04 Julio 2010
COMPINCHES. En el Hogar San Roque, las abuelas comparten muchos momentos y valoran la solidaridad. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
Desde hace 15 años comparte alegrías, recuerdos, reclamos, tristezas, nostalgias y también sueños e ilusiones con las ancianas que transcurren sus largos días en el Hogar San Roque de esta capital.
Nilda de Trussoni es una de las trabajadoras sociales que cuidan, aconsejan y le "ponen" el oído a las inquietudes de las personas mayores, con quienes "hay un ida y vuelta muy hermoso", dice. "Esta es una profesión muy gratificante. Uno tiene que dar mucho y debemos tener una vocación de servicio permanente, con una amplia apertura hacia ellas para poder entenderlas", señala.
Según la especialista, la familia, como está constituida en la actualidad, no entiende ni quiere hacerse cargo de los adultos. "Son una carga económica (es costoso el cuidado en la casa) y no hay tiempo para cuidarlos. Son personas que tienen problemas para caminar y con la vista y no escuchan ni razonan bien. No obstante, esa persona mayor da en la casa afecto a los hijos y a los nietos, su presencia es un caudal de sabiduría y transmite costumbres, valores e historia familiar. Hay otro punto a favor: los chicos que compartieron con sus abuelos están más preparados para afrontar sus experiencias posteriores de adultos, cuando tengan que lidiar con enfermedades y muertes de seres queridos", analizó.
Trussoni dijo que al Hogar llegan ancianas -desde 65 años en adelante- para alojarse por su cuenta, porque no quieren interferir en la vida de sus familias.
"A esa edad todavía las veo jóvenes, pero desde los 70 en adelante comienza a notarse su deterioro. Aunque hay casos especiales. Como el de una señora de 93 años que está espléndida. Vivía sola y estaba bien en su departamento, pero dijo que se daba cuenta que ya debía ser atendida por alguien y por eso decidió venir", cuenta.
También relató el caso de una abuela que vivía en Las Termas de Río Hondo, en una casa particular, donde era maltratada y le gastaban el dinero de su jubilación. La especialista dijo que "era una situación dramática. Ella le pedía a Dios que viniera su hijo, que estaba en Estados Unidos y desconocía esta situación. Cuando por fin su hijo pudo venir, ella asoció esa llegada con la de Cristo, por todo lo que había rogado".
Trussoni también trabajó con adictos alojados en el Instituto Roca. "Ahí la problemática de los menores -de entre 14 y 18 años- es el consumo de drogas o de alcohol. La mayoría es de condición humilde, con carencias educativas y afectivas. Pero esto tiene que ver con que la familia está fallando, y más aún la sociedad, que no contiene a los chicos de esa edad. Hay fallas también en las instituciones educativas y religiosas", señaló.
Pocos recursos
La especialista sostiene que es urgente tomar medidas preventivas. "En la noche tucumana hay chicos tirados en la calle. La Dirección de Minoridad y Familia trabaja, pero los recursos son insuficientes. Por eso hay tantos chicos en la calle y tanta delincuencia. Y además el consumo de droga es cada vez a menor edad", indicó.
Sobre su tarea, expresó con valentía que "hay que poner el cuerpo, uno tiene que exponerse. Tenemos que salir a los lugares donde el problema está. En esta sociedad difícil los cambios son rápidos y debemos adaptarnos. Hay que comprender los mensajes que se reciben del entorno social para poder intervenir. A veces esos mensajes no son tan claros, pero hay que buscarles la raíz", completó Nilda.
El afecto familiar
"Si no implementamos una política integral para los chicos, sólo solucionamos problemas de un lado, pero quedan otros sin cubrir. Como son chicos en formación hay que tener un plan integral. La droga se tiene que controlar en el ámbito donde viven los adolescentes. Además, la escuela tiene que integrarlos; no debe ser expulsiva. Es un tema complejo que requiere un profundo análisis de la sociedad", dijo la especialista.
Nilda de Trussoni es una de las trabajadoras sociales que cuidan, aconsejan y le "ponen" el oído a las inquietudes de las personas mayores, con quienes "hay un ida y vuelta muy hermoso", dice. "Esta es una profesión muy gratificante. Uno tiene que dar mucho y debemos tener una vocación de servicio permanente, con una amplia apertura hacia ellas para poder entenderlas", señala.
Según la especialista, la familia, como está constituida en la actualidad, no entiende ni quiere hacerse cargo de los adultos. "Son una carga económica (es costoso el cuidado en la casa) y no hay tiempo para cuidarlos. Son personas que tienen problemas para caminar y con la vista y no escuchan ni razonan bien. No obstante, esa persona mayor da en la casa afecto a los hijos y a los nietos, su presencia es un caudal de sabiduría y transmite costumbres, valores e historia familiar. Hay otro punto a favor: los chicos que compartieron con sus abuelos están más preparados para afrontar sus experiencias posteriores de adultos, cuando tengan que lidiar con enfermedades y muertes de seres queridos", analizó.
Trussoni dijo que al Hogar llegan ancianas -desde 65 años en adelante- para alojarse por su cuenta, porque no quieren interferir en la vida de sus familias.
"A esa edad todavía las veo jóvenes, pero desde los 70 en adelante comienza a notarse su deterioro. Aunque hay casos especiales. Como el de una señora de 93 años que está espléndida. Vivía sola y estaba bien en su departamento, pero dijo que se daba cuenta que ya debía ser atendida por alguien y por eso decidió venir", cuenta.
También relató el caso de una abuela que vivía en Las Termas de Río Hondo, en una casa particular, donde era maltratada y le gastaban el dinero de su jubilación. La especialista dijo que "era una situación dramática. Ella le pedía a Dios que viniera su hijo, que estaba en Estados Unidos y desconocía esta situación. Cuando por fin su hijo pudo venir, ella asoció esa llegada con la de Cristo, por todo lo que había rogado".
Trussoni también trabajó con adictos alojados en el Instituto Roca. "Ahí la problemática de los menores -de entre 14 y 18 años- es el consumo de drogas o de alcohol. La mayoría es de condición humilde, con carencias educativas y afectivas. Pero esto tiene que ver con que la familia está fallando, y más aún la sociedad, que no contiene a los chicos de esa edad. Hay fallas también en las instituciones educativas y religiosas", señaló.
Pocos recursos
La especialista sostiene que es urgente tomar medidas preventivas. "En la noche tucumana hay chicos tirados en la calle. La Dirección de Minoridad y Familia trabaja, pero los recursos son insuficientes. Por eso hay tantos chicos en la calle y tanta delincuencia. Y además el consumo de droga es cada vez a menor edad", indicó.
Sobre su tarea, expresó con valentía que "hay que poner el cuerpo, uno tiene que exponerse. Tenemos que salir a los lugares donde el problema está. En esta sociedad difícil los cambios son rápidos y debemos adaptarnos. Hay que comprender los mensajes que se reciben del entorno social para poder intervenir. A veces esos mensajes no son tan claros, pero hay que buscarles la raíz", completó Nilda.
El afecto familiar
"Si no implementamos una política integral para los chicos, sólo solucionamos problemas de un lado, pero quedan otros sin cubrir. Como son chicos en formación hay que tener un plan integral. La droga se tiene que controlar en el ámbito donde viven los adolescentes. Además, la escuela tiene que integrarlos; no debe ser expulsiva. Es un tema complejo que requiere un profundo análisis de la sociedad", dijo la especialista.