11 Julio 2010
Los tucumanos hacen un culto de la suciedad
En la ciudad se convive a diario con los residuos que se arrojan a la calle, en una costumbre que pareciera que nadie puede cambiar. Dentro de las cuatro avenidas hay 600 papeleros, que están casi siempre vacíos. Ayer se recolectaron más de 75 toneladas de residuos en la zona del parque 9 de Julio
DESIDIA. Diariamente, las calles de la ciudad acumulan toneladas de basura.
Es un pequeño gesto. No tiene voz, pero en su monólogo dice tanto que hasta puede hablar de una sociedad entera. Esa costumbre de tirar papelitos en la calle, incomprendida por algunos y tan internalizada en otros, es quizás la transgresión más cometida por los tucumanos. Un acto de desamor hacia la ciudad, que de tanto estar presente en la vida cotidiana pareciera no estar prohibido ni mal visto.
La postal que dejó ayer el parque 9 de Julio podría haber inspirado un enorme ensayo sobre la incultura ciudadana. Miles y miles de kilos de basura, más de 75 toneladas, quedaron en el espacio verde tras los festejos por un nuevo aniversario de la independencia nacional. Antes de que comenzaran los actos, 40 inspectores municipales recorrieron el paseo para entregar bolsas de residuos a los asistentes al espectáculo. Los recipientes quedaron vacíos y amanecieron tirados en el piso, junto a millones de papelitos, volantes, boletos de colectivo, envases diversos y otros desperdicios.
"¿Por qué será que somos tan sucios, que somos incapaces de cuidar la limpieza de nuestra ciudad? Mire cómo está la plaza", se preguntó una docente que participaba de los actos que se realizaron en la plaza Independencia. La duda que se plantea diariamente Amelia no parece fácil de evacuar. Ni siquiera logra entender lo que pasa dentro de su casa: su hijo Atilio, de 10 años, no encuentra la parte mala de arrojar basura en la vía pública. "Hace cinco minutos lo hice levantar un papel que había tirado en el suelo; yo le enseño, pero no logro que corrija ese hábito", dice la mamá. "Es que todos lo hacen", se defiende el pequeño. Justamente en ese espacio público ayer se llenaron casi 600 bolsas de consorcio repletas de desperdicios que habían quedado tras las celebraciones.
Aunque la situación se hace más evidente cuando hay festejos, la suciedad que ocasionan los papelitos en la vía pública es una cosa de todos los días, comentó Marcelo Alonso, director de Higiene Urbana del municipio. En cada jornada, se hacen cinco limpiezas dentro de las cuatro avenidas y las autoridades aseguran que nunca se nota. En ese cuadrante hay más de 600 papeleros y pronto se sumarán 200 más. Aunque la cifra pueda parecer insuficiente, la realidad que encuentran los barrenderos cada día es otra: los cestos suelen estar casi siempre semivacíos y las calles y peatonales llenas de papeles, detalló Hugo Vázquez, que trabaja con la pala y la escoba por el microcentro.
El ranking de la Municipalidad sobre las zonas más sucias está encabezado por la city bancaria, las plazas, los sectores cercanos a escuelas y las peatonales. Los horarios más "roñosos" son cerca del mediodía y al cierre de los comercios, a las 21, explicó Alonso.
Hablar de la ciudad y sus "papelitos" por doquier altera a Federico Lanati, presidente de la Cámara de Turismo de la provincia. "Es increíble que en el año 2010 sigamos hablando de cuestiones elementales como esta de la limpieza de las calles. Es algo que afecta muchísimo a la actividad turística; demuestra que nos falta cultura, que no queremos la ciudad, que no la cuidamos como si fuera nuestra casa", se quejó el empresario.
El desinterés por tener una ciudad limpia no parece ser un mal contemporáneo, sino un rasgo histórico de los tucumanos. "Las crónicas de los viajeros de fines del siglo XVII y principios del XIX, destacaban dos aspectos constantes: que San Miguel de Tucumán era ciudad muy vivaz en comparación con Santiago del Estero y provincias del norte; y que la gente era muy descuidada con el espacio público", contó la historiadora Teresa Piossek. "Esos son dos matices culturales que desgraciadamente perduraron el tiempo; la desidia es un defecto de mis comprovincianos; hay que admitirlo", lamentó.
Para Estela Gutiérrez, en cambio, antes las personas eran más respetuosa del espacio público. "En la escuela nos formaban más en ese tipo de valores y la gente respetaba más. Ahora, a nadie le parece mal tirar papeles en la calle", afirmó la abuela, de 55 años.
Contradicción
Según los docentes, desde la escuela se hace mucho para enseñar a los chicos a cuidar la higiene de la ciudad. "El problema es cuando salen a la calle y los ven a sus propios padres, por ejemplo, tirando papeles por la ventanilla del auto. Al chico le produce una contradicción y termina confundido entre lo que le dice la maestra y lo que pasa afuera de la escuela", dijo Silvia Suárez de Barraza, vicedirectora de la escuela Gabriela Mistral.
