24 Junio 2010
LAGRIMAS DE COCODRILO.- "Está debidamente probado que Juan Carlos Clemente jamás estuvo detenido, secuestrado ni nada parecido, lloró lágrimas de cocodrilo. El se entregó a las autoridades militares, evidentemente tras una negociación con el Ejército. En la lista de detenidos, todos los que figuran con la sigla DF (disposición final, o sea su desaparición) eran quienes lo podían identificar a él o a Juan Martín, que era quien los sorprendía en los calabozos, les hablaba como un hombre comprensivo y solidario, y los engañaba hasta que les extraía información; no había necesidad de torturar ni de usar la máquina (por la picana)".
LA VIDRIERA DE LA JEFATURA.- "Es cierto que se llevaban personas a la Jefatura. Es una vidriera y sólo me pueden acusar a mí porque no queda otro. Puedo haber estado ahí pero no vi cosas. Decidí hablar de modo espontáneo, porque se debe conocer la otra cara de la moneda. Lamento que Alberto Cattáneo haya fallecido, porque él era quien decidía y me dijo que se iba a hacer cargo. Hay cabrones que no dan la cara y me dejan la responsabilidad a mí. Habrá otras personas que declaren con honestidad, porque todo está armado y había que dar un chivo expiatorio. Yo sólo cumplía con mi misión, no tenía poder de decisión, sino que tenía a cargo la seguridad interna del lugar donde estaban los detenidos y los calabozos; ni despacho tenía y mienten todos los que dicen que me vieron allí. Destaco a Luciano Menéndez y a Antonio Bussi, comandantes que se responsabilizan, no a los tenientes coroneles que dicen estar muertos".
INTERROGATORIOS MILITARES.- "Claro que había interrogatorios, pero no intervenía personal policial sino militares y Clemente, quien guiaba a los interrogadores. En el fondo estaban los militares; era un lugar de tránsito, de alojamiento de detenidos, debidamente cuidados por la Policía. A la gente la trasladaban, según mi intuición, a Arsenales. No murió nadie en la Jefatura".
BUSCAR A GONZALEZ NAYA.- "El responsable de la Jefatura es (el supervisor militar) Arturo González Naya, y es necesario que se lo encuentre porque no es cierto que esté muerto. Tengo la casi certeza de que deambula por algún lugar de Buenos Aires. Si yo estuviera afuera, me prodigaría para demostrar que este señor vive".
EL LUGAR DE LAS DECISIONES.- "La comunidad informativa era integrada por los responsables de inteligencia de todos los sectores y presidida por Cattáneo; allí se decidían los operativos y qué hacer con cada detenido: o DF, o libertad, o continuar investigación. Yo figuraba de manera ficticia como jefe del Servicio de Confidenciales, era una maniobra, una estrategia porque me tenían marginado. Para mí fue una sorpresa aparecer en ese cargo, era como una carga pública, porque las órdenes eran ejecutadas por González Naya o por Mario D? Ursi. Nosotros éramos perejiles de cuarta, fuimos usados y engañados por el personal militar".
LA VIDRIERA DE LA JEFATURA.- "Es cierto que se llevaban personas a la Jefatura. Es una vidriera y sólo me pueden acusar a mí porque no queda otro. Puedo haber estado ahí pero no vi cosas. Decidí hablar de modo espontáneo, porque se debe conocer la otra cara de la moneda. Lamento que Alberto Cattáneo haya fallecido, porque él era quien decidía y me dijo que se iba a hacer cargo. Hay cabrones que no dan la cara y me dejan la responsabilidad a mí. Habrá otras personas que declaren con honestidad, porque todo está armado y había que dar un chivo expiatorio. Yo sólo cumplía con mi misión, no tenía poder de decisión, sino que tenía a cargo la seguridad interna del lugar donde estaban los detenidos y los calabozos; ni despacho tenía y mienten todos los que dicen que me vieron allí. Destaco a Luciano Menéndez y a Antonio Bussi, comandantes que se responsabilizan, no a los tenientes coroneles que dicen estar muertos".
INTERROGATORIOS MILITARES.- "Claro que había interrogatorios, pero no intervenía personal policial sino militares y Clemente, quien guiaba a los interrogadores. En el fondo estaban los militares; era un lugar de tránsito, de alojamiento de detenidos, debidamente cuidados por la Policía. A la gente la trasladaban, según mi intuición, a Arsenales. No murió nadie en la Jefatura".
BUSCAR A GONZALEZ NAYA.- "El responsable de la Jefatura es (el supervisor militar) Arturo González Naya, y es necesario que se lo encuentre porque no es cierto que esté muerto. Tengo la casi certeza de que deambula por algún lugar de Buenos Aires. Si yo estuviera afuera, me prodigaría para demostrar que este señor vive".
EL LUGAR DE LAS DECISIONES.- "La comunidad informativa era integrada por los responsables de inteligencia de todos los sectores y presidida por Cattáneo; allí se decidían los operativos y qué hacer con cada detenido: o DF, o libertad, o continuar investigación. Yo figuraba de manera ficticia como jefe del Servicio de Confidenciales, era una maniobra, una estrategia porque me tenían marginado. Para mí fue una sorpresa aparecer en ese cargo, era como una carga pública, porque las órdenes eran ejecutadas por González Naya o por Mario D? Ursi. Nosotros éramos perejiles de cuarta, fuimos usados y engañados por el personal militar".