gente no ve al Estado como público. Y es lógico, porque los gobernantes de turno usufructúan el Estado y se benefician con él; entonces, en la práctica, el Estado es de quienes lo gobiernan. La gente lo ve con sus propios ojos, ve una casa que ostenta lujo de manera descarada y sabe que es de tal o cual político, con nombre y apellido; y rápidamente infiere de dónde vino el dinero.
Por último, necesitamos alejarnos del súper y del hiper y volver a los lugares pequeños, al almacén de barrio donde los vínculos familiares y vecinales son genuinos. Esos lugares se sienten como propios y nos identifican.
Este último punto es clave y tiene que ver con la cuestión del ejemplo. La gente observa el modo en que el Gobierno cuida el bien público y eso influye en su comportamiento. Por ejemplo, cuando hacen una obra pública y dejan escombros y basura durante días. Esas actitudes negligentes no ayudan a que el vecino se sienta estimulado a cuidar el espacio público. El ejemplo tiene más efectividad cuando se sostiene con hechos.
Por otro lado, el progresivo empobrecimiento de las condiciones de vida hacen que no tengamos qué cuidar; las condiciones de precariedad quitan valor a las cosas, y en esas condiciones se encuentra mucha gente, y no solamente en la periferia de la ciudad, sino en todos lados.
Los tucumanos no vemos el espacio público como propio, sino como ajeno. Por un lado, porque cada vez que el ciudadano sale a hacer uso de ese espacio se lo reprime con prohibiciones de todo tipo. Las autoridades deben hacer sentirnos que la casa es de todos, pero con su accionar producen todo lo contrario.
La gente no ve al Estado como público. Y es lógico, porque los gobernantes de turno usufructúan el Estado y se benefician con él; entonces, en la práctica, el Estado es de quienes lo gobiernan. La gente lo ve con sus propios ojos, ve una casa que ostenta lujo de manera descarada y sabe que es de tal o cual político, con nombre y apellido; y rápidamente infiere de dónde vino el dinero.
Por último, necesitamos alejarnos del súper y del hiper y volver a los lugares pequeños, al almacén de barrio donde los vínculos familiares y vecinales son genuinos. Esos lugares se sienten como propios y nos identifican.
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