Los turistas son, tal vez, los que más se fijan en detalles. Y son implacabes: "Tucumán es sucia", dicen los comentarios. Una cuestión cultural o la ausencia de sanciones avivan el debate. Porque tirar el papel a la calle suele ser una imagen que habla más que mil palabras.
La postal que dejó ayer el parque 9 de Julio podría haber inspirado un enorme ensayo sobre la incultura ciudadana. Miles y miles de kilos de basura, más de 75 toneladas, quedaron en el espacio verde tras los festejos por un nuevo aniversario de la independencia nacional. Antes de que comenzaran los actos, 40 inspectores municipales recorrieron el paseo para entregar bolsas de residuos a los asistentes al espectáculo. Los recipientes quedaron vacíos y amanecieron tirados en el piso, junto a millones de papelitos, volantes, boletos de colectivo, envases diversos y otros desperdicios.
"¿Por qué será que somos tan sucios, que somos incapaces de cuidar la limpieza de nuestra ciudad? Mire cómo está la plaza", se preguntó una docente que participaba de los actos que se realizaron en la plaza Independencia. La duda que se plantea diariamente Amelia no parece fácil de evacuar. Ni siquiera logra entender lo que pasa dentro de su casa: su hijo Atilio, de 10 años, no encuentra la parte mala de arrojar basura en la vía pública. "Hace cinco minutos lo hice levantar un papel que había tirado en el suelo; yo le enseño, pero no logro que corrija ese hábito", dice la mamá. "Es que todos lo hacen", se defiende el pequeño. Justamente en ese espacio público ayer se llenaron casi 600 bolsas de consorcio repletas de desperdicios que habían quedado tras las celebraciones.
Aunque la situación se hace más evidente cuando hay festejos, la suciedad que ocasionan los papelitos en la vía pública es una cosa de todos los días, comentó Marcelo Alonso, director de Higiene Urbana del municipio. En cada jornada, se hacen cinco limpiezas dentro de las cuatro avenidas y las autoridades aseguran que nunca se nota. En ese cuadrante hay más de 600 papeleros y pronto se sumarán 200 más. Aunque la cifra pueda parecer insuficiente, la realidad que encuentran los barrenderos cada día es otra: los cestos suelen estar casi siempre semivacíos y las calles y peatonales llenas de papeles, detalló Hugo Vázquez, que trabaja con la pala y la escoba por el microcentro.
El ranking de la Municipalidad sobre las zonas más sucias está encabezado por la city bancaria, las plazas, los sectores cercanos a escuelas y las peatonales. Los horarios más "roñosos" son cerca del mediodía y al cierre de los comercios, a las 21, explicó Alonso.
Hablar de la ciudad y sus "papelitos" por doquier altera a Federico Lanati, presidente de la Cámara de Turismo de la provincia. "Es increíble que en el año 2010 sigamos hablando de cuestiones elementales como esta de la limpieza de las calles. Es algo que afecta muchísimo a la actividad turística; demuestra que nos falta cultura, que no queremos la ciudad, que no la cuidamos como si fuera nuestra casa", se quejó el empresario.
El desinterés por tener una ciudad limpia no parece ser un mal contemporáneo, sino un rasgo histórico de los tucumanos. "Las crónicas de los viajeros de fines del siglo XVII y principios del XIX, destacaban dos aspectos constantes: que San Miguel de Tucumán era ciudad muy vivaz en comparación con Santiago del Estero y provincias del norte; y que la gente era muy descuidada con el espacio público", contó la historiadora Teresa Piossek. "Esos son dos matices culturales que desgraciadamente perduraron el tiempo; la desidia es un defecto de mis comprovincianos; hay que admitirlo", lamentó.
Para Estela Gutiérrez, en cambio, antes las personas eran más respetuosa del espacio público. "En la escuela nos formaban más en ese tipo de valores y la gente respetaba más. Ahora, a nadie le parece mal tirar papeles en la calle", afirmó la abuela, de 55 años.
Contradicción
Según los docentes, desde la escuela se hace mucho para enseñar a los chicos a cuidar la higiene de la ciudad. "El problema es cuando salen a la calle y los ven a sus propios padres, por ejemplo, tirando papeles por la ventanilla del auto. Al chico le produce una contradicción y termina confundido entre lo que le dice la maestra y lo que pasa afuera de la escuela", dijo Silvia Suárez de Barraza, vicedirectora de la escuela Gabriela Mistral.
Los turistas son, tal vez, los que más se fijan en detalles. Y son implacabes: "Tucumán es sucia", dicen los comentarios. Una cuestión cultural o la ausencia de sanciones avivan el debate. Porque tirar el papel a la calle suele ser una imagen que habla más que mil palabras.